PRACTICANDO EN PISCINA: OTRA FORMA DE DARLE FUELLE AL ANSIAMASÁ
La diferencia entre la peor inmersión de la temporada pasada y la mejor de la temporada siguiente está en lo que hagas entre ambas para mejorar tu técnica.
Pues nada, que ya hemos cerrado otra práctica en aguas confinadas. Esta vez, entre cursos y bautizos no pudimos hacer las prácticas previstas. Lo malo es que ya tenemos otra “hornada” de buceadores/as a cuatro inmersiones de conocer la verdad universal del buceo.
Veamos…
Seis alumnos de OWD. El primero, Manuel, que viene “rebotado” porqué se topó con un sujeto con pocos escrúpulos y menos ética. Yo ya sabía que hay instructores que han hecho lo mismo por el buceo que McDonals por la nutrición, pero este, en concreto, se ha cargado la vocación de seis personas así, en un “me llevo la pasta y ahí os las apañéis”. De manera que ver al chaval entregándose en los ejercicios de seguridad reconforta un poquitín. De repente aparecen Pablo y Alba, en formación de estorbo por el centro de la piscina. Hace unos meses me dijeron que querían bucear (llamar a lo que hacían “bucear” es como llamar queso a los Tranchetes) en Columbretes. Espero que tengan buen tiempo en la reserva, porque tras unas cuantas prácticas ya los hemos puesto en “orden de combate” y van a disfrutar más que cochinos en ciénaga.
Antes de empezar, veo como Vanesa anda ligeramente tensionada bautizando a Clara y a Marta, madre e hija, así, todo se quedará en familia. Es hora de empezar con los ejercicios programados. De momento, a Daniel, antes de entrar al agua le ha dado un ataque de tos que ha puesto la misma cara que Rosy de palma oliendo coliflor hervida. Tras un descenso controlado, comenzamos a enseñar cómo se comparte el aire, que, vista la adicción al ansimasá que se está desarrollando, nunca va a venir mal. Ceder el octopus en el fondo resulta bastante sencillo, eso sí, cuando tratan de repetir la acción en flotabilidad neutra se enzarzan en un abrazo que me recuerda a las peleas de micos del zoo. Menos mal que la repetición te lleva a la perfección y al final consiguen cumplir objetivos.
Luego, tras repetir los ejercicios en el fondo, en ascenso, en navegación y en flotabilidad neutra, pasamos al ejercicio de quitarse y ponerse el chaleco. Teniendo en cuenta que el “este ejercicio es muy fácil” en un instructor de buceo es como el “no te va a doler nada” en un médico, no me sorprende la coreografía que se presenta ante mis ojos, que parecen bailarines de breakdance epilépticos. Por mi derecha aparecen Raúl y Ana. La mujer que susurra a los leones marinos, que ya va más ligerita y con cara de semana fantástica, ella, que sus primeras palabras fueron las típicas de “yo no, pero, ¿y si sí?”. Ahora está lista para Altea. Y es que, etimológicamente hablando, el nombre de “Ana” viene del arameo antiguo y quiere decir “tienes una colleja a mano abierta”.
Manuel está teniendo un ligero problemilla con su pelazo yegua y la máscara, y no hace más que evacuar agua. Es la eterna lucha entre la belleza y el pragmatismo. Y, me extraña mucho que sea así de presumido, porque, si bien es cierto que con tanto deporte ha esculpido un cuerpo perfecto, de cara, sigue siendo un mocho con cejas. Álvaro sigue allí, a lo suyo, perfeccionado. Un tipo tan feo que su novia en lugar de un flechazo sintió una puñalada, buscando hacerse un hueco para carboneras, que habiendo hueco, el ya…
Juan Carlos y Cristina terminan sus aguas confinadas con el ascenso de emergencia. Luego, aprovechando esa increíble conjunción cósmica de tener en un mismo charco un alumnado de OWD y aspirantes a DM, propongo unos ejercicios combinados, lo que viene a ser una simulación real. Repetimos todos los ejercicios, pero esta vez, dirigidos por Nacho, Chema y David. Elegir al más preparado de los tres es como cuando abres la nevera y te quedas mirando un rato sin saber que elegir para luego cerrarla, pues igual con estos. Sé que aún es pronto para sacar conclusiones, por algo el buceo es un 90% de actitud… y la otra mitad es técnica.
Aprovechamos las subidas a superficie para resolver dudas, en especial, las de Nacho que siempre tiene preguntas geniales, pero siempre se le ocurren cinco segundos más tarde que las idas de olla. Los últimos minutos los paso supervisando todas las actividades cabalgando sobre mi chaleco, y es que, buceando soy un puntazo, aunque la gente aburrida me suele llamar inmaduro.
Total, que tras el Balneario y la “Tiritona” las inmersiones calentitas están a la vuelta de la esquina y hay que empezar a practicar, que luego vienen las lamentaciones.
La próxima “scubacrónica”, la de Altea, pero eso, será otra historia.
Andaos por lo segao
Zona de inMersión
De nada sirve lamentarse de la formación que tienes. Lo único bueno que puedes hacer es intentar mejorarla