Expedición FILIPINAS 2015
Filipinas… ¿qué os puedo contar de Filipinas?
Es otro de esos países imaginarios como México, Maldivas o Egipto plagado de animales mitológicos como los caballitos de Silvia. La verdad, era que, ni puta gana teníamos de ir a estos lugares, pero la recomendación de Fernando Ros (Nandu, una excelente persona y mejor amigo), fanático de la vida micro (micro implante capilar, micro pene, micro machines…) y sobre todo insistente, me obligó a ir valorando las posibilidades del buceo en Filipinas. Cuando contacté con Manu, en el DTS14, y me facilitó toda la información, me dio la impresión de contratar algo totalmente controlado, cuidado en todos los detalles y sin prometer cosas imposibles. Lo que faltaba era proponer a los Scubagueto`s Anilao como destino, y, he de decir, que pese a la buena acogida del proyecto, yo, aún, no las tenía todas conmigo. Tuve que esperar a un “consejo de chicas” para decidirme. Tras fracasar sus intentos de hacerme cambiar de idea aplicando hierros al rojo o estirándome en el potro, lo de la toalla mojada termino por convencerme… y programé el viaje para la última semana de noviembre.
Bien, como siempre, lo primero es conocer un poco nuestro próximo destino.
A ver como os cuento esto sin utilizar las manos… Más o menos cuando Carmen empezaba a dar sus primeros pasos, Filipinas no existía. No era nada. Lo que había eran unas placas tectónicas (del griego tektonikos, y no del hipocorístico “teta”) que se desplazaban bajo la corteza terrestre y que chocaban, precisamente, en ese lugar. Por geología, sabemos que, bajo nuestros pies, más debajo de donde los perros entierran los huesos, la tierra no es tan sólida como parece. Realmente, flotamos en una mar de magma, o algo así me pareció entender. El caso, es que, cuando un trozasco de piedros avanzan y chocan contra otro trozasco de piedros que vienen en dirección contraria, el más delicadito subducciona mientras que el otro se aberroncha contra el rocaje vivo. El resultado, es que, cuando convergen los bordes que se van a las fallas, puede pasar que salga asomando la puntita, como en el caso de Japón, o que el chorraco de magma aparezca “por de entre las grietas” y forme islas, como en Filipinas. ¿comprendido?, ¿no?
Probemos de nuevo… Imaginad que Pamela Anderson se pone un wonderbrá de encaje de redecilla, pero tres tallas más pequeño. Mientras que no se lo cierre, no pasa nada, pero cuando consiga cerrar el broche, la presión ejercida entre tela y carne puede hacer que el pezón asome entre los cuadraditos del sostén ¿no?, bien, pues ese pezón, es Filipinas. ¿Ahora sí?
Bueno, pues Filipinas es un archipiélago, y todos sabemos ya, que los archipiélagos que se forman en estas zonas son las cumbres de montañas submarinas… parece que la frase “sólo la puntita” cobra una nueva dimensión ¿verdad?. Pues en esta zona, surgieron islas por doquier, miles de ellas, que una vez han visto la luz, esas ínsulas de origen volcánico se llenan de árboles y bichos, se pintan todo de verde y se quedan ahí, esperando que alguien las reclame.
Y los primeros que las reclamaron fueron un grupo étnico llamado “Ati”, lo que vendría a ser una tribu urbana de las nuestras. Se ve que estos chavalotes, aislados, y que iban siempre, por lo tanto, con la mazorca a punto de hacer palomitas, ciertamente, muy necesitados de ciertas actuaciones erótico festivas, se consolarían haciendo el agujero (imaginad cómo y con qué) a unos pastelitos cubiertos de chocolate que más tarde se llamarían “Filipinos”. Por eso, chicas, vosotras seguid buscando a los que hacen los agujeros a los donuts, o las más osadas al roscón de reyes… y, ya que estamos dando consejos, querer al que os quiera vestidas porque desnudas os querrán todos.
Como las islas estaban aisladas, todo el que pasaba por allí montaba un cisco y se liaba a exportar las riquezas de la zona, principalmente, filipinos (en forma de postre), filipinas (en especial buenorras) y lo que se encontraban por el suelo. Las dinastías empezaron pronto, es especial la de Tondo, que encontró un placer inusitado en fundar una ciudad justo al lado de una ciénaga. La buena marcha comercial de la ciudad despertó el ansia gumiosa de los de Brunei que llegaron repartiendo estopa y se quedaron con todos los garitos de la urbe.
La proximidad con china y Japón rápidamente se convirtió en multitud de relaciones comerciales que permitieron a los hombres dejar de lado la fabricación de “Filipinos” y centrarse más en la elaboración de porcelanas para los “todo a 1€”, manejar metales, domesticar patos y criar peces (en piscifactorías, no es coña) con técnicas mucho más avanzadas que las que había en Europa en esa época.
La cosa funcionaba más o menos, hasta que a Fernando de Magallanes se le ocurrió salir a dar una vuelta, pero de “tranquis”, y llegó al archipiélago, dejando para la posteridad la inolvidable frase de “pa chulo, chulo mi pirulo” y que las Filipinas eran suyas. También se dejó los dientes cerca de Cebú, pero eso, es otra historia.
Legazpi, sólo con cinco barcos, cuatrocientos hombres y cinco curas (que son los que repartían las hostias) se las apañó para echar a los portugueses de allí. Comenzando la anexión al reino de las Españas. Luego fueron llegando gente como Salcedo y Villalobos que se encargaron de ir poniendo más y más territorio bajo el mando de lo que terminaría siendo –agárrate que vienen curvas- el virreinato de nueva España, porque lo cortés no está reñido con lo original. Esta organización territorial se encargó, como manda la tradición, de remoñonear a collejas a los jóvenes, esclavizar a las feas y, en cuanto a las guapas, ingresarlas en conventos… por libidinosas.
A finales del XIX, los americanos, le pusieron el ojo a las islas, y, así, con inquina, ayudaron a los filipinos y se pusieron a tirarnos petardos de los que hacen sonar las alarmas de los coches. En venganza por los bombardeos, los últimos de Filipinas, respondieron lanzando discos de Pitingo y de Melendi, pero todo fue en vano. Una vez conseguida la independencia, la canallesca de Wisconsin les dijo a los Filipinos muy amablemente, eso de “nos vamos a ir, sí, pero hoy no, mañana” y se quedaron una temporadita. Los filipinos, que ya habían tenido sus más y sus menos con los españoles, se liaron a la carantoña con los yankees. Los muy Americanos, no se anduvieron con contemplaciones y sus campañas bélicas rozaron lo que hoy vendría a ser “crímenes contra la humanidad”. Tampoco es que tuvieran los de Michigan mucho tiempo para disfrutar de sus conquistas ya que, los japoneses, allá por el 1941 les pidieron amablemente por favor que se fueran y se quedaron hasta 1944. Por cierto, unos añitos antes, cuando los japoneses intentaron conquistar Filipinas, Carrión y unos cuantos infantes de marina se convirtieron en los primeros y únicos europeos en derrotar en combate a los Samuráis. Eso fue en Cagayán. Tras el regreso de MacArthur, el que fumaba en pipa como Popeye, Filipinas logra por fin la independencia y se empiezan a suceder gobiernos más o menos corruptos, con más o menos pares de zapatos, incluso con algún que otro magnicidio de por medio.
