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IBIZA Y COLUMBRETES: Expedición “Somnolencia”. 26/07/15

Antes de llegar al desvío de Águilas he pasado junto a la Scubamovil. He podido ver a Luis al volante, y al resto de Scubagirls liándola parda en los asientos de atrás. Lo que le queda a él, es duro, lo que me queda a mí…

Recorro por la costa tres comunidades autónomas y seis provincias de nuestra curtida piel de toro hasta llegar a mi destino, que no es otro que la marina de Benicarló. Han sido muchos kilómetros del tirón acompañado por la banda sonora de mi vida, coño, que me he quedado a tres temas de quedarme afónico.

Por aquello de ser innovador, esta vez, sin que sirva de precedente, llego el último. Por cuestiones de respeto el grupo anda rindiendo honores a una mesa distinta a las del Ali Babá. Otra novedad, esto promete.

Por un lado está Javier, nuestro Scuba cocktail maker que viene acompañado por Irene y por Julio, dos jóvenes que desbordan ansiamasá por las rastas. Enfrente Juan, y a su lado María y Mª Ángeles. Apurando el enésimo cigarrillo está Vicente, y recién llegado del Wc, Javier Vega, nuestro hombre boya de Maldivas. Un grupo excepcional, de altos valores, que si se estuvieran quemando y yo tuviera agua… me la bebería.

A eso de los postres, llega Ximo (de Joaquín) invitándonos a subir al barco, para ir haciendo las camas, cerrando las ventanillas, y sugerirnos el atiborramiento de pirulas preventivas del mareo, porque, Eolo y su socio Neptuno se han puesto de acuerdo para jodernos el viaje de ida. Un viaje de ida que comienzo encastrándome entre el sofá del salón y la mesa para soportar los embates de las olas. El resto de incautos ha optado por ver la inmensidad del cielo desde la red de proa. Un error que se manifiesta cuando Irene aparece por el salón completamente empapada, ya que ha sufrido el primer “Silvia” del crucero

somnolencia1El oleaje zarandea los cascos del Devismar. El viento y las olas nos entran por proa por lo que, no podemos largar el génova para estabilizar el navío, y encima, los pantocazos retumban y hacen gemir la estructura. La música del aquilón, los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y del trueno al son violento y del viento al rebramar logran sosegarme y arrullarme, y, ¿porqué no?. Darme argumentos como para una poesía o incluso una canción.

De mi somnolencia me saca la mano de Ximo, que con más sueño que un koala sedado me invita a ponerme al timón y hacer la segunda guardia. La bañera del barco parece un campo de refugiados con la gente tirada por los asientos envueltos en mantas. Del tambucho de Vicente, se escapa un leve susurro de esos que se escriben con muchas “Z” y que me hacen pensar que lo mismo tiene una Harley Davidson arrancada en su camarote. De vez en cuando, Julio, se arrastra hasta apoyarse en el guardamancebos y expulsar todo el contenido de su estómago. Tanto esfuerzo me hace plantearme si de verdad será Ándaluz. Irene ocupa el lado pequeño del asiento, y está flanqueada por María y por Mª Ángeles, que el plan solidario se han unido a esta espontánea concentración batamantera.

Tras esquivar el carguero que nos pasa por proa, dejamos atrás la luz de las Columbretes y continuamos rumbo a la negrura. El amanecer nos enseña la altura de las olas, que ahora nos entran por la aleta. Es hora de izar la vela y tratar de recuperar tiempo perdido. Pese a ganar un par de nudos y de tener el barco más estable, lo del desayuno es algo más delicado. Con tanto movimiento, tú, empiezas a beber el colacao en la cocina y cuando llegas a la mesa de fuera tu camiseta parece un diseño del desigual.

