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CARTAGENA. EXPEDICIÓN “Pla kg”. 06/10/2017

El síndrome del acento extranjero es un trastorno inusual que afecta a la zona del cerebro que domina el lenguaje adquiriendo, los afectados, un patrón de comunicación completamente distinto al suyo. Básicamente, las personas que padecen y sufren esta desviación piensan en su idioma natal, hablan en su idioma natal, pero al hablar, ponen el acento como si lo hablase un extranjero. Por ejemplo, un Español con este síndrome hablaría en Español, pensaría en sexo (pero en Español), pero hablaría como hablaría un francés, es decir, no diría “este fin de semana nos vamos a bucear a Cartagena”, sino que diría “oh mondié este fin de segmaná, nos vagmos a buceag a Cagtagená”. Actualmente, se han identificado solo 50 casos en todo el mundo, aunque nos consta que los estudiosos de esta patología nunca, en su puta vida, han pasado por Murcia. Pero no adelantemos acontecimientos.

Viernuntitled15es. Compruebo que, poco a poco, el OBD (open bitch diver) que le estamos inculcando a Mer va dando sus frutos porque no hemos tenido cojones a convencerla para que se apuntara a este magnanimosísimo evento. Hacía mucho tiempo que no nos planteábamos pasar por Cartagena, pero sobre todo, hacía mucho tiempo que no visitábamos la libidinosa y sensual población de la Unión. Por lo que, tras hablar con los de Hespérides, los del centro de buceo, decidimos hacer caso a su recomendación, obviar la añorada minera población y alojarnos en Cartagena, en el hotel “Manolo”, pero, no adelantemos acontecimientos.

Veinticuatro. Ni uno más ni una menos. Y eso que nos limitaron el aforo como en las discotecas de pijos y tuvimos que negar el acceso a varios scubaguet@s ávidos de ansiamasá. Pero bueno, si no es en Cartagena, será en La Azohía ¿no? La cosa es que durante la semana fuimos repartiendo equipos, ajustando horarios, coches y a la hora señalada nos pusimos en marcha. Sonia me preguntó si yo podía encargarme de dejar en casa todo cerrado. Acerté la respuesta a la segunda. ¡Otro mes que no…!

En la Scubamovil se me han acoplado: Sonia, Vanesa, Irene, Luis, Beavis and Butthead (Sergio y David), que son los chavales que os digo que son un poco extravagantes, y cuando digo que son extravagantes me refiero a que no dan un palo al agua “asín” les maten.

untitled08De camino ya están los “emetés” Paquito, José Luis y José Manuel, el del “mens sana in corpore tirando a regulinchis” que parece que tanto gimnasio, bicicleta y deporte no compensa los suficiente como para estar todo el día infiltrado, con los brazos hinchados y de médicos. no, no compensa, no me jodas. Yo, por ejemplo, sin tanto ejercicio ni tanto sacrificio alimentario he conseguido tener un cuerpo de infarto, vamos que si me tomo un torrezno más, la palmo. Por detrás vienen Silvia (que toda su vajilla son vasos de Nocilla, pero sigue pensando que engorda por la tiroides) Ángel, Ana (la hermanísima) y Daniel, un tipo de esos que ha sido capaz de hacerse a sí mismo, pero que se ha hecho muy mal. Otros que vienen en cuarteto como los tres mosqueteros son Josito, Villa (el otro), Alberto y Nacho que ya se ha convencido que las drogas nunca son la solución a los problemas y ahora no sabe qué hacer con el dragón rosa del pasillo. En los coches de última generación de esos con cámaras y chismes que hacen “puit, puit” llegarán José Luis, Germán, Miguel, Willy (como el amigo de la abeja maya), Agustín y Juan, personas humanas de esas que me hubiera gustado conocer en otra fase de mi vida, nunca, por ejemplo.

Así, comunicaditos, llegamos a los Chopos. No es que sea una parada de las obligadas, porque, y ahora centro el relato en los ocupantes de la Scuba, más o menos venimos todos con el estómago saciado de casa. No obstante, hacemos trabajar a los de las brasas, que como esto siga así vamos a deforestar la Mancha. Tras la adquisición de los complementos vitamínicos necesarios para un equilibrio nutricional (pero a la brasa) regresamos a la carretera. A la media de camino me fijo en Luis, mi copiloto libre asociado, que ya no sé si le gustan los temazos de los Iron Maiden que estamos escuchando o es que se ha dormido y no se le sostiene la cabeza, que veo que la mueve de arriba hacia abajo con tanta violencia que como no lleguemos pronto a Cartagena va a terminar desnucado. Como no llegamos a tiempo para descargar optamos por ir directos al hotel.

