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LA AZOHÍA EXPEDICIÓN “Despacito” .07/04/2017

Son las dos de la madrugada. Estoy en el salón, peleándome con internet, acordándome de la madre que parió al de Microsoft, al de la manzana y al del wifi. Trato de ir ajustando en nuestra web las sesiones de prácticas de piscina y las escapadas del mes de abril y del mes de mayo y las crónicas pendientes y, ¿por qué no? de hacer algún que otro vídeo del 2016 que hasta el “cuéntame” va a estar más actualizado que nosotros como sigamos así. En la televisión, terminada la programación habitual, los canales se llenas con esas señoras que te adivinan el futuro leyendo las cartas del Tarot y que sospecho que son las brujas que no se sacaron la ESO en Hogwarts. Tan centrado estaba en mis reflexiones sobre brujas y brujería que no me he percatado de que Sonia está con la escoba, en la puerta, encantándome para que me vaya a la cama, pero así, tal y como suena, sin consecuencias ni nada. Argumenta que tengo que dormir, ya que, por la mañana, prontito, tendré que conducir hasta la Azohía. Sinceramente, igual que otras veces va a ser que sí, esta vez, concretamente esta, va a ser que no. Hay alternativas a la conducción y pienso que me voy a dar un homenaje en los cómodos butacón… en las cómodas butacas de la Scubamovil.

IMG-20170411-WA0023Amanece, que no es poco. A la tienda llega Miriam, que no se ha desprendido de su angelical pubercia pese a que en estos años la hemos ayudado a convertirse en una de esas “caperucitas” del siglo XXI que en lugar de miel llevan en la cestita un spray de pimienta y un taser, vamos, que se las sabe todas, pero, no adelantemos acontecimientos. Poco después aparece Rosendo (nuevo en esta plaza) que viene directamente del “Verdecora” y no voy a decir que su aspecto no sea agradable a la vista, pero si fuese un poco más bizco, se vería por dentro. Aparcando está Jorge y a la altura del “Telepi” veo llegar a Vanesa, por lo que solo falta por llegar Alejandro, futuro buceador, y que es uno de esos universitarios españoles que cuando terminen la carrera tendrán tres salidas: Por tierra, por mar y por aire.

Con estos, la Scuba está completa y solo hace falta empezar con el cubiqueitor de rigor. Unos ajustes por aquí y unos apretones por acá más tarde avanzamos por la calle de Eugenia de Montijo con dirección a la R4 (más barata que la A$4) para enlazar con la AP36 buscando la primera parada del viaje. Hasta que veamos el cartel con doble rima que nos anuncia las brasas, en el equipo de música de la Scuba van sonando los “temazos” musicales (que mala hostia que gastáis, la verdad) que nos habéis recomendado. Tras escuchar a Maná, Thalia, Luis Miguel, paulina Rubio, Gloria Trevi o Julieta Venegas empiezo a pensar que lo del muro que quiere construir el jefazo de los “iuesei” para aislarse de los mejicanos no es tan descabellado. Luego nos solicitan desde las plazas traseras “Despacito” y “Súbeme la radio”, y… joder, mucha paciencia me parece que está teniendo Trump con los latinos…

Aprovechando que hay que darse un homenaje a base de sushi de Albacete (lo que los envidiosos dirán que es panceta a la brasa) con lácteos manchegos, hacemos un pequeño recuento del estado del grupo. Por ejemplo, en el “narcocar” vienen Bea y Nacho. Hay indicios de que su trabajo tenga algo que ver con el tráfico de drogas, pero es un tipo al que valoro, respeto y al que siempre apreciaré. Pase lo que pase.

