LA HISTORIA DEL BUCEO
La cabeza de Decimo Lartius Celeris salió del agua. Sacó de su boca un pedazo de esponja empapado en aceite y escupió. Dirigió su mirada a sus manos, llenas de púas de erizo y lamentó su mala suerte ante los dioses. Volvió a ponerse el pedazo de esponja en la boca y realizó varias inspiraciones. Con la última, llenó de aire fresco sus pulmones, dejó caer la pesada piedra y volvió a sumergirse. El descenso fue vertiginoso. Al llegar al fondo, mordió con saña el pedazo de esponja. Cuando la sustancia oleosa que la empapaba ascendió, cubrió la cara del legionario, permitiendo a Décimo vislumbrar las colonias de poríferos que debe arrancar de la pared. Con mucho mimo, para no romper el producto, pero con precisión, corta pedazos que guarda en la red que cuelga de su cinturón de cuero. Cuando piensa que tiene cantidad suficiente, se apoya en el fondo, toma impulso y asciende. Casi al llegar a la superficie, siente como los pulmones le abrasaban. De repente, las fuerzas le abandonan, todo se nubla y pierde el conocimiento. Afortunadamente, un compañero que aún no ha descendido, se acerca y le da la vuelta. Decimo, aún confundido, siente como es arrastrado hasta el costado de la plataforma y como los fuertes brazos de sus compañeros legionarios le suben a bordo. Una vez recupera la consciencia, y, con las bendiciones del Galeno, se presenta ante su jefe de centuria para continuar con su jornada de recolección de esponjas.
Mientras cae de nuevo a las aguas, piensa: esto del buceo es una p…
Comenzamos… Las esponjas recolectadas por Décimo, nuestro anónimo e imaginario protagonista, cuando salen a la superficie son de un color negro, muy poco atractivo. Nada más caer sobre la cubierta del barco serán pisadas vigorosamente para que se rompan y desprendan los tejidos internos, se lavan y se vuelven a sumergir en el mar durante dos horas para volver a ser pisadas y lavadas de nuevo. Una vez finalizado este proceso, serán golpeadas con hojas de palma, hasta eliminar cualquier cuerpo extraño. Durante la noche, las esponjas se sumergirán en el mar dentro de una red y se repetirá todo el proceso hasta que desaparezcan la membrana externa y los tejidos, quedando sólo las fibras del esqueleto. Entonces las esponjas se pondrán a secar en cubierta o colgando del mástil del barco. Una vez secas, se prensarán y se almacenarán, listas para ser vendidas a los comerciantes. Estas esponjas, aparte de su uso en las legiones (preferían beber de las esponjas antes que en copas de cobre u otros metales) servirían para que las ricas mujeres de los senadores se acicalasen, para que los tribunos se asearan en las termas o para que los galenos limpiaran las heridas de los enfermos.
Los romanos no fueron los primeros en esforzarse por extraer riquezas del fondo del mar.
Tampoco serán los últimos.
El ser humano ha buscado desde siempre el aprovechamiento de los recursos de los mares: pescando, extrayendo sus tesoros (esponjas, perlas, coral…) o recuperando todo aquello que desaparecía bajo las aguas… ¡y su contenido!
Las pruebas de esta relación entre el hombre y el mar son muy numerosas y las podemos encontrar escritas, esculpidas, dibujadas… tantas pruebas como manifestaciones del arte queramos enumerar. Hallazgos arqueológicos que datan del año 4.500 A.C. nos muestras piezas ornamentales de nácar en yacimientos de Asia Menor o de abalorios con incrustaciones de perlas en la antigua Babilonia. Eso significa que el hombre, ya buceaba, por lo menos, para elaborar objetos suntuarios, y que podría comerciar con ellos…
Los primeros bajo relieves en los que se pueden apreciar hombres y mujeres realizando tareas bajo las aguas están datados en el siglo IX A.C En uno de ellos, podemos ver al rey Persa Assurbanipal II buceando, provisto de una especie de saco respirador del que sale una boquilla, pero se cree que en Japón, Corea, India, Sri Lanka o el Golfo Persa la recolección manual de perlas ya existía desde mucho antes.