El hotel Manolo, ¿Qué puedo contaros del hotel Manolo?

untitled06Está ubicado en la “zona peritoneal” de Cartagena. Más allá de las modernas avenidas y bulevares. En una zona en la que si escuchas un disparo y ves a gente correr, dudas de si estás viendo una carrera de cien metros lisos o estás siendo testigo de un crimen. Accedes al edificio a través de un aparcamiento exclusivo para clientes, aunque quizás se refiera a los clientes del mercado de enfrente, porque aquí aparca todo Dios. Hay como diez plazas reservadas para minusválidos pero no hay diez minusválidos para ocuparlas, porque aquí aparca todo Dios. El caso es que, teniendo sitio de sobra para los clientes, a veces, tienes que dar un par de vueltas para poder aparcar, porque aquí aparca todo Dios. Hay tres puertas. Una que da acceso al restaurante, otra a la cafetería y la otra a la recepción. Todo concuerda.

Sorprendentemente, en recepción entiendes lo que te dicen, por lo que no resulta demasiado complicado solicitar las llaves de la habitación. Entonces, entras en un ascensor muy pequeño que cuando sube hace el mismo ruido que la cafetera de una churrería y al abrirse la puerta hay que recorrer kilómetros de pasillos, que si te alojas más de cuatro días te convalidan tramos del camino de Santiago. La habitación es pequeña, pero las camas son grandes. El baño está claramente inspirado en los primeros capítulos del “cuéntame”. La bañera, tiene una cortina que con el airecillo que mueve la ducha, al empaparse, se te pega al cuerpo, que empiezas a girar para despegarte y después de dos duchas ya te puedes presentar al “mira quien baila”. El aire acondicionado tiene dos posiciones básicas que son la de apagado y la de tormenta antártica, pero los edredones son muy coloridos, lo que le proporciona un carácter muy “cuqui” al conjunto.AMTHICARDOS

Lo del restaurante es mucho más típico, con menús servidos a tres velocidades: lenta, desesperante y de madrugada. Los servicios se hacen en un salón ocupado por la delegación del comercio “mantero” de la ciudad y supone un valor añadido al hotel ya que, después del postre, puedes comprar unas gafas, “casetes” para rapear, camisetas de Sergio Ramos o muñequeras de moda. Por la noche, en su terraza con privilegiadas vistas al saturado aparcamiento puedes compartir deliciosos combinados típicos de la zona como el “Soberano”, el “solysombra” o el lingotazo de licor 43 con fauna autóctona de esa de poco jabón y menos Rexona.

En definitiva, el lugar ideal para los que les gustan los ruidos de las cafeteras de las churrerías o comprar camisetas de Sergio Ramos.

Desde el hotel hay unos diez minutos en coche hasta el centro de buceo. El centro de Buceo, ¿Qué puedo deciros del centro de buceo?

TEMBLADERS CARTPodría hablaros de las mariposas (Hesperiidae) de una localidad de Luisiana, del buque oceanográfico de la armada (A33) o del jardín de las hespérides, situado en Tartesos (según Estrabón) o en Libia (según Apolonio de Rodas). En cualquier caso, el término Hespérides alude a unas ninfas (mélides) que son las que cuidaban el maravilloso jardín antes mencionado. El centro de buceo Hespérides no está en ningún jardín, sino en el club de regatas de Cartagena. Para acceder a sus instalaciones tienes que pasar por una calle que es dirección prohibida y aparcar justo detrás de la señal que prohíbe aparcar, toda una declaración de intereses, pero, no adelantemos acontecimientos.

Los equipos los llevas desde la entrada hasta el centro en carros cómodamente empujados por alumnos de OWD. En ausencia de estos, ya te tienes que buscar la vida y engañar a dos o tres de aspecto saludable. Una vez llegas a las instalaciones ves que las barcas están en el mismo muelle, por lo que, lo de embarcar y desembarcar es bastante sencillo. Tienen a pie de embarcación una gran pila con agua, para endulzar y una manguera, dispositivos que nada más verlos dan como para segregar ese “ansiamasá envenenao” y ponerte a gastar bromas. Las botellas se cargan en un cuarto alejado del centro, mejor, digo, porque se evita todo ruido ruidoso. Hay una gran superficie con bancos para cambiarte, un mostrador donde entregar la documentación y justo detrás el almacén. Vestuarios y servicios, hay, compartidos con el resto de usuarios del club de regatas. Las duchas son amplias y están bastante limpias. Las tres barcas son cómodas, rápidas y una de ellas tiene el botellero elevado para facilitar estibar y aligerar el esfuerzo de entrar al agua.

