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HOMBRES DE HIERRO EN BARCOS DE MADERA

scubarticulo de zona de inmersionAún no es de día. Sin hacer ruido te levantas de la cama. La tenue claridad que entra es suficiente para encontrar la salida del camarote. Pese a estar en latitudes tropicales y tener un desierto a escasos cincuenta metros de la borda del barco, no hace demasiado calor. Descalzo, encuentras agradable el tacto del suelo de madera del pasillo que te lleva a solárium de popa. Preparas la cámara de vídeo y esperas tranquilamente a que el sol se asome por el horizonte. La gama de colores que aparece a continuación quedará grabada en tu tarjeta SD y en lo más profundo de tu mente. Poco a poco caminas por el costado del barco, por el que el que mira a una tierra que va cambiando su gama cromática según recibe los rayos de un sol recién estrenado. En la proa, la tripulación, reza. Contemplas la escena respetuosamente, en silencio.

Con la esfera solar aún no desprendida del mar, llegan los pájaros, volando a escasos centímetros de las olas que mueren golpeando el casco de madera del barco. Puedes ver con claridad los corales que hay en el fondo y las manchas oscuras de cientos de peces que comienzan un día que será tan duro como lo fue la noche. El silencio reinante va dejando paso al bullicio de los quehaceres rutinarios de la tripulación. El olor a café invade la cubierta. El choque de platos y vasos te anima a bajar al salón. Te cruzas con los marineros que baldean la cubierta, que preparan las barcas auxiliares, que se afanan en preparar la maniobra exigida por un capitán que cruza el puente de babor a estribor comprobando que sus órdenes han sido cumplidas.

Es otro país, otro mar, otra cultura, otro idioma, otra era, Estás en un barco de buceo. Seguro que lo que viene a continuación, no te lo contaron anoche en el brieffing.

Tienes que ser de hierro para poder navegar sobre un trozo de madera. Para que todo en este crucero funcione perfectamente es necesario contar con una jerarquía, un protocolo, unas normas y una disciplina. Esto, no ha cambiado a lo largo de la historia de la navegación, lo que sí es distinto es la forma de conseguir esa disciplina, esas normas, esos protocolos sin comprometer la jerarquía.

zona de inmersion scubarticulos 01Porque, seamos sinceros, no tenía que resultar sencillo gestionar una tripulación que profesaba un miedo ancestral a un océano tan enigmático como incomprensible en el que la vida diaria a bordo transcurría entre la amenaza constante de ser castigados por un régimen disciplinario férreo y unas costumbres, tradiciones o, simplemente, supercherías que les obligaban a mantener una especial atención a todos los signos externos que pudieran comprometer la seguridad del navío. Hubo épocas en las que la posibilidad de sufrir cruentos castigos corporales no era nada con la certeza de una muerte segura simplemente por haber omitido un gesto, o no cumplir con determinados ceremoniales establecidos durante siglos y cuyo origen era otro misterio en sí mismo.

Las tripulaciones de los navíos de todas las armadas del mundo han mantenido hasta tiempos no tan lejanos unos regímenes punitivos impuestos para garantizar una disciplina inquebrantable que hiciera posible el gobierno del barco y el cumplimiento de la misión. Esas tripulaciones, según dijo el ilustre Alcalá Galiano, se nutrían de “gente proterva sacada de los presidios, y pilla recogida en levas”.

Tripulaciones que sujetas a la obediencia por el temor al castigo que pudiera infligirles la guarnición de a bordo disfrazaban su impericia por falta de práctica de navegación en alta mar con un comportamiento disciplinado y un orden de combate demostrado a lo largo de una larga cronología de actos heroicos. Sin embargo ni siquiera estos descarnados reglamentos aseguraban la inexistencia de conflictos, subordinaciones, desobediencias o incluso conocidos y cinematográficos motines causados por mandos, en muchas ocasiones déspotas, que tenían asumido que la disciplina llevada a extremos crueles era la única forma de tener a sus hombres controlados y listos para el combate.

La férrea y a veces arbitraria disciplina, las incomodidades y las enfermedades, eran más penosos de soportar sobre las embarcaciones que en los ejércitos de tierra. El uso habitual de golpes de vara durante las extenuantes maniobras y unas navegaciones tan largas en las que las dotaciones se enfrentaban a agónicas calmas o feroces tormentas, podían convertir a unas tripulaciones recalcitrantes, en hordas hambrientas y sedientas a un solo paso del amotinamiento.