En efecto, mucho antes de que se empezaran a cultivar perlas, importantes camas de ostras han sido explotadas por buceadores y, en algunos casos, como Japón, exclusivamente por mujeres en una tradición que tiene 2.000 años de antigüedad. En Corea estas mujeres son denominadas “haenyo” y pueden sumergirse a más de 20 metros de profundidad en aguas con una temperatura que puede llegar a alcanzar los 10º protegidas tan sólo por una tela de color blanco. Mujeres que rara vez usan o han usado aletas (invento que procede de la época del renacimiento), mujeres que transmiten el oficio de madres a hijas pudiendo encontrar “amas” de más de 60 años de edad, mujeres que bucean armadas únicamente con un rudimentario pincho, disponiendo para su seguridad, de un tonel a modo de flotador y que no dejan de trabajar, ni siquiera, cuando su estado de gestación está muy avanzado. Hoy en día quedan muy pocas de estas mujeres, que siguen rechazando inventos como los trajes de neopreno, y que, en poco tiempo, cuando la última de ellas piense que -“esto del buceo es una p…”- deajará el mar, quedando su esfuerzo, su historia y su tradición tan sólo a unos pocos grabados donde las muestran altivas y desafiantes.
Ni que decir tiene, la importancia que el comerció de estas perlas tuvo en la antigüedad, y lo ligada que puede estar esta actividad a la vida de las ciudades que se construían en las rutas de las caravanas que llevaban estas mercancías a los mercados de Alejandría, para desde allí, abastecer los distintos comercios que han existido en nuestro mediterráneo: Fenicios, Griegos, Cartagineses, venecianos…
SCILYS Y CIANA. Herodoto, el gran historiador griego, considerado como “padre de la historia” y cuya obra está basada en los viajes que realizó, nos relata la aventura de Scilys y Cyana, posiblemente, los primeros “buceadores de combate” de la historia, acontecida en el 480 A.C. Cuando en plena guerra médica entre Persas y Griegos, el rey Jerjes avanzó con más de mil doscientos barcos a enfrentarse a una flota griega compuesta por no más de trescientas naves. El rey Jerjes, contaba entre sus filas con dos griegos que tenían como misión sumergirse en las aguas del mar Egeo en busca de tesoros perdidos en los muchos naufragios existentes. Scilys de Esción y su hija Cyana son los mejores en este trabajo y están consiguiendo grandes réditos para la tesorería del rey que los esclaviza. Tres días antes de la importante batalla de Artemisio se desata una gran tormenta que hace imposible la navegación. La gran flota de Jerjes se resguarda. Es el momento en el que Padre e hija, sintiendo la proximidad de su tierra de origen, aprovechan la oscuridad para lanzarse al agua, en mitad de la tormenta. Quizás, ayudados por un rudimentario tubo y una improvisada balsa, bucean cortando las amarras de los poderosos barcos Persas. Estos, quedan a la deriva, golpeándose entre sí o chocando contra los arrecifes cercanos, creando gran confusión y permitiendo a nuestros protagonistas nadar más de 15 kilómetros hasta llegar a la costa. No es de extrañar que Scilys, al llegar agotado a la arena griega, exclamara: -“Esto del buceo es una p…”- .La pérdida de la tercera parte de la flota de Jerjes en la tormenta y el aviso de sus planes, comunicados por Scylis, quizás ayudaran a Temístocles a ganar la batalla naval más importante de la historia antigua: Salamis (Salamina)
Más adelante, otros historiadores como Tucídides (414 A.C.) en su tratado “Historia de la guerra del Peloponeso” relata que durante el asedio de Siracusa por los griegos, sus buceadores se sumergieron para eliminar los obstáculos submarinos del puerto, permitiendo así el paso de las naves. O que cuando los atenienses sitiaron a los espartanos en la isla de Esfacteria fueron aprovisionados por vía submarina, por buceadores.
Describe con detalle Tucídides todas estas misiones de reconocimiento y no podemos evitar pensar que fueron muy similares a las que hoy en día llevan a cabo las fuerzas más especializadas del mundo, como los Buceadores de Combate de la armada española.
ARISTÓTELES
La necesidad de recuperar tesoros hundidos, de continuar con la explotación de los recursos, o de obtener ventajas tácticas en las batallas, agudiza el ingenio de los hombres y mujeres de la época, de manera que, no nos extraña, que otro de los grandes de la historia, Aristóteles dejara en sus escritos testimonios sobre las primeras campanas de buceo, allá por el 332 A.C. Que un filósofo de la talla del Macedonio, se preocupara de dejar constancia de estos avances indica una preocupación por la exploración submarina, en definitiva de la importancia de conquistar el medio acuático. A estas alturas resulta evidente que esta carrera, no se detendrá.