Todo esto, viene en el artículo que estoy leyendo, justo antes de que Manu, venga a la tienda para responder a nuestras preguntas, solucionar nuestras dudas, cerrar lo del taxi y tomarse unas birras. La cuenta atrás está terminando y el wasup no deja sonar con preguntas sobre maletas, repuestos, botiquines, cambio de moneda, y, la más original de todas, ¿Qué traje me llevo?
El sábado, me llaman por teléfono Javier y Vicente, desde Ponferrada, para decirme que están a punto de salir. Por la conversación, rezaré para que no los paren en ningún control de beneméritas por que los noto con más alegría de lo normal, más contentos que Pocholo en el camión de la Mahou. No sabré nada más de ellos hasta que no lleguen al aeropuerto. Cuando aparezco en la tienda, por la tarde, Sonia está completando equipos y distribuyendo “lupas”, así, como suena. Con su voz grácil y melodiosa me berrea que vaya a no sé dónde a por no sé qué. Finalmente, baja ella y, lo encuentra y es que si mi mujer hubiese sido la protagonista de “la búsqueda” la película hubiera durado dos minutos. Con todos los equipos listos, preparados, pesados y empaquetados nos vamos a la cama.
Ese ruido infernal llamado despertador me saca de mi letargo y me sugiere que hay que ir bajando, que la gente ya anda con la inquietud propia de las grandes ocasiones. En la Scuba, vienen Mer y Maribel, la de Torrijos, que ya lleva el pelo como el papel de escurrir los sanjacobos. En el aeropuerto nos encontramos a Silvia que vienen con un sherpa con objetivos, y a Bea, que lleva preparado su equipaje en una mochila, que ella dice que es un accesorio de “moderna” pero yo creo que la ha cogido en un contenedor. No tardan mucho en llegar Carmen y Rafael, nuestros “niños” y tras ellos, con la familia, Luis. Puntual, también es José Manuel y por supuesto, los que vienen del frío, Javier y Vicente. Facturamos, y recorremos la T4 hasta la sala VIP, esperando a que anuncien la salida del vuelo.
Carmen se sorprende por mi estado de tranquilidad, pero, realmente, ir a Filipinas se diferencia de ir a Carboneras en que no tengo que acordarme de coger las llaves de casa, el resto, es echar dos camisas más, no hay que ponerse nervioso.
Tras la espera, llega el momento de embarcar. El bicharraco este, se divide en dos partes, la delantera, con los asientos del Star Treck y la trasera para el ganado sin pedigrí. Rafa, pregunta qué tipo de avión es y no parece tranquilizarse mucho cuando Javier le responde con el tecnicismo “uno muy grande con motores en las alas”. Aparte de los motores en las alas, el avión de la Qatar airways es amplio, cómodo, con suficiente distancia entre asientos como para poder estirar las piernas y televisiones individuales táctiles, de esas con las que Vanesa se excita más que Abraham Mateo con la cafeína. Hay un mando a distancia de botoncitos y lucecitas, pero atado al asiento, para que no podamos robarlo. En una red, bajo la bandeja, han dejado un paquetito con unas alpargatas de vuelo por si te quieres quitar tus zapatos. Junto a nosotros viene un caballero que es la clavadito a Apu, el de los Simpson, paseando por el pasillo sin descanso está el típico pijo italiano al que te dan ganas de decirle “súbete un poco más el cuello del polo que aún no ha quedado claro que eres gilipollas” y nos hemos percatado de que hay un tipo que nos mira desde la puerta del baño, fijamente, así, como sospechando. Rafa, ya ha comenzado su labor catecumenal, intimando con unas chinas con cara de porcelana que de vez en cuando mueven los ojos.
La oferta audiovisual es enorme. Particularmente, empiezo escuchando una selección de los mejores éxitos musicales de los setenta. No te puedes ni imaginar lo triste que es saberte y tararear todas las canciones. De vez en cuando, el piloto hace usurpación de altavoces, te dice cosas en inglés y en árabe, pero con esa calidad de sonido que más que hablar parece bufar como un dragón constipado, le entiendo menos que a Shakira histérica. Por fin, despegamos y lo primero que nos sirven es una taza de café, pero no café café, sino café de avión. Ahora que cuando piensas en café, en lugar de Juan Valdés, te viene a la mente George Cluney, el líquido negruzco que te sirven, la verdad, desmerece un poco. Cada vez que las azafatas notan que te duermes, te traen esas bandejas con la merienda, llena de productos que bordean esa delgada línea que separa el catering de la comida para perros, y que, hay que reconocerles el mérito, han conseguido que todas tengan el mismo olor, el mismo sabor, pero que el aspecto sea tan distinto que los puedas llamar carne o pescado.
Entre película y película, Carmen, sentada a mi derecha me comenta aspectos sobre las crónicas que hacemos (no será por las del 2015, digo yo) y conviene conmigo en que el éxito de una buena crónica reside en tener el acierto de escribir “admiro cuando tu sobriedad de movimientos incorpora matices a la maniobra” cuando lo que tenías en mente era “vaya mierda de boya deco que has tirado, so paquete”. Rafa sostiene un debate intenso, profundo, metafísico… como una frase de Wittgenstein con Vicente y una azafata portuguesa que mantiene a los chinos callados. Luego, “a medias estadísticas”, se pide un vinito con Carmen. Y digo medias estadísticas porque él pidió dos botellas, pero la que se sorbió con apetencia las dos, fue ella. Tanto tiempo en un aeroplano da como para tratar de maquillar a la última a Javier o como para tratar de resolver el misterio de qué coño hacen los filipinos tanto tiempo metidos en el baño. Con el típico interrogatorio por escrito de abordo, por fin, llegamos a Doha. Y ya andamos justitos de tiempo, algo, que perjudica las intenciones fumadoras de los fumadores. Eso de llegar tan apretados hace que salgan a la luz los instintos homicidas cada vez que en la terminal, un grupo de abuelas en formación de estorbo, se interponen entre nosotros y la puerta de embarque. Finalmente, llegamos a la sala y subimos a otro avión. Este, nos llevará a Manila. Este nuevo aparato es más grande y con más motores en las alas que el otro. No va lleno, con lo que aprovechamos para ampliar horizontes y así, repanchingados, ir adaptándonos al nuevo horario. Para eso, lo mejor es dormir un poco, de manera que, te aíslas del sonido envolvente con los tapones, y del frío con una de esas frazadas que hay en los asientos, que, a propósito, alguien debería decirles a los que hacen las mantas para las compañías aéreas que de las rodillas para abajo también se considera persona. De nuevo te interrumpen con otro cáterin con sus cosas, lo que viene a ser una chabola alimenticia. Finalmente llegamos a Manila, pasamos los controles y cambiamos moneda local para vicios. Luego, salimos al aparcamiento donde nos esperan los del taxi.