SANYO DIGITAL CAMERASilvia está saliente de guardia por lo que el “chonicar” vendrá pilotado por Ángel, eso sí, aún están en Madrid. En el “frikicar” vienen Daniel, Rafael, Álvaro y Edu, un veterano (quien lo diría) curtido ya en mil batallas. Si la capacidad de convocatoria se pone a prueba cada vez que se cita al catervario Scubagueto a una escapada cuando el agua está a menos de 14º, esta vez, hemos superado la prueba con éxito. Una vez “Mica” nos dice adiós desde el balcón de esos ojos negros felinos profundos y tentadores volvemos a la carretera con nuevas ilusiones sonido de cuerdas de acero, alma de hierro y cantos a flor de piel. Luego nos dio el bajón y nos vimos obligados a improvisar una vergonzosa coreografía incalificable poseídos por el ritmo ragatanga, raftafari y afrogitano, pero con chulería y alegría. Precisamente al adelantar al enésimo Nissan Juke (conducido, como no, por una mujer, porque sí, porque es así, y punto) ejercí mi derecho a veto y dedicamos unos kilómetros a repasar anécdotas de carretera, que como por la Scuba ya ha pasado más gente que por el un dos tres, de esas, tenemos muchas. Por eso cuando simulamos el abandono del nuevo en la gasolinera, Bea ni se inmutó y ya estaba organizando una recogida cuando se dió cuenta de la clase de cabrones que estamos hechos.

Aún con el astro rey en alto y con el mar tentando al ansiamasá llegamos a la puerta de nuestros amigos (del azul) con la intención de descargar bártulos y cerrar horarios. Nos recibe Akanin, Alipín, Anikali, Anialkin… el perro marrón y después Sol, que parece contenta de vernos. Hay tiempo de sobra como para ocupar y repartir los apartamentos, encontrarnos con Miguel en el muelle y tomarnos algo. Se nota que falta el que falta, que no ha venido, pero que siempre está, porque nunca se marchó, aunque volverá para quedarse, de hecho, está, aunque se ausente. Que si no entendéis esto último, disfrutar de las vacaciones de semana santa pero no indaguéis demasiado en los motivos, porque alucinaréis más que un ruso en una cata de agua mineral.

Total, que como la cosa ha ido fluida y por seguir las recomendaciones de la OMS hemos optado por evitar el contacto prematuro con el abismo azul, tenemos tiempo de sobra como para dedicarlo a bebernos unas Alhambras y buscar el ángulo perfecto para colocar en la misma foto el mar, la playa, la palmera, la birra y un par de pinreles. Poco a poco, se unen a la composición los que van llegando según aterrizan, aunque algunos se tomasen sus tres minutos y poco más. Los arrapiezos universitarios, que son más raros que un superhéroe con padres, todo hay que advertirlo, andan charlando sobre juntas de trócolas o prodigios de la tecnología de esos con botones gordos, manivelas y pantallas de colores en lugar de centrarse en inventar algo útil, como por ejemplo, un bocadillo de panceta que adelgace. Que visto lo visto no me extraña que a mi niña no le duren los novios, porque si estos son una muestra del mercado…. mejor que se busque a uno que sepa cocinar, porque el amor se acabará, pero el hambre no.

IMG-20170411-WA0034Luego, Silvia, tal y como había prometido nos mostró una fotografía con la sana intención de comprobar hasta qué punto podríamos elucubrar. En resumen, para no extendernos demasiado, podríamos decir que la nueva máxima de la ginecología poligonal sería algo así como que “a placeres atrevidos, cirugías innovadoras”. Y no digo más para no herir sensibilidades. De la terraza, pasamos al interior del recinto para degustar una cena de plato obligado antes de irnos a la cama.

Sábado de buceo. Por fin.

La mañana amanece fresquita, como de tener que ponerse una rebequita o algo. La gente se va quitando legañas mientras se acercan al aroma de las tostadas. Allí me encuentro con el Ex Hombre de negro que languidece tanto como el descafeinado que tiene delante. Lo que pasa es que, a veces, Bea se levanta en plan macho alfa heteropatriarcal opresor, y claro, a Nacho, se le pone carita de triste. Congeniando la mar de bien con Mirian está Rosendo, que ya tenía titulación de buceo, que afirmaba haber hecho inmersiones tiempo atrás, pero que hoy, va a comprender lo que es el buceo del bueno. Como el bufé del desayuno tiene menos repertorio que la década prodigiosa, los más delicaditos, andan sugiriendo productos dietéticos, trozos de cartón de esos que se llaman cereales y otras aberraciones como el Nesquick. Vaya mierda de especie que somos. La semana pasada le quitamos una hora al sábado (en lugar de hacerlo un lunes en horario laboral, para currar menos), pedimos la cerveza sin alcohol, los dulces sin azúcar y el cacao sin grumitos. Estamos al borde de la extinción por gilipollas.