Y seguimos avanzando en la aventura de la historia. Ni los reyes, ni los emperadores se mantenían ajenos al mar, a sus riquezas, a sus encantos. El mismísimo Alejandro Magno, según consta en los relatos dejados por Quinto Cursio, Alejandro Magno en el 356 A.C. utilizó buzos (denominados Kolymboi) en el asedio de la ciudad de Tiro (Líbano). Incluso, el gran emperador hizo varias inmersiones en una especie de campana de cristal que se sumergía en el agua.
Los grades ejércitos, los conquistadores del mundo, los que han escrito la historia a sangre y fuego, contaban entre sus filas con buceadores expertos en recolección o en asaltos. Los buceadores Romanos descendían agarrados a piedras a modo de lastre. Portaban una esponja empapada en aceite. Cuando llegaban al fondo, mordían con fuerza la esponja y sacaban el aceite. Este aceite, cubría momentáneamente el rostro del buceador y al tener distinta densidad, y, gracias al distinto índice de refracción de la luz, durante ese breve instante de tiempo, mejoraban la visibilidad. Plinio observo el 77 A.C. como los buceadores militares, en Cartagonova, empleaban tubos, toda una revolución que ayudo a que Cartago fuera una potencia que rivalizó con el todo poderoso imperio Romano.
LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS
Con la caída de los imperios, parece que el hombre, da la espalda al mar. Aunque en la edad media, no se consiguen logros importantes no dejamos de encontrar referencias al mundo subacuático. Federico Schiller inmortalizó en su “balada del buceador” las proezas del buceador Nicolás, conocido como “el pez”, que también aparece en el “Quijote” del inmortal Cervantes con el nombre de “peje Nicolao”.
Una potencia emergente, España, domina el mediterráneo con una flota potente. No tardaremos mucho en descubrir el nuevo continente con sus riquezas. Comienza la lucha por descubrir, la lucha por la hegemonía, y el submarinismo va a tener un protagonismo indiscutible. Hasta al gran Leonardo, allá por el 1500 se le atribuyen diseños de aparatos para bucear. En su “Codex Atlanticus” diseña guantes palmeados para las manos, trajes de cuero, tubos conectados a campanas que flotaban en superficie (¿narguile?) capuchas con púas para protegerse de los depredadores o de las bestias marinas tubos con boquillas muy parecidas a nuestro “snorkel” o recipientes con aire colados en el pecho del buceador que se puede considerar como un atisbo de equipo de buceo autónomo. Ni siquiera Leonardo, el excelso Leonardo, el de la enigmática Gioconda renunció a la conquista del los mares.
Los tesoros del nuevo mundo comienzan a llegar. Magallanes y El Cano dan la primera vuelta al mundo. Tantas riquezas, supone un esfuerzo en construcción naval, un enorme tráfico de bajeles, carabelas, galeones…
Muchos de estos barcos terminarán sus días encallados en bajíos, destrozados ante acantilados, desmantelados por tormentas, galernas, huracanes o impericia de sus tripulantes. Y con ellos, muchas riquezas quedarán en el fondo del mar. No es de extrañar, por lo tanto, que Felipe II, siente las bases para la creación de la flota de corso y recuperación. Ahora, comienza una carrera por disponer de ingenios que permitan alcanzar mayores profundidades permaneciendo más tiempo. Desgraciadamente, los visionarios inventos de Leonardo no cuajaron y la línea de trabajo se centrará en las campanas de buceo.
Cuando en 1535 Gugliemo de Loreno presenta ante el emperador Carlos I, en Toledo, la considerada como primera campana de buceo. Las variaciones sobre este invento no se hicieron esperar. Con más o con menos éxito, numerosos submarinistas comenzaron a trabajar en un ambiente frío, claustrofóbico y peligroso recuperando tesoros para la corona. En 1582 la Campana de Bono, en 1603 el ingenio de Jerónimo de Ayanz, en 1623 el de Pedro de Ledesma… Los buceadores podían permanecer hasta una hora sumergidos. Una etapa febril de la historia, donde se suceden los acontecimientos, los reinos caen y se levantan, las tendencias religiosas se modifican, la vida no es fácil para la gran mayoría de la población, sometida al capricho de una clase noble plenipotenciaria. Tampoco es fácil para los buceadores. Largas jornadas de trabajo en condiciones penosas, muy poco sueldo y escasas esperanzas de supervivencia. No creo que ninguna crónica de la época, registrara como alguno de estos hombres, al abandonar su campana, exclamara: – “esto del buceo es una p…” –.