Era entonces cuando la maquinaria disciplinaría se ponía en marcha con la formación de un consejo de guerra. Una vez se haya comprobado la culpabilidad del infractor y se haya definido la falta o el delito se impone el castigo, que será aplicado en el mismo momento de escuchar la sentencia. Eran muchas las faltas que se podían cometer: robos, riñas, embriaguez, negativa de obediencia, insultos, faltar el respeto a los oficiales… por lo tanto la gama de castigos era igual de amplia. Los delitos más leves se castigaban con un régimen de pan y agua o pasar un breve tiempo encadenado a unos grilletes. Los más graves eran sancionados con castigos temibles:

Azotes: El culpable, con el torso desnudo, era apoyado en un cañón o en el cabestrante y siempre en presencia de un oficial era golpeado con el látigo. Eso para los marineros, porque los soldados de la guarnición tenían su propia “especialidad”. El castigado, en el alcázar o el combés, corría entre dos filas de compañeros que le azotaban con los correajes de sus fusiles Esta práctica se abolió en 1874.
La caída mojada: Consiste en izar al condenado a una verga para luego soltarlo precipitadamente sujeto a una cuerda hasta que se sumergiera en el mar. El número de “caídas” era fijado por el comandante del barco.
La caída seca: Es el mismo castigo pero la cuerda es más corta y el hombre no llega a tocar el mar y es parado en seco en el aire, lo que ocasiona fracturas muy graves, incluso mortales.
Paso por la quilla: Era el castigo más espantoso, que consiste en hacer pasar al condenado de un lado al otro del barco, bajo el agua. Tiene suerte si es capaz de salir de allí vivo, y si es el caso será herido muy gravemente por las astillas de la madera o las conchas fijadas sobre el casco.

zona de inmersion scubarticulos 02Estos durísimos castigos se complementan con otras acciones como cortar la mano del que favoreciese un motín, atravesarle la lengua con un hierro al rojo vivo al que blasfemara o la pena de muerte para desertores, pirómanos o quienes en una disputa quitaran la vida a otros marineros. Los que injuriasen el nombre de la Virgen, Dios o de los Santos se le imponía la pena de doce a veinte palos y privación de vino por uno o dos meses y con destino de limpieza a proa. Incluso si era reincidente se le ponía una mordaza durante una media hora o una hora en paraje visible del buque

Cuando el delito era de pena capital al reo se le colgaba de una verga del palo trinquete. Cuando el delito era de motín los causantes directos del mismo eran ahorcados independientemente de su número. Si había cómplices se ejecutaban a uno de cada diez. Había que echar a suertes el que iba a ser ejecutado. En caso de combate los hombres que demostraran cobardía, huyeran o alzaran la voz con gritos de no combatir, eran ejecutados por el oficial o sargento de batallones que se hallara más cercano.

La próxima vez que un patrón nos solicite amablemente que cambiemos nuestro lugar en el barco…Mejor que armados con nuestra mejor sonrisa hagamos una educada genuflexión y cumplamos las órdenes, no vaya a ser que también haya leído este artículo…

zona de inmersion scubarticulos 03Voluntades de acero, forjadas en mares de experiencia, doblegadas por una pluma. No debieron ser tiempos fáciles. A la dureza de la vida en los barcos y las probabilidades de ser castigados por casi cualquier cosa, se une un desconocimiento total del mar y de sus condiciones. Sin medios para tener una previsión eficaz y fiable del tiempo, sorprendidos por las cambiantes condiciones climatológicas, expuestos a la fuerza del oleaje sin tener contactos con otros barcos o con tierra, completamente solos en medio del mar sin esperanzas de recibir ayuda, cualquier suceso de cualquier naturaleza era explicado y justificado por acción u omisión de ciertos formulismos o ceremoniales implantados en la memoria colectiva desde tiempos pretéritos y que eran tan de obligado cumplimiento como una orden directa de un oficial.