somnolencia2Pasado el mediodía, vemos la silueta de Ibiza en todo su esplendor. Eso es bueno, porque, a medida que nos acerquemos, las olas, irán desapareciendo, y eso, es bueno, porque, a estas alturas,  Julio, tiene la cara tan amarilla que parece que se haya maquillado con ganchitos, María tiene la mirada de quien huele un pedo en un ascensor, Mª Ángeles bastante tiene con tratar de mantener sus constantes vitales, Irene viene con el piercing de la nariz que parece recién pescada, y Javier Moreno no se encuentra bien, quizás porque le metieron algo en la bebida, puede que incluso, en las quince cervezas. Juan sigue desaparecido en su camarote y Vicente anda enfrascado en una conversación metafísica con Javier Vega, un tipo tan inocente que en un juicio llevó serpentinas porque había un testigo sorpresa. Milla a milla, nudo a nudo, llegamos a Beniras (o como se diga) y por fin fondeamos. El barco se queda quieto y la gente aprovecha para saltar como monos en un trampolín y darse un baño. Luego, hacemos la primera barbacoa de la singladura, algo que, evidentemente, produce somnolencia.

A eso de la media tarde, y con la gente vistiéndose despacito, hacemos la primera inmersión del viaje, que consiste ensomnolencia3 darle unas cuantas vueltas al peñón que hay en la salida de la cala. La verdad, esta charla técnica pre inmersión me ha salido bordada. Me percato que las chicas han captado la importancia de los mensajes, y, sinceramente, yo valoro mucho a esas mujeres que se esfuerzan mucho en escucharme para luego entender lo que les da la gana. La gente se mueve despacito, despertando esos instintos homicidas tan personales y se visten que he visto a mi abuela programar el DVD con más pericia. Pero bueno, finalmente, podemos saltar al agua entre una nube de castañuelas. Disfrutamos de una transparencia de aguas increíble, estilo ibicenco, de esos azules que no se pueden describir y que solo pueden imaginar quienes ya los han visto. En la cara norte, unos medregales interrumpen la rutina alimenticia de las bogas haciéndolas moverse de un lado a otro. Hay langostas y la termoclina resulta hasta agradable. Serranos, rascacios y un mero que se refugia ante nuestra presencia. La desconfianza de los peces y la marca que tiene esa pequeña morena en el costado me hacen pensar que el noble arte de la fusilería submarina es una actividad muy popular por aquí. Cuando los primeros llegan a la zona roja del manómetro, llega hora de los primeros despliegues de boya deco, uno de esos espectáculos en los que empiezas a reirte hasta que aparece la tos, y entonces pasas a una lucha despiadada por seguir respirando y continuar riendo. Tras la inmersión, tendríamos que haber empezado a cargar botellas, pero, entre que el cansancio acumulado tras la navegación apretaba y que un pérfido gabacho vino a decirnos quesquesé se merdé, optamos por el plan B de dar rienda suelta a la somnolencia en la red de proa o tratar de restar volumen a los colchones de los catres. Total, La parte más complicada de una escapada de cinco días son los cinco primeros días, y el primero ya está a punto de terminar.

El segundo día amanece no tan temprano. Un olor a café invade todos los rincones del barco, y hace que la gente sesomnolencia4 vaya levantando poco a poco. Eso, y que hay quien ha decidido hacer running por la cubierta del barco como si fuéramos el Queen Mary.  Julio, que por fin ha podido dormir sin regurgitar la cena, llega a la mesa desperezándose con legañas del tamaño de bocabits. En el Devismar, no hay leche… leche, se bebe eso que se llama “desnatada” porque su inventor no sabía con cuantas erres se ecribía aguachirri. Eso sí, no faltan el Cola Cao ni la Nutela, que sirven para dar sabor a la gran variedad de bollería del hacendado que hay esparcida por la mesa. Por lo visto, estamos en la temporada esa de “me voy al agua que me estoy meando”, porque lo primero que hacemos todos es saltar al agua, deslizar el bañador hasta que aparece la parte blanca de piel y ponernos mirando para buenos aires con la mirada digna, impasible el ademán y pensando que nadie más se ha dado cuenta. Comenzamos a botellas, despertando al Francés, que no tiene más remedio que envainársela, ya que, el ansiamasá es el ansimasá y ya andamos con ganas de empezar a bucear. Mientras carga el compresor, yo, suelo aprovechar para tumbarme en la red y ejecutar con maestría tantas siestas como purgas precise el compresor. Mientras, Vicente, que es tan Gallego que su nombre termina en interrogación, propone una interesante teoría a unos “tronistas” que son tan torpes que les despidieron del todo a cien por no aprenderse los precios.