En 1616, Frank Kessler inventa, sobre la base de la campana de Loreno, la campana de observación, con una forma que permitía caminar por el fondo marino a la vez que lo exploraba. Von Guericke, en1650 diseña una campana de buceo con suministro de aire desde superficie gracias a una bomba manual. Los efectos de la presión al alcanzar mayores profundidades durante más tiempo, comienzan a sentirse, aunque, es demasiado pronto para que los desafortunados sepan lo que les ocurre. Frente a las costas del litoral Catalán, las mismas que verán las genialidades de Dalí, comienza a usarse, en 1677 la llamada “Campana de Cadaqués” para recuperar oro de los barcos hundidos. En 1680, Borelli diseñó lo que pudiera ser la antecesora de la actual escafandra. Se trataba de una enorme bolsa de cuero donde el buzo podía transportar su provisión de aire, introducida con un émbolo. La cabeza debía meterse en la bolsa, que llevaba una ventanilla, y para los pies había unas aletas en forma de garras, para adherirse al fondo del mar. Posiblemente, este aparato nunca llegó a emplearse.
En 1690 Edmund Halley, presta atención al diseño de Borelli, comprendiendo que las mejoras de estos ingenios tenían que estar encaminada a la renovación del aire de su interior. Halley lo consiguió gracias a tubos conectados a barriles. Su sistema se mantendría hasta 1742 batiendo records de permanencia. Robert Boyle, lleva desde 1667 estudiando los efectos de la presión sobre los gases. Al ver burbujas de gas en los ojos de una serpiente sometida a gran presión comienza a desarrollar sus teorías sobre la enfermedad descompresiva. Los avances en este campo, contribuirán a salvar la vida de muchos de los buceadores que trabajaban en estas condiciones. Sin embargo, no será hasta 1715, cuando John Lethbridge construya el primer ”traje” de buceo cerrado. El agua entraba a partir de los 22 metros pero, a pesar de ello, fue todo un éxito. Este invento volverá a cambiar la forma de pensar de todos los inventores, y desde entonces, se buscará la autonomía del buceador.
Mientras tanto, nadie pasa por alto de la importancia que va a tener el submarinismo en ámbitos profesionales y militares. Estamos a las puertas de la revolución industrial y las grandes construcciones de infraestructuras en Europa, van a necesitar la intervención de buceadores. Tampoco, el mundo escapa de conflictos bélicos, y, en todos los ejércitos se crean unidades en las que los buceadores tienen un papel importante. En 1782, España crea la primera unidad de buceadores de combate. Smeaton en 1788 ha comercializado la primera campana con suministro de aire. Estamos en 1823. Los ingleses Charlesy Anthony Deane, están, sin saberlo, a punto de abrir el mar, y sus misterios a todos los buceadores. En este año, estos ingenieros han inventado un casco, con suministro de aire que van a emplear los bomberos. Sólo unos años más tarde, en 1828, acoplan mediante correas este casco a un traje. Estamos ante el nacimiento de la escafandra de buceo.
EL BUZO MODERNO. Un Experto ingeniero de artillería, veterano de las batallas napoleónicas se estableció en 1819 en Londres. Su gran ingenio no tardó mucho en destacar, y sus inventos ganaron popularidad, sobre todo cuando gano el premio concedido por la “Royal Society of Arts”. En 1830 los hermanos Deane, solicitaron la ayuda del ya muy popular August Siebe para perfeccionar su casco de bombero. El alemán, natural de Sajonia diseña un casco con tres ventanillas, una frontal y dos laterales. En 1855 En 1855 el francés Joseph-Martin Cabirol creará un casco con un cuarto ojo de buey situado en la parte superior, pero la forma general de las escafandras se basará en el diseño original de Siebe.