Realmente, es aquí donde empezamos a darnos cuenta de la profesionalidad de los de Anilao Beach Resort, nuestro destino. Los taxis están pagados desde Madrid, pero la contratación es por cuenta de ellos. No hay error, ni problemas. Nos esperan y nos conducen por una atascada capital hasta la autopista, y, de allí, hasta el resort… bueno casi.
Resulta que desde que salí de casa he viajado en coche, en tren, en avión y ahora, nos meten en un barco con efecto vibrador, en una travesía de no más de diez minutos, hasta que llegamos al resort, que solo hace falta que al llegar allí nos den una bicicleta…
…El resort, ¿Qué os puedo contar del el resort?
El resort está ubicado en una península, bastante escarpada, y que termina abruptamente en el mar. Eso quiere decir que visto de abajo-arriba, tiene toda la pinta de ser de esos lugares de dos “suputamadre”, para precisar un poco más suputamadrelacuestaparriba y suputamadrelacuestapabajo. Eso sí, desde que nos hemos sometido a la guardia y custodia del Anilao beach resort, tenemos claro que no nos van a dejar dar un palo al agua. De momento, conocemos a Dave, un tipo de voz grave, seria, moreno, curtido y que se nota que es el que manda porque dice mucho que no con la cabeza. Con solvencia y tacto nos informa de los horarios, usos y costumbres a la vez que nos invita a sentarnos a la mesa para disfrutar de nuestra primera cena.
El salón, es un espacio abierto. Según entras, a la derecha puedes encontrar un aseo y la entrada a la cocina donde ya puedes encontrar a unas chicas en efervescencia laboral, pero sin perder la sonrisa. También hay una mesa con lo necesario para prepararte cafés o infusiones y un bidón con agua. En el frente, hay otra mesa con la cena, un bufete que consistirá, generalmente, en un caldito como los de mi madre, a la temperatura de la fusión del acero, arroz, y cuatro platos variados de carne y pescado, con un relación excelente entre calidad y cantidad, para que sepáis de lo que hablo, es como un “Felipe” pero en exótico. El postre, es una exquisitez que te sirven de forma individual y que será una sorpresa cada día y cada noche.
Las mesas son grandes, las sillas cómodas y ya nos han preparado un lugar para nuestro grupo, fijo durante toda nuestra estancia. Mientras cenamos, los chicos, ya nos han subido los equipajes a las habitaciones, de manera que, al acabar de cenar, tenemos que subir, dejar los equipos en cajas (ellos los bajarán más tarde) y relajarnos.
Lo mejor para relajarte, así, son las hamacas de la playa, el bar, o los sillones envolventes frente al comedor, pero de todo esto, hablaremos más tarde.
De momento, subimos a la habitación. Como hemos comentado, el resort se ha levantado en una ladera más bien empinada, rodeado de selva por sus tres costados y que termina en el mar. Todas las habitaciones dan al frente, al mar, por lo que, las vistas son inolvidables. Eso sí, cuanto más alto, mejores vistas, pero… más escaleras. Escaleras, dos, una por cada lado, empinadas, que van dando a las puertas de las habitaciones.
Las habitaciones no tienen número, se llaman “nudibranch, o blue ringed octopus…etc. En la entrada te dejan un paraguas, que espero que no sea por las humedades del techo. Nada más pasar, tienes los interruptores, uno para las luces de para fuera y otro para las luces de para dentro. El aire acondicionado es silencioso, pero silencioso de verdad. Hay dos camas grandes, enormes, altas, cómodas, Y pegado a la ventana, otra cama que sirve para dejar encima la ropa. El baño, tiene el techo de plástico lo que garantiza que esté iluminado hasta por la noche. Es grande, con dos lavabos y una ducha en la que si no te quieres mojar, pues no te mojas de lo grande que es. Desde el balcón, tienes unas vistas preciosas del resort, de la playa y del mar. La seguridad es completa, con vigilantes nocturnos armados que te saludan amablemente.
En la zona central está la piscina, que cuenta con dos vasos, uno con una profundidad moderada, de metro y pico y otro con más de tres metros de profundidad que tiene hasta una cueva. Más abajo, la recepción con el aula, la sala de fotografías, todo un lujo con “estaciones individuales acolchadas” dotadas de sopladores, enchufes, luz y armarios para guardar tus cosas. Un lujo muy bien diseñado y que demuestra que el lugar de buceo es ideal para la fotografía. Un edificio más abajo encontramos la zona de equipos, con armarios individuales y por debajo, la completa y cuidada sala de compresores. Justo delante, está la gran terraza con zonas de enjuague, mesas y los trastos para hacer el briefing diario.
Si las instalaciones son modélicas y funcionales, lo de la atención en este resort es otro nivel. Cuando llegas a la charla técnica el equipo está montado, listo, tan solo tienes que confirmar el porcentaje de oxígeno de la mezcla. Luego, ellos suben todo al barco. Cuando terminas la primera inmersión, ellos cambian a botella. Ni que decir tiene que durante la jornada de buceo, está siempre cuidando de ti. En el restaurante, más de lo mismo. Las chicas, todo simpatía están pendientes de que no te falte de nada, lo que decimos, un Felipe exótico.
De los guías… hablaremos más adelante.
…Cosas que hicimos en Filipinas
Tras la cena, y una pequeña conversación al calor de una buena cerveza San Miguel en la que todos coincidimos en que la culpa de que existan los poligoneros y las chonis es de sus padres, que se liaron a poner cubre esquinas y tapas en los enchufes sin dejar que la selección natural hiciera su trabajo, subimos a nuestras habitaciones. Tantos escalones me convencen de mi maravilloso estado de forma, que estoy como un Ferrari. Seguro que si me subo ahora en una báscula paso de 0 a 100 en menos de tres segundos. Cuando abro la habitación, me tumbo en la cama, y comienza entonces esa despiadada lucha entre permanecer acostado porque he pillado una buena postura o levantarme porque me hago pis. Cuando finalmente entro al baño compruebo que en estas habitaciones tienes material como para grabar tres capítulos de Frank de la jungla. Es lo que tiene estar rodeado de selva, que compartes el enorme espacio con tres gekos, una mantis religiosa, y dos arañas.