somnolencia5Por fin cargan las botellas y nos preparamos para la primera inmersión de la mañana. Javier Moreno, luce un bañador “escrotado” es decir tan corto que se le asoma un huevo, y se afana en colocarse el semi seco (tiene huevos la cosa) tirándose al agua, con el barco en marcha, pillando de sorpresa a Ximo, el patrón, que cabreado, se expresa con los mismos gestos que nosotros, como si fuera una persona. Juan, que tiene muy buenos reflejos, concretamente 500 moreno de L`oreal, es el primero en saltar. Mientras cae, me fijo en su equipo, y, creo que, en mi próximo artículo, “Qué cojones es esta mierda y para que coño la usas” trataré de conceptos básicos sobre los accesorios que lleva colgados del chaleco. Al resto, les voy tirando los equipos, advirtiendo, uno por uno, que se acuerden de abrir la grifería, que va cerrada para evitar flujos continuos.

El Devismar nos acerca a la pared, frente a las columnas de hércules, y en menos de cuarenta minutos estamos todos en el agua.  Justo antes de descender, pregunto por el detallito sin importancia de la apertura del grifo, es cuando, más de uno y más de una comienzan una danza exótica buscando una mano que pueda abrir el paso de aire… Teléfonos inteligentes, drones inteligentes, relojes inteligentes y estos ahí, a su bola.

Bueno, encaramos la caverna y evolucionamos entre sus columnas de piedra, explorando sus grietas y recovecos, descubriendo la fauna que esconden: ermitaños, congríos, cigarras, quisquilla de antenas largas (Stenopus spinosus) y una legión de salmonete real. Por el rabillo del ojo, veo como Javier y Juan, se desparraman por el final de la cueva, escapando a la disciplina de grupo, perdiéndose esa incursión que nunca hicimos a la cueva de la luz, antes de terminar la inmersión con unos lanzamientos de boya deco de los que no puedo evitar percibir que sus estilos guardan inquientántes similitudes a la fase final de un proceso digestivo completo.

somnolencia6Mientras cargamos de nuevo las botellas, volvemos a los diálogos complejos, moderados por Vicente, que es un tipo que habla con letra de médico, y que con una cerveza en la mano lo sabe todo de todo y punto, eso es lo que hay.  Al tran, tran, llegamos a las isla de Ses Margal… de Les Mergal… de Se Maerg… de las Margaritas y tratamos de saltar por su cara de tramontana. Insistimos en aquello de ser eficaces, rápidos y ágiles, algo que podemos omitir en el caso de Javier, que ya nos dijo que estaría listo en 5 minutos, así que no hay porqué volver a recordárselo cada media hora. Saltamos frente al arco y recorremos la pared, hasta llegar a las dos primeras grutas. Como veo que el agua está con ese aspecto de vozka agitado, mando a Julio abajo para que compruebe si la termoclina está fría. Como el chaval aguanta, bajo y entro a la oquedad, con todo el mundo detrás, que aquello parecía el metro de Japón en hora punta. Pasamos bajo el puente de piedra y seguimos bordeando el islote hasta la zona de salida. Allí, nos espera Ximo que nos arrastra en unos de esos viajes Low cost que tantos y tan buenos recuerdos nos traen. Al subir a bordo, para engañar la gusilla de medio día, disponemos de bolsas de patatas del Hacendado, que además de aportarnos nutrientes, con el aire que hay en cada unidad, tendríamos para más o menos quince minutos de autonomía. Fondeamos en la cala, frente a la isla, constatando que puede ser un lugar cojonudo para hacer una nocturna, aunque, con el tiempo tan revuelto, nuestro patrón optará por bajar a buscar la seguridad de Cala Bassa, eso sí, navegando a vela y encontrándonos con una enorme tortuga que nadaba muy tranquila en superficie.