Siebe se fijó en muchos de los ingenios descritos en este texto hasta conseguir que su primer prototipo viera la luz en 1836. Una de las mayores novedades técnicas era que el casco incorporaba una válvula que impedía que el aire bombeado desde la superficie fuera repelido por la presión del agua. Hasta ahora, todos los sistemas estaban abiertos en su parte inferior, de manera que, si el buzo no se mantenía en posición vertical, el agua podría entrar dentro del casco. Eso quiere decir que, una simple caída, podría ser fatal. La solución llega en 1837 cuando Siebe fabrica un traje con lona recauchutada sellado al casco mediante un sistema de bridas. Esta innovación supone que el buceador puede trabajar en cualquier posición y permanece seco. Es más, la capa de aire que contiene el traje consigue que el buzo pierda calor con menos rapidez, lo que significa un aislamiento eficaz contra el frío. El invento demostró ser tan satisfactorio que permitió a Siebe, ya asociado con su yerno, Gorman, fundar la compañía Siebe Gorman Ltd., especializada en la fabricación de equipos y trajes de buceo así como en toda clase de trabajos submarinos.
Su eficacia quedó probada durante los trabajos de recuperación del los bienes hundidos en el HMS Royal George. Desde 1840 hasta 1843 los buzos equipados con las escafandras de Siebe recuperaron 30 cañones de este barco hundido en 1782. Gracias a este invento, los buceadores podían permanecer durante horas en el fondo, con mayor más autonomía, en mejores condiciones y a profundidades nunca antes alcanzadas. Por el contra, y, como cabría esperar, los primeros casos de E.D. no tardaron en aparecer. Y no sólo en el ámbito estricto del buceo. La gran cantidad de infraestructuras que se construyen en esta época van a poner al límite la capacidad de arquitectos, ingenieros e inventores, y la paciencia y fortaleza de los buceadores imprescindibles para finalizar estos trabajos. Por cada puente que se construye sobre un rio, por cada presa, por cada kilo de mineral extraído en las minas presurizadas. Hay un buceador que asume el enorme riesgo de padecer la temida enfermedad descompresiva. En muchas ocasiones, sus síntomas van a ser atribuidos a “brujas o demonios de las profundidades”
Ni siquiera los cajones estancos empleados a partir de 1860 detendrán esta sangría de buceadores. En 1865 se patentó un aparato para la respiración subacuática. Consistía en un tanque de acero con aire comprimido, colocado horizontalmente en la parte posterior del buzo y conectado con una válvula dispuesta a una boquilla. Van a pasar algunos años antes de que las aportaciones de pault Bert o de Robert haldane aporten luz a estos casos y proporcionen seguridad a estos pioneros. Pero la carrera por el tiempo y la profundidad no se detiene. En 1860, un oficial de marina francés, Auguste Denayrouze, y un ingeniero de minas, Benedict Rouquayrol, se unieron para construir un aparato más ligero que la escafandra de buzo, que consistía en un depósito metálico que contenía aire a 30 o 40 atmósferas de presión, con un regulador elemental y una manguera que suministraba aire desde la superficie y que se podía desconectar por breves periodos de tiempo mientras el buceador seguía respirando de la reserva de su depósito. Le darían el nombre de “Aeróforo”. Este aparato no llegó a utilizarse masivamente ya que permitía escasa autonomía y no disponía de un sistema de visión adecuado.
Henry Fleuss desarrolló en 1878 un equipo de buceo que funcionaba con unas mezclas de 50% a 60% de oxígeno. Estamos ante las puertas del buceo con mezclas y de los sistemas de circuito cerrado y semi-cerrado. El equipo de Fleuss llegó a ser tan eficaz, que, incluso, convenció a Siebe para que lo fabricara. En 1878 Pault Bertt publica su obra “La Pression baroméetrique: recherches de physiologie expéerimentale” que relaciona los cambios en el metabolismo de las células del sistema nervioso al aumento de la presión parcial del oxígeno, cuando se somete a presión. Estas manifestaciones neurológicas producidas por la toxicidad del oxígeno provocan en los buzos alteraciones visuales y auditivas, nauseas, ansiedad y convulsiones. Los resultados de los estudios de Bert abren un nuevo umbral de seguridad para los buceadores.