A las dos de la madrugada, el gallo, empieza a cantar. Mierda. El muy cabrón tiene la hora cambiada, y yo, he olvidado ponerme los tapones en los oídos. Esa combinación de infortunios da como resultado que ya estoy más despierto que el repartidor del pan Bimbo. Tan despierto como en aquella etapa gloriosa de juvenil ocio nocturno en la que salía más noches que el camión de la basura y sin temor a efectos secundarios. Hoy en día, lo único que puedo hacer es anotar al gallo en mi lista de especies a extinguir en cuanto me dejen. A la que el sol asoma, el pájaro del árbol, empieza con su melódico trino. Que Dios haya permitido la evolución de estas maravillosas criaturas dotándolas de tan bellos colores y armoniosos cantos, quizás, pueda explicar el aumento en el número de ateos. A las cuatro y media de la madrugada, el señor de la finca de al lado se pone a cortar hojas de las palmeras a machetazos, y es que, el ser madrugador no tiene por qué estar reñido con ser un hijo de la gran puta. Dormito hasta que suena el despertador, me ducho con mis nuevos amiguitos y bajo a desayunar. Mer dice que me nota “cariacontecido”, y es que, yo, o me levanto temprano, o de buen humor, pero no me pidáis imposibles. Llevo un día de perros, pero me consuelo imaginándome como tiene que ser el de un Tiranosaurus rex masturbándose y se me va pasando.
Según avanza la hora, se nos unen el resto de los del grupo. Luis, por ejemplo, ha dado tantas vueltas en la cama que se ha despertado con bailarines de break animándole. Bea baja ya con su color blanco mortecino pero sanote y hasta Silvia, trabajadora experta en “chonitales” y veterana de tantas guardias atendiendo a niñas de quince años que han tenido más hombres dentro que el caballo de Troya, llega con cara de haber estado oliendo nidos de abubilla. Como podemos, desayunamos y nos dirigimos a la terraza. La primera inmersión, se perpetrará en un punto llamado Mainit, que en tagalo quiere decir “caliente”. Para ir avanzando cosas, os tengo que contar que, a excepción de dos o tres, el nombre de los puntos de buceo suele estar en inglés, ya que, si tratásemos de decirlo en el idioma local podríamos invocar al diablo.
Me pongo mi sharkskin y mi bermuda rosa de machote esa prenda que me favorece tanto y estoy tan bueno con ella puesta, que cualquier mujer en tres kilómetros a la redonda inundará sus enaguas con los efluvios del querer. Luego paso el trámite de la comprobación del porcentaje de oxígeno, aunque yo, no necesito oxímetro, yo lo hago a distancia, como el mentalista, y con un número abrumador de aciertos que deja atónitos a los chavales del centro. Del tirón nos subimos al barco. Ayer le comente a Elmer, nuestro guía, más o menos el nivel de cada uno y ellos ya se han encargado de hacer los grupos. De todas maneras, ambas “bankas” que así se llaman estas embarcaciones tradicionales, irán a los mismos puntos.
Nada más dejarme caer por la borda, confirmo dos cosas, una, que la dichosa “banka” es más alta de lo que pensaba y que me he pegado un tan impresionante costalada que ya me han descartado como donante de riñón, y la otra, que el agua está a esos 27º tropicales que tanta alegría me producen. Cuando iniciamos la inmersión vamos tomando conciencia de donde nos hemos metido. La visibilidad no es tan buena como en el caribe o en el Rojo, pero llega más allá de los veinte metros. Se nota que hay partícula en suspensión, y claro, con tanto alimento fácil, los peces como las inquietas anthias son una miríada. Pero, enseguida, descubrimos que los peces van a ser meros “cameos” en esta superproducción. No pasa mucho tiempo hasta que los guías empiezan con sus sonajeros que parece el concierto de un percusionista epiléptico y con cada tintineo, nos marcan una especie diferente de nudibránquio. Sobre las rocas, hay un verdadero enjambre de cirrípedos, de todos los colores, que no había visto tanta pluma junta desde aquel concierto de los Locomia en las fiestas del orgullo gay. En definitiva, que todos aquellos que gusten de la vida extraña y pequeña, tienen en Anilao su paraíso. Terminada la primera inmersión, en el intervalo en superficie, charlamos sobre las nominaciones a collejón de oro 2015 y nos percatamos de la estrategia de Vicente para mantener las constantes vitales con tanto calor como hace hoy. Y es que estaba pasando tanto calor que si hubiera venido en ese momento, Scarlett Johanson y me dice que me la tire, me la hubiese tirado, pero, en serio, estaba pasando mucho calor.
Nos dirigimos ahora a Coconut point, que en tagalo quiere decir sitio chungo. Nos sumergimos y la primera idea que se te pasa por la cabeza es que estos cabrones nos han tirado en el sitio equivocado. El “spot” es una puta mierda de arenal, arenal de arena negra, arenal de arena negra que a la mínima se levanta y lo engorrina todo. Pero ves a super Nanny (otro de los guías) tan confiado que le sigues a ver qué pasa. Y lo que pasas es que en cada piedra, cáscara de coco, alguita o pequeña gorgonia hay un bicho, cada vez más extraño que el anterior: cangrejos araña, de porcelana, gambas transparentes, peces hoja, nudibránquios de fuego, sepias “flambeadas” mantis y, por supuesto, el caballito de mar de Silvia. La cara de nuestra Doctora cuando vio el bicho, es para enmarcar. Un pequeño vídeo para dejar constancia del evento y continuamos buscando aliens entre las gorgonias hasta que termina la inmersión. Regresamos al resort con la plena confirmación que el descubridor de este tipo de buceo, el muck diving, fue un Scubagueto ancestral, porque, no se me ocurre otra explicación posible al hecho de que alguien decidiera hacer una inmersión en un puto erial como este.
Flipando con todo lo que hemos visto, llegamos a la playa del resort. Por cierto, para aquellos que habéis visto las fotos y estáis impresionados con la imagen idílica y exótica de la playa de fina arena, que sepáis que los granos han crecido y ahora la playa es de fornidos cantos rodados. Por las paredes del resort, que no me cansaré de decir está en medio de una jungla, de vez en cuando corretean coloridos milpiés que confirman mi teoría de que si ves un bicho en el mar te abres paso abriendo cabezas a aletazos, si es preciso, para verlo de cerca, pero si lo ves en tierra te da asquito y lo pisas.