Llegamos al centro. Nos están esperando Miguel, Sol y el perro marrón. Comenzamos a equiparnos. Vanesa se encarga de meter en cintura a los aspirantes a buceador mientras yo hago una evaluación general de la situación. Que la traducción al español de “Divemaster” venga a ser algo así como “tu vete haciendo hueco, que cuando hagas hueco ya iré yo, si eso” es tan lógico como que a ese animal que come piedras y nada le llamen come piedras nadador (come piedras nadador fish, en inglés). Con pausa pero sin prisa me voy vistiendo. Recuerdo hace cientos de años mis primeras inmersiones en este paraje. Apenas hay diferencias: mismo paisaje, misma gente en la playa (nadie, para que nos vamos a engañar), misma tranquilidad en las aguas… la única diferencia es que antes estaba tan “cañón” que por nada se me hinchaba el yeyuno y andaba como los gatos en marzo aumentando mis cifras en cuestiones de mancillamientos cada tres minutos y ahora cuando saco la cabeza por el cuello del traje seco parezco un desodorante de esos de roll-on.

IMG-20170411-WA0030Pero bueno, según puedo comprobar no soy el único al que se le ha ido la mano con los cachopos y los dulces, porque veo a gente a la que les queda el neopreno tan pegado como el plástico de los tranchetes. El único que aún no tiene pegas con la uniformidad es Nacho, mayormente, porque se le ha olvidado el traje seco en el apartamento y ha tenido que regresar a por el con un enorme collejón pendiendo sobre su nuca. Aún no me he terminado de atusar los escarpines cuando comienzan a llamar a la gente a las armas. Scubaguetos… ya tenemos una trayectoria y una experiencia acumulada suficiente como para saber que la primera llamada a bucear en un centro de buceo es para que cargues con las botellas de la segunda inmersión. Los pastorcillos cabezones ribereños del Tormes que están habituados a una sola inmersión, quizás puedan “picar” con este viejo truco, pero… ¿nosotros?.

Justo a la hora prevista, ni antes ni después, el carro se pone en marcha, nos posicionamos en las furgonetas y nos dirigimos al puerto. Allí, distribuimos a la gente entre los que saben (barco azul) y los que terminarán sabiendo, en el aberdria…, alderta… alderav… en el blanco, en el barco blanco. Una vez los alumnos de OWD cargan con mi equipo (requisito indispensable para aprobar cualquier curso de buceo) estamos preparados para que Miguel arranque los potentes motores que, así, de primeras, sueltan una neblina con aroma a octanaje del bueno tan característico como esos coches que nunca arrancan a la primera en las películas de terror. Pues bien, primer traslado, primeras bromas y primer fondeo de la mañana. Nosotros, en Cala Cerrada. El mar está muy tranquilo y el casco de la embarcación apenas se balancea. Eso permite cierta dejadez en la tutela de equipos que tiene que ser corregida con celeridad. Hoy en día los equipos de buceo son tan caros que si te caes en un barco y escuchas un crujido rezas para que sea la pierna. Con todo listo, descendemos.