Ni siquiera la oficialidad, en principio más culta escapaba al influjo de todas estas supercherías que, lejos de combatir, fomentaban. La necesidad de contar con la fortuna como aliada ante la inminente travesía, la necesidad de protección divina en el combate, en definitiva, la supervivencia, no sólo dependería de las cualidades marineras del barco o de la pericia de los mandos, subordinados y tripulación, sino que estaría subordinada al cumplimiento de ciertos ritos a los que, como hemos comentado, se les prestaba la máxima atención. Esa sensación de vulnerabilidad a bordo, el innato temor del ser humano a lo desconocido, el temor y el misterio del universo marino han gestado numerosas supersticiones marineras que se han venido teniendo en cuenta a la hora de hacerse a la mar. Siendo un tema muy prolijo, os invito a conocer las que más han despertado mi atención.

Tatuajes, talismanes, curas y monjas: Uno de los tatuajes más solicitados por los marineros era el del crucifijo en la espalda, ya que se pensaba que nadie osaría levantar el látigo contra el rostro de Cristo. Y aun en tal caso, el mismo látigo se desviaría. Esta superstición resulta chocante por la abundancia de supercherías que señalan a los símbolos cristianos y a los clérigos, como portadores de mala suerte.

zona de inmersion scubarticulos 06Por eso algunos pescadores se quedan en tierra el resto del día si se encuentran con un clérigo o una monja al dirigirse hacia el muelle. Los cazadores de ballenas creen que su enorme presa se escapará si un barco con un sacerdote a bordo navega entre ellos y la costa. La lectura de la biblia en alta mar implica amenazas excepto durante los funerales. Cuenta la leyenda que un marinero momentos antes de ser ahorcado, gritó desde el pañol de la verga las palabras del salmo 109: “Acórtense sus días, y otro reciba su ministerio. Que sus hijos queden huérfanos y viuda su mujer. Nadie le muestre misericordia.” El hecho acaecía en el “Association”. Ese mismo año el barco naufragó con una pérdida de 2.000 hombres. El responsable de la ejecución del marinero, fue llevado inconsciente a tierra por las olas y enterrado vivo.

Volviendo a los tatuajes, muy populares entra la marinería pero considerado hasta denigrante por la oficialidad, eran considerados como protectores no sólo ante el látigo, llegado el caso hasta protegían de enfermedades venéreas. También se asociaban con creencias como la de que una estrella tatuada, entre el índice y el pulgar, aseguraban al marino regresar a salvo a casa. Los tatuajes de anclas eran considerados portadores de buena fortuna, además de demostrar que se había cruzado el Atlántico de ida y de regreso. Entre otros muy comunes estaban las serpientes marinas, pulpos, corazones flechados, banderas y mujeres desnudas. Los tréboles de cuatro hojas se tatuaban en los dedos para atraer a la suerte.

zona de inmersion scubarticulos 07Un talismán importante lo constituyó, durante siglos, el aro de oro aplicado a la oreja izquierda, o a la derecha, no sólo por ser portador de buena suerte, también curaba el reumatismo y la miopía. La costumbre les autorizaba a tener un aro por cada cabo (Hornos, Buena esperanza o Leeuwin) que doblaban.

Herraduras confeccionadas con hierro sagrado en una noche sin luna, eran clavadas en el mástil bajo cubierta, para protección contra hundimientos, al igual que patas de conejos capturados en viernes Santo. Un trozo de carbón recogido en la playa, después de una pleamar, o una marea alta normal, aseguraba a su portador el regresar a salvo a casa. Hasta hoy en día se estila depositar monedas en la sentina, para evitar vías de agua.

Animales: Una creencia muy extendida es que los marineros muertos se reencarnaban en los petreles y en las gaviotas. Si una de estas aves aparecía sobre el barco en alta mar, era señal de tormenta. Pero el ave más temida era el gigantesco albatros de los mares del sur, a cuya aparición seguía inexorable la borrasca. Si alguien abatía a este monstruo de los aires, desataba sobre sí infinidad de desgracias.

Pronunciar el nombre de conejo o cerdo en alta mar constituye un tabú cuyo fundamento se ignora.