Esperamos a que baje Vicente de su habitación, que se encuentra, según subes, a la derecha, la que ya tiene escarcha por las paredes, para empezar a comer. El gallego, no se ha quitado el traje, como ya hiciese en México, y parece que con tanto calor lo está pasando peor que Paquirrín en el saber y ganar. El salón tiene hilo musical, cuando llegamos, hay puestas canciones de esas que parecen compuestas por un mono aporreando las teclas de un piano, pero solo las negras, que cambian de inmediato a temas de los ochenta y… ¡¡¡ joder !!! que me los sé todos… menuda depresión.
Tras comer, volvemos al barco para hacer la tercera inmersión del día, llamada Kooala, un lugar muy afectado por el paso del último tifón, pero lleno de curiosidades, esta vez, en forma de pez rana. El final de la inmersión lo reservamos para bucear junto a un par de tortugas, una de ellas, de gran tamaño. Lo que más me impresionó fue mirar a los ojos de una mantis y dejarme seducir por ese movimiento intrigantemente perturbador que tienen.
La última inmersión del día es a elegir, entre una “sunset” lo que viene a ser una romántica de toda la vida, o una nocturna de las de noche, noche. Nosotros, elegimos la segunda opción y regresamos a la zona de Mainit, muy cerca del resort (y sí, muy cerca porque lo de los tiempos de inmersión se nos ha ido un poco de las manos) pero con una diversidad de escenarios impresionante y muchas más sorpresas en formas de nudibranquios de colores y de aspecto extraño. Tras la cuarta inmersión del día, regresamos al centro. No hay que preocuparse por nada, ellos desmontan, endulzan, secan y cuelgan los equipos. Lo único que tengo que hacer es ocuparme de cargar baterías, mantener la Xacty y subir a la habitación a pasarme a limpio.
Bajo a cenar, convencido de que sería una idea cojonuda poner a los lados de la escalera, cada diez pasos una botella de oxígeno y un desfibrilador. El comedor abierto, la iluminación, la noche estrellada y, sobre todo, la compañía ayudan a crear una atmósfera incomparable rota, solamente, por las conversaciones que surgen en toda comunidad de buceo. Vicente, parece muy convencido de ciertas configuraciones de equipo, seducido por latiguillos largos, descompresiones y bibotellas cuando para bucear lo único que hace falta es una cerveza, una mente sucia y un buen compañero de buceo, de esos que saben hasta donde llenarte un cubata sin que le tengas que decir “para”. José Manuel que de joven era como Albert Eistein (siempre salía despeinado en las fotos) está compartiendo valiosa información sobre técnicas de fotografía con Luis. Viendo las imágenes de ambos, llegamos a la conclusión de que el carácter insular de estas aguas ha impedido la proliferación de parejas de una misma especie y, viéndose necesitados, se ha entregado al ardor unos con otros, hasta endogámicamente (como en Tordesillas) creando estas especies tan singulares como la ya comentada mantis, que parece un cruce entre un langostino y un ciempiés.
El gallo cabrón, dicen, no ha cambiado la hora y ha vuelto a cantar a las dos de la madrugada. Y digo “dicen” porque sinceramente, yo, ni me he enterado. Anoche, tras la cena y la deliciosa sobremesa acompañada por Mer, Silvia y Bea, he dormido de un tirón. Me pregunta Carmen, si he descansado, si me he levantado bien… pues la verdad, he descansado tanto y estaba tan a gusto en la cama que si los intentos por levantarme contasen como abdominales habré hecho unas cincuenta. Estoy tan fresco que me atrevo a conversar con Vicente sobre tetas, llegando a la conclusión de que, el único problema que tienen es que van pegadas a una fuente inagotable de rencor y malas ideas.
Enardecido por mi éxito comunicativo (c3po que dominaba más de seis millones diferentes de formas de comunicación y salió ardiendo el día que intentó hablar con Vicente) continúo pasando lista con Javier, el de las antípodas de Ponferrada, que pese a lo que todos digáis yo creo que tiene una nariz muy común… común tucán, concretamente. Luis (que no dudo de su capacidad intelectual pero el sombrero de Harry Potter le mando a la casa de gran hermano) Mer, que de momento no anda demasiado bien con su curso OWD (“Open Wicked Diver”), José Manuel (que no pretendo decir que sea feo, pero se acercó a la camarera y la quitó el hipo), Carmen, que es todo intuición femenina (no es capaz de ver las columnas del parking a medio metro pero ve un pelo rubio sobre el hombro de Rafa a veinte pasos), Bea (que es columnista, es decir, torpe aparcando) Rafa (que ha tenido una vida más dura que la de un Chino alérgico al arroz) y Silvia, que ya ha caído varias veces en el “inco” y en el “ones” y es que cuando no toma café es más fácil que la tabla del uno.
En la mesa del desayuno han dispuesto para nosotros (nuestra fama nos precede) cola cao y Nutella (se llama Nutella porque “manteca de cacao” suena a que engorda que lo flipas) aparte de huevos fritos, tortillas, carnes a la plancha y tostadas con mermelada. Esto sí que es un desayuno, y no lo que nos dieron en el avión, que lo llamaron “catering” porque “dame veneno que quiero morir” ya estaba pillado por los chunguitos. Para aquellos que tenéis en mente hacer un viaje de buceo, os diré que el secreto para una nutrición equilibrada es desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo, pero sin olvidar nunca atacar el pan tostado como su fueras un samurái.
Hoy vamos a probar suerte en un pecio llamado Daryl Laut. Elmer, nos ha dicho que es un viejo casino flotante y que cuenta como principal atractivo escuelas de “batfish” entre sus estructuras. También nos llevará a visitar a la “almeja eléctrica” que, pese a como pueda sonar, ya os voy avisando que no se trata ni de un “puticlú”, ni de u a peli porno. El pecio es una estructura cúbica de la que ya no quedan más que los soportes. En los hierros, se esconden peces hoja, más nudis y gambas. Entre los hierros, los mencionados peces murciélagos y en el fondo, grandes anémonas con su cangrejo de porcelana, que, por cierto, esas fotos del cangrejo en mitad de la anémona… ¡ahora ya me sé yo el mecanismo, cabroncetes!
Javier, con su camiseta de la ponferradina bucea entre los hierros sin darse cuenta que su grifería ha quedado enganchada en una traviesa. Ofuscado, pega tirones que parece querer mover la estructura hasta que sale, eso sí, no con demasiada dignidad. Ha quedado claro que ya va necesitando gafas bipolares.
Regresando a la banka, nos enseñan la espectacular almeja. Y, en efecto, se trata de un bivalvo cuyo contraste de colorido semeja a descargas eléctricas. Tras más de una hora de inmersión, subimos a bordo y hacemos el intervalo en superficie en una calita preciosa, cerca de un poblado charlando con nuestros guías.
