CARBONERAS (Del 14 al 17 de mayo): UN PUENTE AL VERANO.
CADA INMERSIÓN TERMINADA ES SINGULAR,
UNA HISTORIA ÚNICA, UN MUNDO APARTE,
Y ASÍ SERÁ,
AUNQUE LA HAGAS MIL VECES.
En Carboneras se bucea sin prisa por terminar, pero con ansia.
Carboneras es la cuna del apedreamiento de los calamares en las arizónicas, el ansimasá, el sorbete, comprobar que en ruso depravado se dice guarrillo, Mirian cargando, capitanes de arena, pulpos cleptómanos, indignaciones, el “traje mojao”, la deco del San Pedro, el resurgir de las rubias, despliegues conceptuales de boya deco, lost in traslation, budas luneros, nocturnas epilépticas, levantadas, flan de queso, el hombre de negro a color y no diciendo “más ná”, queda dicho “tó”.
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310€
El precio incluye:
- 3 noches de alojamiento en habitación doble.
- 3 desayunos, 2 comidas, 3 cenas.
- 5 Inmersiones.
El precio NO incluye:
- Suplemento por habitación individual (30€).
- Inmersiones extras diurnas (30€).
- Conceptos no especificados en “el precio incluye”.
Si eres de los de darle uso al ansiamasá para que no se envicie, de los que solo terminan las inmersiones cuando les vence la soledad y el frío, o de esa maravillosa minoría que se pueden permitir el lujo de perder neuronas buceando… esta es tu escapada y este es tu sitio.
Sí, Carboneras, donde todo sigue igual aunque las cosas sean diferentes.
El viernes abandonaremos la languidez melancólica de Madrid y fijaremos el primer “waypoint” del camino en la despensa, donde, como llegaremos con más hambre que una garrapata en un peluche, taponaremos las úlceras con esos productos Manchegos cuya elaboración requiere una constitución episciforme, con necesidad de parenquiar los calores para que no queden señales externas de formosis próxima. Es decir que nos habremos pasado todo el invierno reduciendo silueta a base de comer arroz hervido, corchopanes y chupando la tapa de los Danoninos para ahora entregarnos al ansia gumiosa más integrista.
De nuevo en carretera, la distancia impondrá una segunda parada en algún lugar del camino, pese a que reconocemos no tener favoritismos y advirtiendo que, en ocasiones, nos hemos puesto a prueba el sistema inmunológico con croquetas de garrafón en lugares con menos gusto estético que dos raperos con una posesión diabólica.
La historia empieza a pintar retozona, porque, una vez llegando, podemos optar de ir tirando de nocturna siempre que la presión de grupo afecte el gruñido neuronal de Gabi tanto como para que nos facilite los medios para nuestra labor de hociqueo de moluscos y lo que surja. En caso de que no, tendremos que recalibrar el ansiamasá y nos aprestaremos a saborear alguna bebida espumosa al calor del atardecer justo antes de compartir inquietudes ante una mesa surtida. vamos, lo que viene a ser apretarnos unas cuantas “Alhambras” bien fresquitas antes de saciar el artesanado donde Diego.
El lema “que no farte de ná” sigue resonando en las paredes del local cada vez que pides ali oli, pan tostado mientras las jarras de cerveza van cayendo. Después nos servirán los los contundentes platos del menú, donde, por supuesto, la estrella, sigue siendo un flan de queso más denso que un batido de adoquines.
El sábado daremos fuelle al ansiamasá haciendo dos inmersiones, parando para comernos un “muesli” a media mañana y engañar a la “gusilla” hasta las dos y media. Posiblemente lleguemos al restaurante de Diego con tanto desenfreno que nos comeremos untado de alioli hasta las servilletas.
Tras el valor demostrado en el almuerzo, el despertar de la siesta nos abrirá un inmenso número de alternativas de ocio cultural o saborear junto a la playa esas deliciosas tartas al whisky, pero sin tarta y con coca cola, aunque, si le echamos valor a la cosa, nada impediría una inmersión de tarde o incluso, si apelamos con la suficiente intensidad, una nocturna.
Las cenas en Carboneras… son más o menos así: Yo voy a cenar ligerito, dice la razón. Y yo voy a cenar sano, dice el corazón. Y yo voy y me descojono, dice la experiencia…
A ver, la distancia entre nosotros y Carboneras está, en lo referente a kilometraje, en el límite superior del dolor. Es decir, que probablemente, prioricemos estancias de tres días en lugar de los “clásicos” de dos. Por lo tanto, si esta escapada tiene un día más, las cosas serán igual que ayer. ¿sí?.
El último día, tras un grado casi inhumano de sometimiento voluntario a esos manjares que mantendrán el estómago taponado, nos despertaremos y regresaremos al coqueto centro de buceo para apurar las cálidas aguas que rodean a la isla de San Andrés disfrutando de su variada fauna en una o dos inmersiones de las gordas. Para ser concretos, dos veces siempre, o una, si hemos sufrido una exposición excesiva al mermeamasao o por aquello de regresar sin atascarnos en las entradas de Madrid.
Tras empaquetar equipos, un casto beso (para ellas) y un sincero apretón de manos (para ellos) y que cada mochuelo y mochuela vuelen hasta su olivo.
Como dice la canción: “go out with the merme, come on with the ansimasá, a lot of the ansiamasá”…
¿Te gusta bucear O eres de los que se conforman haciendo inmersiones?
¿SCUBAGUETO?, ¿ANSIAMASÁ?.
A VECES, A MÍ TAMBIÉN ME CUESTA COMPRENDERLO.