Fondeamos y preparamos la logística. A estas horas, me gustaría que todos fueran como el zapato de la cenicienta, es decir, perderlos de vista a las 12. Saltamos Irene, Julio, Vicente y yo, y recorremos una distancia enorme entre arena, piedras y posidonias. Una inmersión que cumple con esa máxima propugnada por Nacho que dice que si estás menos de ochenta minutos en una inmersión nocturna un pingüino muere violado por un oso polar. Nos alegran la vista las sepias y los serranos tratando de sacar partido de los focos y de la inmovilidad de las bogas. Mostramos a los nuevos la maravilla de la bioluminiscencia y terminamos explorando unas cuevecillas donde se refugia un pulpo contorsionista. La vida pequeña es curiosa de ver, pero, como tendremos que estar lejos, decidimos volver. Más o menos, en el lugar preciso en el que me gruñe la neurona, decidimos subir. Sabes que no has sido muy exacto con la orientación cuando lo primero que haces cuando subes a superficie es nadar, y nadar, nos toca, unos metrillos de nada hasta llegar al barco. Llega la hora de la cena, a la que acude Julio que lleva el pelo como si hubieran estado follando dos gatos en su cabeza, y se prepara para servir las primeras birras. Dale a un scubagueto una cerveza y beberá un día, dale un pack de veinticuatro y beberá un día, también, esa es la actitud. Con Javier Vega junto a la barbacoa empiezan a salir las primeras pizzas. La conversación, menos mal, esta vez versará sobre la calidad de la cerveza. Julio sale en defensa de la Cruzcampo, que no sé si os habéis fijado que no se la beben ni en el anuncio. Cuando Javier Moreno empezaba su defensa de las Pilsen, todos vemos que sólo queda una poción de pizza en la mesa…

Los verdaderos “juegos del hambre” se ven cuándo somos ocho en la mesa y sólo queda una porción de pizza

Una sobremesa en el Devismar es un cúmulo de emociones. Vicente, que lo más romántico que le han dicho en su vida ha sido “hoy es gratis”, comienza a tararear todas y cada una de las canciones ochenteras que nos ha colocado Ximo en el sistema de audio del barco, luego, de la música pasamos al séptimo arte, repasando los mejores “clásicos” de la historia, coincidiendo que todas, pertenecen a una época  en la que las chicas de 15 años tenían su primer beso y no su primer hijo.

Las situaciones se van convirtiendo en cotidianas, como cuando estas esperando a que tu compañero de habitación salga del baño y cuando lo hace evita mirarte directamente a los ojos. Eso es porque ha plantado un pino y de los grandes y será mejor no entrar. En cuanto a las cámaras… mirar, del amor al odio solo hay un “te desenchufo un momento el cargador de tu cámara para poner el mío”. En las calas de Ibiza, a resguardo de viento y oleaje, el mar te mece y produce somnolencia. Te duermes, pillas la postura y a las dos horas, la ingesta de zumos de cebada hace su efecto y comienza una dura lucha entre levantarte porque te haces pis y quedarte en la cama porque has pillado la postura perfecta. Eso, los que duermen en camarote, los que duermen en los “zulos”,  ya tienen muy claro que si la fe moviera montañas, ellos no tendrían que salir por la noche de los tambuchos del Devismar para mear.

Amanece el tercer día. Sol, olor a café, chapoteos y alguien caminando por cubierta terminan por despertarme. Mesomnolencia7 levanto con sueño, intentando decir algo mientras bostezo,  pero acabo hablando en el dialecto de Mordor. Ya sé que una escapada de buceo es una actividad en la que la ansiedad se mide en ceniceros, la tristeza en chupitos y las buenas experiencias en botes de nutella, un bote que tiene la parte marrón casi terminada, mientras que la otra mitad blanca, sigue intacta. Paso al baño para mis abluciones matutinas. Lo malo de los aseos del Devismar es que no tienen nada para leer. Lo bueno, que sales sabiéndote la composición química del champú y dependiendo de calidad, dureza y cantidad, puedes desarrollar un brazo de culturista de tanto bombear.

La primera inmersión de hoy, será en els pallar… ses pallar… est payar… en el peñasco de la Vespa.