Aprovecho para hacer un inciso y, tal y como prometí, hablar un poco de los guías.
En cada grupo, llevamos dos guías. Teniendo en cuenta que no meten a más de seis personas por banka, estamos mejor cuidados que las caderas de Jennifer López. Guías que te muestran las singularidades de este eco sistema, que están siempre pendientes de lo que te pasa, que te ayudan, sin duda alguna, lo mejor que he visto buceando. En el barco, además hay dos o tres personas, todo amabilidad y simpatía, para hacerse cargo del equipo, ayudarte a subir… vamos que estamos más a gustito que Ortega Cano en la oktober fest. Guías que se descojonan cuando Javier trata de saltar de pie, pero se engancha, otra vez con la grifería en la toldilla de la banka en un patético intento por conseguir el collejón de oro 2015.
Pasado el trago del desenganche de la banka, y ya, con Javier en el agua, empezamos a bucear en el punto llamado MInilog. De esta inmersión destacaremos los impresionantes peces rana bostezando y la tormenta de arena que… tendréis que esperar al vídeo para verla. De vuelta al centro, y, dado nuestro altísimo nivel de inglés “inventao” nos comunicamos con la gente con frases tan “Botelleras” como “plis, wáter uno poquito” o la más técnica “one small lastre”. Lamentándolo mucho, los que queráis identificar a los elucubradores anglófonos, os quedaréis con las ganas.
Fueron Maribel y Javier.
Regresamos de nuevo al resort, y nos volvemos a sentar a compartir mesa sin mantel. Maribel, ha decidido no bucear en esta tercera inmersión, pero me consulta si me parece bien. A ver, chicos, cuando las mujeres nos piden consejo, no es porque necesiten una segunda opinión, es porque quieren escuchar la suya, pero con voz más grave. Es decir, que no veremos el pelo amimbrado de la de Carabanchel hasta el “sunset”. Tras reponer fuerzas, volvemos a las bankas y navegamos hasta llegar al punto conocido como “the Cathedral”. Es meternos en el agua y notar como ha entrado una corriente de esas fuertes, de las que te ponen las segundas etapas en flujo. Nos dejamos llevar buscando la entrada a la “catedral”, pasando por encima del castillo como los dementores en Hodwarts y llegando hasta la cruz, donde la fuerza del agua nos da un respiro. La verdad, no sé por qué carajo hablo en plural, si estoy aquí más solo Luke Skaywalker el día del padre. Saco la cabecita por entre las piedras y veo a unos de los guías que me anda buscando. Si soy capaz de perderme en el Ikea con el suelo lleno de flechitas, no quiere ni pensar por dónde podré salir en esta inmersión. Mientras, el resto del grupo se mantiene agarrado a una piedra a veinte uñas arañando más que un galápago saliendo de un cubo de plástico. Nos dejamos llevar por la corriente en un tipo de inmersión de las que le gustan al gallego, pero que aquí no son de las más convenientes. Cuando por fin la orografía del terreno nos libra del empuje del mar, podemos retomar la búsqueda de tesoros, aunque, esta vez, para nada pequeños. Quedamos impresionados por el enorme tamaño de unas tridacnas, que medirían más de un metro de longitud. Tan absortos estábamos viendo estos bivalvos que casi nos volvemos a perder la majestuosidad de las tortugas, que volvieron para hacer mucho más ameno el final de la inmersión.
Como los dos focos de vídeo se han jodido, necesito la colaboración de Bea para esta inmersión. Va tapada, como los del frente Polisario, porque por la mañana ha tenido un romántico encuentro con una medusa que la ha comido los morros y la oreja. Con la carita tan hinchada, da tanta pena, que si hiciesen ahora una película sobre su vida, la banda sonora la compondrían Pablo Alborán o Alex Ubago. La inmersión “sunset” por excelencia es en “mandarin point”, para ver, como diría el “emeté”, el apedreamiento de los mandarines en las arizónicas. La inmersión es sencilla, te tiran sobre un bosque de coral duro, de asta de ciervo, con linternas rojas, que eso parece un puticlub chino, para ver como unos peces minúsculos, que a la que pueden, se vienen arriba, en una danza nupcial que term… vamos que salen a echar un pinchito y ya está. Eso sí, puedo confirmar que los rituales de cortejo de los peces son como los de nuestros adolescentes, pero sin darse el wasup al final. Cuando ya estamos saturados de tanto sexo, nos damos una vueltecita por la zona para continuar disfrutando de los tesoros que se esconden en Anilao. Esta inmersión superará los noventa minutos, y si no pasó a mayores fue porque mi set de iluminación empezó a tiritar de frío. Por si alguno no se puede imaginar lo que son noventa minutos de inmersión, es más o menos lo que tarda un daltónico en resolver un cubo rubick. Por cierto, que, como no los vio, tras esta inmersión, ahora, el pez mitológico de Silvia es el mandarín follador, que ella no lo pudo ver, pero Carmen sí, a la primera, añado.
Las gambas de la cena pican como si llevasen chile habanero y la crema de calabaza está hirviendo. Me dicen que lo mejor es comer en un plato y de los bordes, pero el plato de Silvia está aún más caliente…
¡¡¡ Para qué necesita uno enemigos habiendo gallos cantando a las dos de la madrugada !!!
Debe de pensar Luis, que para una vez que se duerme a la primera… Bajamos a desayunar, Me percato que Silvia aún no está. ¡ Dios mío, a estas horas, y aún no ha tomado café !… habrá que ir pensando en ir dando aviso a las autoridades para que evacúen a la población civil. En efecto, mientras escucha la charla técnica, es cuando se hace visible su espíritu y se nota que tiene esa cara de post-guardia que parece que se está aguantando todo el rato el pis. Luego, empieza a bufar como un dragón constipado porque no encuentra su ordenador. Pese a que hay de repuesto, parece que no tiene consuelo. Veréis, en esto del buceo, cuando las cosas van mal, se arreglan con una conversación, se arreglan con un abrazo, y si no, se arreglan con un cuchillo, pero si le pones ganas todo se arregla. Carmen, de manera altruista, le presta a la de Fuenlabrada el ordenador que previamente le había sustraído y pelillos a la mar. Javier ha salido de su masaje nocturno con un arañazo en la cara… y hoy no hemos visto al gato… por favor, no hacer preguntas incómodas.
En Saddle, nuestro destino, nos encontraremos cara a cara con la adorable serpiente marina (laticauda colubrina) un reptil tan venenoso como apacible que nada como si no le importase nuestra presencia. Tras setenta minutos de inmersión y un breve intervalo en superficie, fondeamos en “Batok”, nuestro siguiente punto de inmersión. Se trata de un arrecife muy extenso, iluminado, lleno de vida y donde pudimos ver los peces más grandes de todo el viaje.