IMG-20170411-WA0022Tal y como estaba previsto, sin problemas. Vanesa empieza guiando grupo mientras yo evalúo. Por detrás de mí, Miriam, que se merece estar aquí, aunque no le asista el derecho (a ver si vamos diferenciando términos, rica) y Rosendo que ha preferido empezar despacito en lugar de someterse a la ya mítica asimetría libre asociada de la que hace gala la caterva Scubagueto. Comenzamos con la referencia del fondeo y suavemente nos posamos en la arena, prácticamente, sin levantar sedimento. Esperamos a que todos estén reunidos y, una vez recuperan la compostura, iniciamos el camino que nos lleva hasta la punta oeste de Cala Cerrada. Hasta entonces, una nube de castañuelas nos había entretenido, el relevo lo toma un pulpo de mediano tamaño que confirma el acierto de hacer reservas marinas y el error de no gestionarlas adecuadamente. Seguimos con la pared a nuestra derecha y buscamos una roca aislada, en mitad del arenal, que sirve de refugio a otro ejemplar de pulpo, esta vez, de gran tamaño. Giramos y enfilamos el camino que hay hasta los grandes bloques de piedra en cuyas paredes escalan los nudibránquios y que forman huecos repletos de rascacios y brótolas. Me llama la atención la presencia de morenas, algunas, ya con tamaño respetable. Pese a todo, el principal objetivo de esta inmersión es bucear sin perder de vista a los alumnos y no pegarte una hostia enorme contra las rocas delante de ellos. La segunda inmersión transcurre sin novedad, salvo que, una vez dejamos a los alumnos en la seguridad del barco, me quedo con Rosendo racaneando minutos a la curva de seguridad.

Una vez damos por terminada la actividad docente (y también la indecente) ponemos proa al embarcadero y comenzamos el repliegue al centro. Mis alumnos siguen enfrascados en problemas matemáticos con influencias de física cuántica incluso de alquimia. Ahora mismo y, pese a los bocatas y al caldo que nos hemos apretado en el barco blanco, el único tipo de problema que puedo resolver ahora es del tipo “si tienes diez croquetas y estáis sentados en la mesa cuatro alumnos de OWD y tú y los cabrones se comen cuatro croquetas… ¿cuántas croquetas te quedan?. No me jodas, a las tres y media de la tarde a mí me quedarían diez croquetas y cuatro cadáveres.”

04Si es que, es verdad, sales de la inmersión con tanta hambre que como se retrasen un poco con los entrantes, a la que te ponen el aceite el vinagre y la sal enfangas un plato con la emulsión, te armas con un pedazo de pan y empiezas a hozar como gorrinos del bierzo que he visto a buitres descuartizar carroña con más elegancia y tacto que nosotros. Como lo del asunto del yantar se nos ha ido un poco de las manos, haciendo cuentas (incluso contando con los dedos), resulta que no nos da como para una siesta oficial completa, y, como nosotros somos muy cumplidores, planeamos en su lugar una excursión a la batería de costa de Castillitos, que puede que me equivoque con esto, lo que pasa es que, ahora, antes de tomarme a la tremenda mis errores, pienso en los doce editores que rechazaron Harry Potter y desaparece la sensación de fracaso.

Pues, ¡hala!, de nuevo en ruta por sinuosas y empinadas carreteras muy despacito y sacando la cabeza por el techo solar del coche como en los anuncios de desodorantes de la tele. Luego, un paseíto y a explorar las entrañas de los cañ… de las piezas de artillería haciéndonos fotos de grupo a troche y moche. Una excursión ideal para aquellos (y aquellas) que quieren sentir algo negro y duro entre las piernas. Tras elucubrar brevemente pero con intensidad, regresamos de nuevo a la animada población costera de la Azohía (aquí quiero ver yo a los críticos de la Unión) con la sana intención de tomarnos unas cuantas cervezas en una terraza de diseño.

05Una terraza de diseño, para los paletos ignorantes en las tendencias de lo cool, no es más que un espacio grandérrimo, poco aprovechado, en el que han llenado el suelo de piedrecitas para que no se le note la mierda y han puesto cuatro toldos y dos contenedores de obra con cristalera, pero las sillas siguen siendo las que te pone la Cruzcampo. Allí seguimos a Nacho, que no estoy diciendo que sea feo, pero le pidió al genio el deseo de no morir virgen y ahora es inmortal, y nos acomodamos refugiándonos del levante que se deja sentir. La elucubración de la tarde versará sobre maneras ingeniosas de financiación de viajes de buceo, incluyendo la venta de óvulos y la donación de grumos de masculinidad reproductora a 60€ la descarga, como en el Spotify Premium. Con esto, dice la experta en zonas de marisqueo que poligoneras se han llegado a permitir ponerse tanta silicona en las mamellas como para caerse de un quinto y no hacerse daño. Total, si vas a tener la zanja en obras una temporada, es cuestión de no desaprovechar la oportunidad y montarte en el dólar, que no es lo mismo a que te monten por dinero. Y esto, dicho así, finamente y tirando de ironía, que la elucubración original tendría que tener dos rombos.