zona de inmersion scubarticulos 05Cuando un pescador sale de pesca, considera de buen augurio que un gato le preceda, pero muy malo si se le cruza en su camino. La gente de la mar suele estar muy atenta al comportamiento del gato a bordo. Es tradición popular que si el gato corre, juega o salta pronostica tormentas y galernas; si se arroja el gato por la borda o es ahogado en el mar sobrevendrán calamidades al navío y su tripulación. Al contrario que en tierra, los gatos negros son un buen augurio en la mar y garantía de vuelta a casa a salvo. Un gato blanco de Angora fue el único superviviente del Mary Celeste, un enigma nunca resuelto. Sin embargo, de entre todos los gatos embarcados ninguno alcanzó mayor fama que Oskar, un gato negro con un collar en el que ostentaba su nombre y que viajaba a bordo del Bismarck cuando fue hundido por los ingleses. Rescatado del agua por el Cossack, Oskar no tuvo problemas en aclimatarse a la nueva dotación, hasta que su barco fue hundido por un submarino alemán, volviendo a ser rescatado del mar, en esta ocasión por el portaviones Ark Royal, que poco tiempo después fue también torpedeado y hundido, aunque Oskar salvó de nuevo la vida a bordo de un bote. El Almirantazgo británico decidió entonces que el animal ya tenía bastante y lo desembarcó, pasando a vivir el resto de sus días en un colegio de huérfanos de marinos con pensión a cargo del gobierno de su graciosa majestad.

Un perro visto junto a aparejos de pesca no es signo de nada bueno, aunque si es un buen signo avistar golondrinas en el mar. La presencia de los delfines nadando junto al barco se considera sinónimo de protección.

Tales creencias son tan arraigadas que el Almirantazgo británico analiza mucho las posibles denominaciones de los barcos de su flota. Por ejemplo, los nombres de reptil están prácticamente proscritos en la actualidad, ya que en el pasado la Marina inglesa ha perdido cuatro Víboras, cuatro Serpientes, una Cobra, un Caimán y un Cocodrilo, así como un par de Culebras, dos Dragones y tres Lagartos.

Es un mal augurio limpiar las deyecciones de las gaviotas. Hay que dejar que sea el mar quien lo haga a su tiempo para tener buena suerte en la pesca.

zona de inmersion scubarticulos 06Las almas de los marineros fallecidos en la mar se reencarnan en los albatros. Molestar, matar o hacer algún daño es buscarse problemas ya que trae mala suerte.

Entre los amuletos más apreciados por el hombre de mar está el diente de Tiburón. Entre las creencias más comunes estaba la de que el Tiburón suele seguir a las naves en las que hay alguien enfermo, que podía llegar a recuperarse si el Tiburón desaparecía. Cuando un tiburón era pescado se buscaba en su vientre la evidencia de su última comilona. Si no encontraban restos humanos se le troceaba y pasaba al menú del día. De él se extraían amuletos muy apreciados, la cola se clavaba en el palo para calmar la furia del viento y los dientes eran repartidos entre la gente de a bordo.

Los Delfines, en cambio, fueron y siguen siendo los mejores compañeros del hombre de mar. Contar todas las historias de hombres salvados por Delfines es imposible. En la actualidad son muchos los navegantes que comentan que, para pasar con seguridad la gran barrera de Coral en el Pacífico, se debe esperar a que aparezcan los delfines y seguirlos. En definitiva, se le cree portador de buena suerte y brinda seguridad al marino y a su nave.

Ataúdes: La gestión de la muerte. No hay constancia de que los ataúdes figuren como ejemplo de superstición marinera, pero tampoco hay duda de la poca gracia que hace un catafalco a bordo de un buque de combate, lo mismo que tampoco nos gustaría encontrárnoslo a bordo de un avión, donde por alejarse de posibles supersticiones ni siquiera es posible encontrar la fila número 13.

zona de inmersion scubarticulos 08En cualquier caso el hecho de que la presencia de ataúdes a bordo no se cuente entre las supersticiones marineras es probable que se deba al hecho de que nunca nadie se preocupó de embarcarlos, pues antiguamente, en la época en que se fraguaron las supersticiones, cuando un marinero moría en la mar se le fabricaba una mortaja de lona y su cadáver se lanzaba al mar lastrado con una bala de cañón, teniendo antes la precaución de que la última puntada atravesara la nariz del difunto, no sólo como prueba definitiva de la muerte, sino como precaución para mantener el fantasma del marino dentro de su mortaja y evitar su eterno penar por los océanos del mundo.

Y más te vale no olvidar que… Algo que quizás te sorprenda sea la prohibición de silbar en un barco. Se pensaba que el silbido provocaba la formación de fuertes vientos, y sólo se permitía durante la calma chicha o en medio de la niebla Llamado al Viento. Aparentemente silbar en las calmas, como frotar la botavara, provoca brisas. Si se comete la torpeza de silbar durante un viento fuerte, se puede terminar en una desastrosa tormenta. En la Armada, donde no hay lugar para la superstición, estaba prohibido silbar por que podía confundirse con las órdenes de silbato, emanadas por el contramaestre. Como el viento era el único motor en el pasado, los Capitanes comenzaron a buscar cualquier sortilegio posible solicitando extraños pases mágicos para auspiciar los vientos favorables durante la travesía. Uno consistía en llenar la palma de la mano con arena y soplarla del cuadrante que se deseaba que viniera el viento.