La tarde del jueves empieza con la inmersión de twin rocks, encontrando al caballito pigmeo, que Carmen no vio, pero que Silvia sí, a la primera, añado. Se trata de bajar hasta más de veinte metros y esperar pacientemente a que Nanny descubra a un bicho de menos de un centímetro de altura que se esconde en una gorgonia con una superficie de más de un metro cuadrado. Para entonces, el consumo y el tiempo de fondo hacen más que recomendable terminar la inmersión en aguas más someras. Pero como te entretienes sacando fotos de todo lo que se cruza por tu camino, terminas reflexionando sobre lo corta que es la vida y lo largos que son siete minutos de descompresión. La nocturna, la haremos en “Secret bay”, otro arenal, lleno de caballitos de mar y bichos extraños, pero de la que no tengo imágenes porque la cámara se puso tontorrona.
Viernes por la mañana. Hora del desayuno. Parece que todo va volviendo a la normalidad. Vicente vuelve a ser Vicente y Silvia vuelve a ser borde. El de San Mamed de Piñeiro ya responde cantando a todo, que no le das una colleja por no arriesgarte a producirle más daños cerebrales y la “chonicóloga” ya vuelve a ser la “Gasol”, todo el día cogiendo rebotes. Mientras nos dirigimos al punto de inmersión, Bahura se llama este, vamos cantando el himno de la Ponferradina y resolviendo las dudas de Rafa sobre si las aletas tienen pie derecho e izquierdo o son unisex, Comentamos lo de la inmersión de anoche, cuya conclusión más notable la obtuvo Maribel, que dijo que un pez mandarín es una cosa pequeña y morada, como una picha en invierno. Los guías nos dicen que nosotros no hacemos las cosas que hacen los buceadores normales, es cierto, pero, ¿quién les ha dicho que nosotros queremos ser buceadores normales?
José Manuel que anda haciendo de traductor, se ha enterado que los del resort tienen un equipo de basket. Es paradójico que en un país donde los urinarios están más bajo que la matrícula de un monopatín se dediquen a este deporte. El que hoy anda más desconcertado que un guiri en Santa Pola es Rafa, que está buscando sus escarpines. Al parecer, la solución está, no en las manos, sino en los pies de Silvia, que se ha cobrado venganza por lo del ordenador. El que haya por aquí más chorizos que en cantimpalo genera desconfianza, como esas personas que van por la calle mostrando el pelo del pecho, sobre todo si son mujeres. En fin, a lo nuestro, Bahura…
Una inmersión de arrecife. Con una orografía preciosa. José Manuel me señala un bicho amarillo, mitad nudibránquio, mitad pepino de mar. Está aislado. Parece algo único. Cuando superamos la roca, vemos una ladera literalmente cubierta con estos seres. Casi me ahogo de la risa que nos entró. Haremos dos paradas, una, para tratar de hacer el selfie de Maribel, otra para pasarnos al grupo por la piedra. Entre medias, peces rana pequeños, que como queremos verlos todos a la vez, se produce una acumulación de buceadores que unos bajan, otros suben y cuando se juntan hacen una danza ritual, como los mandarines. En el intervalo en superficie, comprobaremos como Javier y Vicente tiene el pelo a medias.
Fondeados en la tranquilidad de una preciosa bahía, podemos disfrutar de un baño. Maribel trata de subir a bordo por los patines, al restregón, que se va a dejar el monte de venus en barbecho. Para los ignorantes desconocedores de las zonas de marisqueo femeninas, sabed que el monte de venus es la parte de los genitales donde se dan las palmaditas. Tras un merecido descanso, volvemos a Batok, pero al otro lado, en otra inmersión de contrastes. Una inmersión muy rica en nudibránquios voladores y que ya se intuía complicada, porque Javier la comenzó con un “paso de pato” y la finalizó tirando una boya deco “con disfunción eréctil”.
La tarde nos llevará a repetir la inmersión de Coconut, y la nocturna en otro arenal, Bubbles point, donde Vicente, volverá a perder la linterna que, estará apagada. Nada más terminar, me han pedido las gotas con extracto de “cipotina” para los oídos. Se ve que tanto buceo empieza a pasar facturillas a los pabellones auriculares más delicados. La imagen que perdura en mi mente, es verlos en el sofá. Con el cuello descoyuntado, como si quisieran ser las primeras en verle los cojones al toro. El caso es que en la primera inmersión tendremos bajas. Eso sí, a para la segunda, se apunta hasta el gato… bueno el gato no porque aún andaba resentido con Javier. En la nocturna, otra de transparencias y plumas, Vicente se postula para el collejón de oro 2015, por perder la linterna, apagada, por segunda vez consecutiva. Cuando le preguntamos los motivos por los que hace las nocturnas sin luz, nos explica que el cubre a Javier y Javier cubre al ga…
Tras la cena, hay una bonita sobremesa en el que intercambiamos imágenes y repasamos lo acontecido durante el día. Esperamos a que José Manuel se eche una cabezadita y lo que él pensaba que era un pequeño descanso mañana será josemanuelechandolababa.jpg.
El que anoche no pudo bucear fue Luis. Al parecer, su regulador empezó a soltar aire por todos los sitios menos por la segunda etapa. Como su conocimiento sobre reguladores se limita a mirar la primera etapa con los brazos en jarra y resoplar, esperamos a llegar al centro y hacer una sustitución de junta tórica interior para solucionar el tema. Hoy por la mañana, hemos grabado la entradilla para el video de “tontás” y luego nos hemos agitanado sustrayéndole las tostadas al japonés tres veces seguidas. Ya tenemos claro lo de la excursión del lunes y los flecos han quedado muy claros.
La primera inmersión de la mañana será en “Aphols point”, otra preciosidad de arrecife plagada de cirrípedos. Una pequeña pero insistente corriente nos desestabiliza un poco, y complica un poco el poder descubrir los pequeños cangrejos que pululan sobre las gorgonias o las pequeñas gambas transparentes que se columpian en los ceriantos. Nos enseñan una pequeña anguila que se esconde entre los tentáculos de las anémonas. Cuando me cruzo con Vicente, me fijo en su traje, ha debido tener un desliz con los cirripedos y ahora el traje tiene incrustaciones fosforescentes. Detrás viene José Manuel, que por su aspecto y colorido, ahora estoy convencido de que es el 6º componente de los Locomia, el 8º de los Village People y que en ambos casos le echaron por exceso de pluma.