Tras las copas, aparcamos los coches frente a los apartamentos y nos reunimos con los jóvenes, que ya están sentados a la mesa debatiendo con intensidad sobre la mística del Stars wars. Cuando miro a mis alumnos no puedo evitar pensar que algún día estos universitarios se convertirán en médicos, abogados o ingenieros, aunque, estos, concretamente estos, llevan más de doce minutos tratando de abrir un pistacho. Sus elucubraciones se alejan de la tradicional vida irreverente del buceador/a libre asociado/a y se concentran en medidas, velocidades y tiempos, que me dan ganas de llevarlos a la “verja” a organizar unas jornadas de debates que seguro que con tanta divagación los ingleses acaban devolviéndonos Gibraltar y encima nos regalan Irlanda. Como la Cruzcampo (gran lo que sea que quiera ser) no logra inducirnos al sueño, doy una vuelta con mi nuevo buen amigo Rosendo buscando unos de esos lugares abarrotados con botellas llenas y mujeres vacías que tanto nos gustan. Desgraciadamente, en estos meses, la Azohía tiene menos público que un concierto de tchaikovsky en la Radikal y pronto tenemos que volver grupas para honrar a Morfeo como se merece. Mientras convierto en pijama nuevo la camiseta más vieja que tengo, reflexiono sobre si esta juventud tendrá un futuro o se tendrán que pasar la mayor parte del tiempo analizando los efectos de un tren de estímulos ondulatorios en un cuerpo cavernoso.

06Eso de que “el dinero no da la felicidad”, que “el sexo estropea la amistad”, que “no hay mal que por bien no venga” y lo de “quien al diablo ha de engañar, muy temprano se ha de levantar” lo dijo todo el mismo imbécil. Madrugamos más que el de los donuts, eso, por si sonase la flauta y pudiéramos entrar en la cueva del lago, que no sé yo si el viento nos va a dejar, que parece que no, pero luego a media mañana cambia y para ir “on time” tendríamos que tener agilidad y energía, cualidades que, en este grupo, precisamente, no abundan. Y eso, que tras enterarme de algunas sugerencias que nos hacen nuestros “haters” me he planteado tomarme en serio vuestras opiniones, y, aquellos que nos aconsejaron desde el cariño, que sepáis que estamos tratando de cambiar nuestra constante irreverencia por una bati-cao, en wallapop.

En menos de lo que un daltónico resuelve un cubo de Rubick, llegamos al puerto y ponemos proa a la punta de los valientes. Nos lleva un poco de tiempo la cosa del amarre, ya que, algún oleaje cabrón o algún cabrón sin oleaje se ha llevado el fondeo y tenemos que mandar a Miguel al fondo para que nos proporcione una apoyadura para el barco. Luego, al agua, a darle cancha al ansiamasá porque, sinceramente, el tema pinta retozón con tanta visibilidad. Desciendo con el alumnado por la pared llena de planarias y nudibránquios. Vuelvo a sorprenderme con la cantidad de pulpos que se van viendo y con las morenas, brótolas, congrios y rascacios. Desde que es zona vedada a la codicia conservacionista de los “pintxotas” la vida se está regenerando a una velocidad de vértigo. A la vuelta, podemos pasar a la pequeña oquedad que hay a los cuatro metros de profundidad antes de subir de nuevo a los barcos.