SERRANITKEn definitiva, el centro de buceo ideal para aquellos que disfrutan segregando “ansimasá envenenao” o engañando a gente con aspecto saludable para tirar del carro.

En fin, que una vez llegamos al hotel, esperamos en la terraza a la gente que viene en carretera, cenamos y nos acostamos ya que, hemos quedado a las 8:30 en el centro para intentar hacer dos inmersiones.

Amanece. Madrugamos. Madrugar.

Si lo miras desde el lado positivo, madrugar sigue siendo una puta mierda. Si pones la tele, solo hay anuncios de esos modernos que como no has podido subir el volumen, bajas a desayunar sin saber si son de colonias, de yogures o de preservativos. Como somos veinticuatro y en el ascensor no entran nada más que uno o dos a la vez, optas por bajar los tres pisos por las escaleras, que me fastidia mucho recordar esas películas en las que la gente baila mientras desayuna mientras que yo, a estas horas de la madrugada, necesito siete minutos solo para dejar de ver borroso. Luego, llego a la cafetería y me pido mi colacao fresquito el zumo de naranja y un croasán a la plancha con mermelada mientras me pregunto que si pudiera elegir entre ir bucear ahora mismo o quedarme en el hotel pensando en tonterías… ¿que coño se diría al que estornudaba en el año 50 antes de cristo?

Nos aseguramos que toda la caterva tiene medio de desplazamiento para llegar al centro y nos ponemos en marcha. Tras una pequeña duda sobre el lugar ideal para dejar aparcado el coche y las consiguientes maniobras, dejamos la Scuba descansar y llevamos la carga al centro. Atrás queda Silvia, aparcando el “megán” que no voy a decir nada sobre su forma de conducir pero es de las que necesita un gadgetobrazo para salir del parking del Mercadona.

PULPO CARYa en el centro me encuentro con mi interlocutor, Yiyi, que me indica la mejor manera de organizar tanto desparrame de bolsa abierta. Madrugamos, sí, pero lo hacemos porque normalmente, en esta primera inmersión, hay mucha gente que se acerca a un equipo de buceo con la misma cara que el que no sabe si cortar el cable rojo o el azul y la cosa de la agilidad solo es equiparable a la de una carrera de caracoles. Sonia está en el medio de ese caos, respondiendo a todas las preguntas, más agobiada que Pau Gasol entrando al Imaginarium pensando si será verdad eso de que hay personas capaces de callar y no reventar. A un lado están Ángel y Silvia, que se les nota que han madurado mucho en su relación porque han pasado del “si tú me dices ven, lo dejo todo” al “que ya voy, cojones”. Por su parte, Irene -que mona va esta chica siempre- se queja de que hace tres meses que no le silba ni la olla a presión, algo incomprensible a simple vista de tatuaje con tálamos pedúnculos y peristilos. Luis, que no digo nada, pero el muy cabrón tiene más peligro que los Gremlins en un aquapark, lleva media hora convenciendo a la gente de que las botellas tienen un testigo de presión en el agujero inferior del culote, y ya hay más de tres que han dado a su quince litros más vueltas que Peret a su guitarra. Desde el mega crucero que tenemos aparcado en el muelle, justo enfrente, comienzan a sonar los primeros acordes del “Despacito” pero interpretados por la orquesta del barco, es decir que si la versión original de Luis Fonsi y Daddy Yankee es una canción que hace las delicias de todas aquellas personas con una mínima exigencia en sus criterios estéticos y musicales, lo que esta charanga está perpetrando puede provocar ébola en los tímpanos y lepra en los ojos. Es tiempo de marchar.

Soy el puto amo, muy humilde, eso sí, pero el puto amo.