Repito el protocolo de la inmersión a un grupo que necesita que le expliquen lo de las campanadas todos los años. Veo como saltan al agua, y, cuando creo que crees que algo es tan estúpido que nadie lo haría en la puta vida, llega Javier y lo hace tres veces seguidas. Es la tercera vez que se tira con la cremallera del traje abierta. Luego, vienen los ejercicios de contorsionismo para la apertura de las griferías y el despertar de mis instintos homicidas cuando veo que la gente se equipa despacito. Por fin, descendemos y vamos de cabeza a buscar el cardumen de espetón y la vespa, para que Vicente trate de arrancarla. Luego, vuelta a vuelta, exploramos el peñasco en toda su amplitud, burlando la termoclina y disfrutando de la visibilidad de estas aguas. La inmersión terminará con los lanzamientos de boya deco, que podríamos decir que van mejorando mucho… pero que va.

Al subir, noto como es tal la empatía que hemos generado con Ximo que sólo con mirarle ya nos trae otra ronda de cerveza. Hay personas que son fieles a las tablas de ejercicios, yo particularmente, soy fiel a las de ibéricos, y el jamoncito y el lomo que nos sirven combinado con queso manchego no tardan en desaparecer. Mientras cargamos las botellas, durante el aperitivo, hablamos de buceo. Unos dicen que latiguillo largo, otros que corto, brazos cruzados, yo entiendo todas las posturas, pero mi preferida es un sesenta y nueve. Bajamos con rumbo a las bledas, para hacer otra inmersión allí, pero el mar está revoltoso. Tenemos que optar por, bien hacer una inmersión complicada en aguas turbulentas o bien regresar a la protección de la bahía y repetir la de la vespa. Optamos por la segunda, y, ahora no me jodáis diciendo que el sistema “pito, pito, gorgorito” no es una forma eficaz de tomar decisiones.

Otra vez la vespa, y el cardumen, pero esta vez, a más profundidad, en la termoclina, haciendo los ejercicios del curso de buceo profundo a las chicas. A veces pienso que  la cabeza de una mujer es como el Ikea, puede que esté muy bien amueblada, pero no de ja de ser un laberinto y el nitrógeno hace el resto. Un cambio de apellido y un ligero retardo en la respuesta al estímulo más tarde, regresamos a superficie con otra demostración de lanzamiento de boya deco.

Buscamos la cala de al lado de cala Bassa para hacer la nocturna. La cala de los caballitos de mar. En principio normal, pero, como hay quien lleva días pidiéndole “tierra” a todos los Santos, estamos buscando la posibilidad de fondear en el puerto. Hay votaciones…

Me critican por que en las escapadas no hacemos votaciones… bueno, votando hemos mandado a Chiquilicuatre a eurovisión, de modo que… esta, está destinada al fracaso. Entramos de día, así, como de romántica y tras una hora y pico viendo algas y castañuelas, decidimos salir ávidos de ropa limpia y suelo firme. Cuando subimos al barco, Ximo, nos mina la moral diciendo que como lo tenemos muy grande (el barco) no tenemos fondeo, y que, como hay viento, le mosquea quedarse solo en esta cala y que nos vamos a la de al lado, con los barcos de lucecitas. Es una pena volver a esta cala, porque, no sé por qué, hoy hay unos mosquitos que te viene a picar uno es mejor tener lubricante que after bite. Por fin, Javier, nos puede preparar uno de sus famosos combinados, sentenciando que, el Pipermint se convierte en una bebida muy masculina en el momento en el que lo tiras por el fregadero y te tomas una cerveza.