07Veamos, esto de las inmersiones dobles, está bastante bien, porque, si eres chico, y te da un “de repente”, sacas el duendecillo del pubis discretamente y alivias la tensión escrotal. Pero si eres chica, y no quieres que al terminar el día se te quede la parte de abajo del bikini como el filtro de un lavavajillas, tienes que tirar recursos y ser discreta como un ninja, eficaz como el Windows y colocarte en la popa agarrada con una mano al arco de luces y la otra sujetando una toalla si no quieres que todos vean como sonríe tu protagonista. Pero como el barco blanco dispone de espacio suficiente, cuando la feminidad embarcada siente que se le asoma el topo, pueden gulusmear en el váter químico, eso sí, con el riesgo de dejarse dos vértebras en el intento.

La cuestión es que esa capacidad de sincronización que tienen las chicas, hace que todas sientan la llamada de la naturaleza de forma simultánea, de manera que, cuando ascendemos, la capacidad del barco blanco (más lento) está completa y tenemos que subir al azul (más rápido) mientras hacemos el intervalo en superficie. En estas, que mirando al horizonte, me fijo en unos chapoteos bastante característicos. No hay duda, son delfines. Le digo a Bruno (el patrón) que suelte amarras y salga disparado, pero el bueno del francés, dice que hay que esperar a que suba Miguel que está soltando el amarre. A la que vemos la calva romper la superficie aceleramos y nos dirigimos hacia las aletas que vemos en proa. Pasamos unos cuantos minutos jugueteando con los cetáceos a escasos centímetros de la proa antes de verlos desaparecer. Como el viento ha levantado olas, la inmersión en la cueva del lago es inviable, por lo que optamos por hacer una “caribeña” desde cala cerrada. Nos apretamos unos caldos y unos sándwiches y volvemos al agua. Salimos con la pared a la derecha y nos dejamos arrastrar por la corriente. Una gozada de inmersión con buena visibilidad, poco esfuerzo y de nuevo mucha vida, incluso, en forma de pelágicos ya que, durante unos minutos nos siguió un pequeño cardumen de medregales, vimos dent…inos de buen tamaño y de vez en cuando algún espetón. Morenas y pulpos, esta vez, disputaban protagonismo a una colección bastante bien surtida de nudibránquios. Poco a poco, el frío (por fin) va venciendo a los buceadores y buceadoras que van saliendo a superficie. Los míos, incluido Rosendo, aguantan el frío a la perfección. La inmersión dura hasta que solo quedamos dos (como los Barón Rojo) y ya me empieza a tiritar hasta la neurona, por lo que, nos separamos de la pared y esperamos a que los del barco nos recojan. De momento, el buceo, ha terminado.

10Tras recoger un poco los equipos y repetir el tetris vehicular, buscamos sitio para comer en la terraza de enfrente, donde nos gestionaremos unas pizzas de esas caseras y unas cuantas birras. Todo ha salido bastante bien, y lo sé, porque tengo las manos llenas de arañazos y estoy medio sordo. Ahora, solo tengo que prepárame para el viaje de vuelta, que, como a Rosendo le ha gruñido la neurona con eso de conducir la Scubamovil me voy a entregar a la tarea de planchar la oreja y no quiero responsabilizarme de la siesta que me voy a marcar. Si me despierto es porque hemos parado para cambiar de conductor. Que sí, que todos somos muy valientes hasta que Vanesa se ofrece como conductora, pero bueno, aquí hemos venido a jugar y, la verdad, le estoy cogiendo apetencia a esto de dormir superando la barrera del ronquido. Paso a paso, verso a verso, llegamos de vuelta a la Jineta, a tomarnos un café (y alguna rosquilla, que no solo voy a decir lo malo) antes de ganar tiempo apurando al máximo las prestaciones del diésel de fabricación alemana a lo largo de la AP36. Al filo de la hora de la cena, llegamos a casita, a descargar los equipos y luego a tomar algo en el Flores, y, en lugar de relajar ambiente, nos ponemos a preparar las próximas iniciativas, que la semana santa está justo enfrente y la tengo saturada de cursos y actividades. Mi Madre siempre me ha dicho que soy especial. A mis más de 40 años creo que ya puede llamarme gilipollas que no pasa nada, pero esto, será otra historia.

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Zona de inmersión. Cada escapada es una oportunidad de salir al mar y enfrentarnos a la realidad.

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