MORNACRTGLo que os dije: El mar está como un plato, nada de viento, nada de olas, y con el “bajo del Espeque” en la proa de nuestra barca. Luis, que con el traje a medio cuerpo, el cinturón de plomos abrochado y el gorro del capitán Tapioca está más gracioso que un gato bizco, se encarga de tirar el ancla acertando de lleno a los restos del soporte del faro que descansan a unos ocho metros de profundidad. Hay buena visibilidad, muy buena. Aunque la primera sensación sea que el agua está más fría que el abrazo de una suegra, la realidad es que está dos grados por encima de lo previsto, sin termoclina hasta más allá de los veinticinco metros. Descendemos por la cara norte y navegamos con la pared a nuestra derecha. Sorprende la cantidad de morenas que habitan este bajo. En algunas grietas, compartiendo espacio con congrios. Junto a estas, las gambas limpiadoras se afanan en limpiar la dentadura de estos anguiliformes. Hay bogas, sardinillas y unos misiles plateados que parecen ser albacoras (Euthynnus alletteratus) que aparecen y desaparecen haciendo que los pequeños cardúmenes de atherinas y bogas hagan dibujos en el azul. Volviendo a la roca, vemos ejemplares de pulpo y una generosa representación de lábridos destacando, como siempre, las coloridas julias (Coris julis) entre los monocromos tordos. En las escarpadas paredes las castañuelas andan con más nervios que koji kabuto pasando la itv del Mazinger Z debido a la presencia de dent…inos. Hay un pequeño cardumen de espetón circulando justo en el lugar de cambio de corriente. Como llevamos botellas de quince litros, hace muchos minutos que dejamos atrás la hora de inmersión. Estoy con Luis, dejando el ancla lista para ser izada cuando vemos que el cabo por el que teníamos que ascender estirándose como el guapo de los cuatro fantásticos. Tanto el “Sospechotes” como yo tendríamos que tener la misma cara de sorpresa que el de la Mutua cuando le suben el precio del seguro cuando vimos que el cabo, en lugar de estar “tieso parriba” se va acostando hasta quedar horizontal. Confiados y seguros de que al final de la cuerda tendría que estar el barco, seguimos buceando hasta quedar envueltos por el azul. La sorpresa, deja paso a la hilaridad, sobre todo, cuando nos contaron que Ángel, se soltó de la escalera y se le llevó la corriente por lo que el barquero decidió ir a buscarle.

MEDREGAL CRTGHRegresamos a puerto para cambiar botellas, beber más agua y comer algo. Luego, de nuevo al mar. La idea era hacer la isla de Escombreras en caribeña, pero dado que el viento era favorable, optamos por fondear frente a la Algameca, en los pécios del C.B.A. Descendemos y temiendo que tantas aletas allí generen una tormenta de arena como la de la película de la momia, nos acercamos primero al Harrier. Luego, atravesamos el arenal hasta llegar hasta los restos de otro pécio donde aparte de gobios y rascacios hay una congrio enorme. Regresamos al remolcador entrando en sus entrañas y buscando en su casco tembladeras, cangrejos y muchas más morenas. El caso es que, como también esta vez estamos bajando con quince litros, lo del tiempo de fondo se me está yendo un poco de las manos y cuando el permisivo OCi me dice que tengo que hacer diecisiete minutitos de deco decido ascender. Una parada deco es algo bastante aburrido, sobre todo, cuando me estoy meando en mucha abundancia que mañana va a oler el traje peor que la camisa de Camacho en el mundial de Korea.

Lo que viene a continuación… siento pudor solo de explicarlo…

En la era antigua de Zona de inMersión, en los tiempos oscuros del ansimasá, La frase “si llegas antes de 10 minutos al centro, llegas a la nocturna” había hecho más por el atletismo que Nike y Adidas juntas, pero ahora que el “mermeamasao” parece haberse instaurado como tendencia, lo que ocurre es que por la mañana, se hace una solemne declaración unilateral de hacer una inmersión sin la luz del sol pero a los ocho segundos se deja en suspenso. Maldito Puigdemont, nunca te lo perdonaremos.

HARTIVANEComo lo del buceo noctámbulo ha quedado en agua de borrajas, tenemos que buscar otra opción. Hasta ahora, nuestros planes alternativos incluían mucho más de submarinismo pero ahora, los planes “B” son idénticos a los planes “A” pero con mucho más helados. Así que tras una visita tan fugaz como gratuita al museo de arqueología subacuática paseamos por la dársena portuaria hasta el primer garito donde nos pongan algún café irlandés. En un par de ratos todo el grupo se ha reunido en torno a la mesa. Luego, a cenar y a la cama, que lo del domingo tampoco será fácil.