Tras pasar un buen rato entre compañeros, volveremos a sumergirnos en “House reef”, que es el arenal que se desliza enfrente del resort. Otra inmersión de muck diving realmente sugerente. Tras comer, nos dirigimos al tercer spot del día: Elmer´s point. En esta inmersión, José Manuel y Luis, ambos fotógrafos, se quedarán con los dos guías tratando de tomar una buena instantánea de uno de esos bichos con pelos azules que se esconden en los pliegues de las esponjas de barril. Están todos tan encelados con el tema, que han “olvidado uno poquito” a las chicas. Cuando supero la gorgonia y las veo en modo de espera…
A ver, Silvia, a mi derecha, está haciendo la grulla. Mer, justo enfrente, parece estar jugando una partida de ajedrez para rubias (sin tablero y sin figuras). Un poco a la izquierda está Maribel, con pose goyesca en plan “Scubamaja” y a la izquierda Bea con una pose de rapera chunga. Todas allí, sentadas, que parece aquello el plató de MHYV pero en versión “chonisub”. Seguimos buceando
Para mi desgracia, no supe obtener una buena imagen que demuestra que una anémona cerrada se parece a un coño abierto… que, aunque está afirmación os parezca más vasta que un tanga de esparto, viene avalada por el criterio médico de una especialista en ginecología. La noche nos llevará de nuevo a Secret Bay, sin focos, pero con la cámara funcionando. Una verdadera orgía de criaturas sorprendentes para la penúltima noche.
Último día de buceo. Tras desayunar y volver a quitarle las tostadas al japonés, embarcamos y nos dirigimos a Beatrice Rock. Este es un arrecife con mucha vida pululando entre la fuerte corriente que encontramos. Hay grandes esponjas de barril, cirrípedos, un enjambre de anthias, estaciones de limpieza… un hervidero, vamos. Ando yo a lo mío, tratando de sacar unos vídeos de ambiente con estorbo, cuando de repente, miro por debajo del ombligo para ver como Maribel y Bea se dirigen con avidez y mirada lujuriosa a cogerme el cirrípedo, y ya, no voy a contar nada más. La segunda inmersión será en el punto llamado “Three caves” cuya traducción es algo así como tres cuevas, y ha tomado su nombre, a ver si lo adivináis, por tres pequeñas oquedades que hay frente al fondeo. El “highlight” del lugar es la gama arlequín, a la que sorprendemos cuidando de una cría. Por cierto, que esas imágenes que nos enseñaron los fotógrafos Japoneses de las gambas casi fuera de su cueva… que ya sé cómo lo hacéis, cabrones, que como a las estrellas de mar les vuelven a crecer los brazos, ¿no?.
Lo más destacable de la inmersión, sin duda, es que sobreviví por segunda vez en este año a un atentado cuyo autor material e intelectual es Mer. Si amigos, sí, la muy pérfida dejó caer dos enormes y afiladas piedra. Por suerte, tiene una pésima puntería. Pero resulta que es una cocinera excelente, de manera que, ya sabéis: tarta de la abuela
Llegamos para comer. El grupo se divide aquí entre los que van a visitar el volcán y los que haremos las inmersiones programadas. Como vamos sobrados de tiempo, me quedo un ratillo traspuesto, que yo soy así, que dormir la siesta me parece muy infantil, yo lo mío son las pausas horizontales en la piscina u cuando me despierto me encuentro a las chicas “dominadas por el alcohol”. Que espero que ellas sepan a qué me refiero, porque, la verdad, yo he leído esta anotación en mi libreta pero no tengo ni puta idea de a qué hace referencia.
Las dos últimas inmersiones nos llevaran a dos puntos ya visitados: Kooala, por darle una última oportunidad al puto caballito pigmeo de ser inmortalizado y Cocunut, en nocturna, más misteriosa, más espectacular y con la tercera pérdida (y recuperación) de linterna apagada de Vicente, que va para el collejón de oro 2015, pero vamos, enfiladito.
Ha sido la última inmersión, y aún, nos queda cenar con una auténtica víbora que se está paseando por las escaleras. Menos mal que un improvisado Frank de la jungla ante nuestras súplicas coge cuidadosamente con la escoba el ofidio y lo devuelve a su hábitat. Repasamos las fotos con Dave, en especial la imagen del pequeño cangrejo que viaja transportando un pedazo de goma mucho más grande que él. Dave, nos comenta que esta especie puede levantar diez veces su peso, sinceramente, a mí no me parece algo digno de mérito, yo también puedo levantar cosas diez veces más pesadas que ese cangrejo.
Amanece, bajo a desayunar con Maribel, Bea, Mer, Silvia y José Manuel, que han optado por hacer una visita a un cercano volcán. Yo aprovecho para ir cerrando temas, como el de las merecidísimas propinas, la habitación de cortesía que nos dejaron, recoger equipos, hacer maletas y comprar un par de polos para Raúl y Sonia. Nos queda un traslado hasta Manila que se me hizo más largo que una película dirigida por Peter Jackson amenizada por el discurso de Vicente, en relación a las tetas y otras fuentes de rencor.
Llegamos con tiempo de sobra para facturar, tomar algo y prepararnos para el primer tramo de la vuelta que nos llevará a Doha. Aprovecho para ir al baño, un deporte de riesgo considerando que el papel higiénico que usan también sirve para lijar las barandillas de hierro. Aprovecho los minutos de escala para confiar ciegamente en la intuición femenina de Silvia en cuanto a los regalos y sus consecuencias… gracias Doctora… ya sabes… un placer…
Comparto mesa con José Manuel y Mer en un exótico… Mcdonals y tengo tiempo de sobra para tontear con Bea bajo las palmeras y un par de Tiranosaurios rex, (ya veréis las fotos) antes de volver a subir a otro avión. Vamos ajustando horarios a base de ver películas de esas donde las víctimas son universitarios fiesteros y yo me identifico totalmente con el asesino y sucumbiendo a las trampas del cáterin, llegando a la conclusión de que no puedes decir que eres un auténtico hombre hasta que te manches la camisa abriendo un yogurt.
Llegamos a Madrid, esto se acaba. Dicen que lo mejor de la inmersión no es cuando ves el caballito pigmeo, sino cuando se lo cuentas a los colegas que no vinieron a la escapada, pero, de verdad, ya estoy pensando en las próximas fechas para regresar a Filipinas. Antes de encontrarme son los de fuera, reviso el móvil (no ha sido una buena scubaescapada si no tienes que borrar nada del móvil) y dejamos a Silvia y a Maribel en buenas manos. Sonia me ordena que me quede en casa… ya se sabe, soy dueño de mi destino, capitán de mi alma pero en casa manda mi mujer
Hoy he puesto mi primera lavadora. Todo controlado. La ropa ha desaparecido en cuanto he tirado de la cadena
Zona de inMersión
Algunas de las hazañas Scubagueto han sido hechas por personas que no eran lo bastante listas como para comprender que eran imposibles.