Nada más despuntar el día, nos dirigimos al puerto para repostar y estirar las piernas. Entro a mi camarote a buscar ropa de paisano en plan Frank de la jungla, diciendo, “coño graba esto pero no entres porque no sabemos lo que puede haber ahí”.  Tenemos media hora, lo justo para ir a la farmacia a comprar estru… estur… destrum… las gota para no marearse y de nuevo al barco, a repetir la inmersión de las Margaritas. Esta vez, nos dejamos caer en la cara sur, explorando un par de grietas muy bonitas y atravesando hasta llegar a la cavidad de los quince metros. Luego, sorprendemos a un enorme ejemplar de “picta” en las algas y después, en la pared, una buena colección de flavelinas y de crátenas. Pasamos por el arco grande y hacemos la parada de seguridad en la cueva bajo el puente, antes de salir a superficie justo donde entramos. Me quedo con Juan y con su despliegue de boya de señalización. Llevamos unos días haciendo ejercicios, aconsejando, corrigiendo y ahora, le veo con su aleteo coordinado, una posición hidrodinámica, una flotabilidad perfecta, una mirada radiante, la verdad, cuando casi se estrangula con el hilo de la boya deco disipó un poco la magia.

Nos enfrentamos a una travesía muy complicada hasta llegar a Columbretes. Ximo insiste en que hay que velar por la seguridad de los pasajeros, en el sentido que velar por la seguridad de los alumnos significa que si se dan una hostia en cubierta te preocuparás más del equipo y del barco que de ellos. Con tan mala mar las puertas de los baños del Devismar están recibiendo más cabezazos que las de las casas del hermano Mayor y me entrego en cuerpo y alma en la ardua labor de echarme un pedazo de siesta de esas en las que te despiertas preguntando en que año estamos. La gotas han obrado el milagro de evitar el mareo y mis compañeros de aventura se han convertido en unos auténticos profesionales en masajear la zona perineal, es decir, tocapelotas, que por momentos me distraen de mis obligaciones para con Morfeo.

Llegamos a Columbretes. Fondeamos y por unos momentos, quedamos en una zona tranquila. En rugido de las olas pegando a la cara desprotegida de la isla Grosa ayuda a dormirnos. Por la mañana, casi al amanecer  -bien pensado, eso de “a quien madruga Dios le ayuda” puede explicar el aumento en el número de ateos- un excesivo balanceo nos hace comprender que la situación ha cambiado. Buscaremos la Foradada, pero ni por esas. Estamos en medio de un mar embravecido, gris plomizo, reflejo de un cielo en el que por momentos se ven relámpagos. Es arriesgado, dijo la experiéncia.Es imposible, dijo el orgullo. Me termino el Cola cao y bajo, dijo el ansiamasá.

Volvemos a la rutina de equiparnos y de lanzar equipos… Vale que me hagáis tirar todos los equipos, cuidar de que no os pase nada, ayudaros a salir del agua… pero lo que más me duele de todo, es el hombro derecho

Hoy nos estrenamos en la 15, recorriendo el veril, viendo una raya pequeña que nos viene a recibir. Luego, los meros, enormes y, entre las algas, una enorme morena que veo por el rabillo del ojo y de repente hace que me sienta como la tripulación del Nostromo en Alien. La termoclina no es tan suave como la de Ibiza. Se ve y se siente. Es cuando se pone de manifiesto aquella máxima de: “sigue”, dice tu corazón, “disfruta”, dice tu mente, “te vas a mear encima”, dice tu vejiga lo que viene a ser la fisiologia del buceo, más o menos. Si no fuera por los maestros sorbeteros que llevamos en el grupo, hubiéramos llegado a las Barras del Peña, que ya teníamos a la vista. Hay que volver, entre grandes ejemplares de dentón, otra pastinaca, morenas y los eternos meros de Columbretes.

Ya en superficie, vemos como el mar está empeorando por momentos. Ha llegado el momento de la sensatez y de regresar a puerto. El mar nos sacude sin compasión, pero ya estamos acostumbrados, y eso se nota en que las tradiciones marineras como la paella se mantienen. En el regreso de Columbretes me gusta echarme la siesta un par de veces, así, lucho por mis sueños, y repongo fuerzas, porque la vuelta va  a ser dura.

Llegamos a puerto, recogemos, nos duchamos, nos tomamos un último refresco juntos y me despido del grupo convencido que, como todos han comprendido que lo único que podrían transmitirles a sus descendientes es que el jabón no huele tan bien como sabe, habrán decidido no tener hijos.

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