Para conjurar el beneplácito de Eolo, también se arrojaban ofrendas al mar. Estas podían consistir en arrojar monedas, bebidas alcohólicas o cartas de juego mientras se esperaba, con frases indicadas y oraciones, la llegada del viento. Por supuesto que de la misma manera que se imploraba por el viento durante las calmas, en las tormentas se realizaban ofrendas para calmar las aguas.

Colocar una moneda bajo el palo mayor de los buques en el momento de su construcción era una costumbre muy arraigada en las antiguas atarazanas e incluso hoy todavía hay constructores navales que la esconden entre los hierros fundidos como forma de contribuir a una tradición tan antigua como importante fue en su día. El origen de esta costumbre se encuentra una vez más en otra de las supersticiones de los marineros y tiene su referencia en la mitología griega, más concretamente en Caronte, el barquero.

zona de inmersion scubarticulos 09A Caronte nos lo pintan como un anciano decrépito vestido con una túnica ajada que se ocupaba de transportar las almas de los difuntos de una orilla a otra del río Aqueronte, siempre que tuvieran un óbolo para pagar el servicio, motivo por el que durante mucho tiempo se enterró a los muertos con una moneda en la boca. La razón por la que los constructores colocaban la moneda bajo el palo mayor era para tranquilizar a los marineros más supersticiosos en el sentido de que sus almas no permanecerían para siempre errando por los océanos al haber satisfecho el peaje de Caronte. Es curioso que en una de las profesiones con mayor responsabilidad, las supersticiones más tontas jueguen un papel tan importante. Algunas os parecerán tonterías, pero están obtenidas del blog del Capitán Bill Wright, Vice-Presidente de Operaciones de Royal Caribbean con 24 barcos a su cargo, dos de ellos los mayores del mundo.

No viajes con bolsas o maletas totalmente negras. El negro es el color de la muerte y en el mar recuerda a los oscuros fondos marinos, por lo que el (color) negro no es bienvenido a bordo. El rojo tampoco es bien recibido, sobre todo si es el color del pelo de la persona con la que hablas justo antes de partir, eso sí, salvo que seamos nosotros quienes iniciemos la conversación. Tampoco tendremos mala suerte si iniciamos la conversación con alguien que tenga los pies planos.

No seas mal educado: Si alguien te desea buena suerte antes de partir, debes contestar. Una pieza de madera “robada” incrustada en la quilla hará que nuestro barco navegue más rápido y mejor siempre que hayas embarcado (y desembarcado) con el pie derecho. Tirar vino en una mesa es presagio de mala suerte, pero si se vierte en cubierta será signo de buena nueva antes de un gran viaje. Ojo con lo que tiras por la borda, porque, si es una piedra puede ser considerado un signo de falta de respeto hacia los Océanos y atraerá tormentas. Aquí actualizaremos el rito y añadiremos colillas, plásticos, latas etc…

zona de inmersion scubarticulos 04A bordo, no se lo digas con flores. Las flores traen mala suerte. Se considera que podrán ser usadas para las coronas funerarias y por lo tanto no son bien recibidas. Y sé optimista, no mires nunca atrás en un puerto. Si no estás convencido de que podrás enfrentarte a los bravos mares y completar tu viaje, no debes partir. Nunca entregar una bandera a través de los peldaños de una escalera. No olvidemos el clásico temor a llevar una mujer a bordo (esto quizás proviene de una costumbre misógina más que supersticiosa hoy afortunadamente desaparecida), hasta el típico ritual el romper una botella de champán contra la amura de proa en el momento de botar un barco (si no se partía el cristal era un mal presagio) o el modo de librarse de la niebla o salir de la calma consistente en arrojar una moneda por la borda… y así seguiríamos un buen rato más.

Por supuesto que yo tengo las mías, pero no las desvelo en público….porque traen mala suerte.

 

Zona de inMersión: Sólo hay dos tipos de Scubaguet@s, los que están y los que llegan.

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