En 1905 Siebe presenta en sociedad en casco de buceo Mark-V, posiblemente, el más conocido, que prestará un gran servicio en servicio en las unidades de buceo de todas las armadas del mundo, llegando a emplearse, prácticamente hasta nuestros días. Una de las grandes revoluciones en materia de seguridad llega en 1908 cuando el Escocés John Scott Haldane, desde su laboratorio de la universidad de Oxford comienza a investigar la fisiología de la respiración. Contratado por el parlamento para estudiar las causas de la elevada mortalidad en las minas de Cornwall y de los buceadores de la armada, se basó en los trabajos de Pault Bert, que había identificado al nitrógeno como causante de la enfermedad descompresiva. Pero los experimentos de Haldane lograrán no sólo predecir sino también prevenir esta patología de manera sistematizada. La publicación de sus trabajos en el informe “The prevention of compressed air illness” sentará las bases para todas las tablas y planificadores de inmersiones que comenzarán a usarse desde entonces y, por supuesto de los futuros ordenadores de buceo que aún, están lejos de fabricarse.
LA ERA MODERNA
La I guerra mundial, no detuvo la investigación y el desarrollo de ingenios submarinos. Ahora, la necesidad de obtener ventajas tácticas con las que superar al enemigo hacía muy rentable el patrocinio de cualquier “arma definitiva”. El arma submarina, sobre todo la de Alemania, que comenzaba a ganarse una merecida reputación experimentó un avance importante en cuanto a tecnología y seguridad. Si algo quedó claro en este conflicto para los militares, era la necesidad de invertir en tecnología para actividades subacuáticas. Las inmersiones con helio comenzarán en 1924.
En la década de los 30 se crean elementos fundamentales para el desarrollo del buceo moderno como las aletas o patas de rana (1935), el tubo respirador (1938) y la máscara que abarca ojos y nariz, patentada en 1938. En 1933 un investigador francés, Le Prier, patenta la escafandra que proporciona al buceador una autonomía real, gracias a la botella con aire a alta presión (150 atmósferas), y una buena visión, con el empleo de una máscara facial. Pero este aparato no disponía de un sistema de control del consumo, lo que limitaba mucho su autonomía. En 1939 todos estos avances culminan con el primer rescate de la tripulación de un submarino con vida
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
En 1942 los submarinistas alemanes ya contaban con equipos autónomos de emergencia, con oxígeno, basados en el diseño que Dragger hizo según las indicaciones del visionario Han Hass. Muchos jóvenes de las armadas de Alemania o de los Estados unidos has podido salvar la vida gracias a estos equipos. Sin embargo, la mayor revolución en el mundo del buceo, llega en 1943cuando el Teniente de Navío Jacques-Yves Cousteau, el ingeniero Emile Gagnan, y el joven deportista Frédéric Dumas prueban en aguas Francesas el aparato con el que tantas generaciones de buceadores han soñado. Se trata de la primera escafandra autónoma, cuyo elemento fundamental es un regulador que suministra al buceador aire a presión ambiente. Este aire se encuentra comprimido a gran presión en una botella, que puede transportar el buceador, perdiendo en autonomía, pero ganando en libertad de movimientos. El final de la II guerra mundial llevará los avances obtenidos al campo profesional. Sin duda, las filmaciones de Hass y, posteriormente las producciones de Cousteau, incluyendo su oscarizado “mundo del silencio” van a contribuir decisivamente a la implantación de una conciencia ecológica, deseosa de aventuras para muchos hombres y mujeres.
EL BUCEO RECREATIVO
Comienza la época del buceo recreativo. Ahora tras la creación de las primeras empresas que comercializan equipos de buceo para particulares, comienzan a aparecer certificadoras y asociaciones que se dedicarán a la enseñanza del buceo con fines lúdicos. Así, en 1955 YMCA es la primera organización en regular certificaciones de buceo recreativo. Un año más tarde, ACUC comienza a impartir cursos de buceo recreativo en América del norte. CEMAS se funda en 1959, y DAN en 1980. Las mejoras en los estándares de enseñanza, la unificación de criterios, los avances en los materiales, la optimización de los equipos, empiezan a satisfacer las demandas de un mercado potencial cada vez más fuerte y promueven la conciencia conservacionista de un sector de la población o, simplemente, la necesidad de aventura. Podemos explicar de muchas formas el auge experimentado por nuestro deporte y como, el buceo recreativo se consolida como un gran mercado en el que las novedades en tecnología y formación llegan, cada vez con más velocidad.
Ahora, que los buceadores entran y salen del agua confiados, seguros, disfrutando de un medio único, es cuando no volveremos escuchar a nadie exclamar: -“esto del buceo es una p…-“… …O quizás sí.
Zona de inMersión: El fondo marino es atractivo, la vida marina enamora, pero lo que de verdad te engancha, son los hierros de los barcos cuando buceas solo con unas bermudas.