Suena la alarma. Si tuviese que valorar mi nivel de pereza en estos momentos sería un ocho, es decir que si me quedo tumbado será infinito, por lo que hay que hacer un esfuerzo y bajar a desayunar. Allí está Nacho, que ha ganado seguridad y ya no está tan alterado como ayer, que pasó más nervios que Belén Esteban haciendo un examen de matemáticas. Silvia, que no vamos a negarlo, lo de la “madrugá” no es que le siente demasiado bien, anda más quemada que la tostadora de un bufét a las doce de la mañana. Con la diligencia murciana trabajando a pleno rendimiento, vamos terminando el desayuno y cargando los coches para nuestras dos últimas inmersiones del fin de semana. Nos falta Ángel, que si de “pachorras” hablamos, este es de los que se gustan contemplando la desnudez de su cuerpo frente al espejo pensando que si llamasen en ese momento al ascensor no le daría tiempo a vestirse. Como siempre, sin mayores contratiempos, llegamos al centro y comenzamos a montar equipos. Tras un último cambio de botellas por aquello de tener todos los bares en su sitio, aberronchamos los barcos y salimos por la bocana rumbo al bajo de las palomas, también llamado la piedra blanca.

FOTOCOLOtro lanzamiento certero de ancla y ya estamos en el agua. Yiyi, me detalla como es el bajo, aunque, todos conocemos esa máxima del buceo que dice que “la posibilidad de perderte en una inmersión es directamente proporcional a las veces que digan «no tiene pérdida» en el briefing”, pero vamos, que viendo el nivel de la gente que tenemos en el barco y que igual me pillas en un momento de mi vida en el que como si te tomas lejía a tragos, la verdad es que ando menos preocupado que Chuck Norris paseando por un barrio chungo. Por eso, pared a la izquierda y a disfrutar.

A disfrutar, porque se va notando –y de qué manera- que esta zona ya es reserva. Las grietas están superpobladas de morenas, congrios y bellos ejemplares de murión. Anthias y castañuelas se mueven nerviosas por las paredes verticales. Hay sargos reales de buen tamaño, sargo picudo, brótolas, todos los tipos de tordos, galanes, salmonetes, corvinas, reyezuelos, pequeños ejemplares de mero, falso abadejo, espetón y, por supuesto, una amplia representación de gobios, de blénidos y de nudibránquios. Un día como el de hoy, sin oleaje, con una corriente más bien floja, una temperatura mínima de 21º, sin termoclinas y con una más que sobresaliente visibilidad, bucear aquí es un auténtico placer. No es de extrañar que el tiempo de inmersión se nos haya marchado más allá de los ochenta minutos de los cuales cuatro son de parada obligatoria.

FLAAVEKLINA CARTSubimos, nos hidratamos, recogemos el ancla y fondeamos en la cara norte de la isla de las palomas. Mientras hacemos un intervalo en superficie que nos permita encarar la próxima inmersión con más seguridad, me fijo en las caras de la gente. Incluso la de “butthead”, que suele ser más inexpresivo que un ladrillo, brilla como la de Mcguiver en el Leroy Merlín.

Bajamos y, como los del otro barco han iniciado la inmersión “pallá” nosotros tomamos el camino de “pacá”. La orografía es simple, muy simple. Primero una ligera pendiente de alga y roca menuda, refugio de pulpos, alguna anémona y que hoy, está cubierta por sardinillas y bogas. Eso atrae a las albacoras que pasan como misiles entre los cardúmenes. La pendiente deja paso a una paren que se adentra en el mar, separándose perpendicularmente de la isla. Aquí, aparte de muchos rascacios y cabrachos es donde casi siempre podemos ver ejemplares de espetón, solos (como en esta ocasión) o agrupados. También aparecen como de la nada cuatro ejemplares de medregal (Seriola dumerili) que se pasaron más de la mitad de la inmersión girando a nuestro alrededor. Se suele finalizar justo debajo del barco, entre desprendimientos de piedra buscando gobios, estrellas, ofiuras y los pequeños chafarrocas (Lepadogaster zebrina) que se esconden bajo los cantos rodados que quedan en los huecos de las rocas.

CRATENACARCartagena nos ha vuelto a enamorar. Mientras navegamos de vuelta al puerto nos fijamos en todas las construcciones defensivas, los impresionantes acantilados que cierran la bahía, el castillo de Galeras, el castillo de navidad y con ganas de volver a visitar todo lo que se oculta a pocos metros de donde el mar termina su camino, acariciando los muelles deportivos, de pasajeros y militares: La muralla púnica, el castillo de la Concepción, el teatro romano…

Aparcamos el barco. Lo que toca ahora es lo de siempre, una ducha para pasarnos a limpio que las inmersiones han sido bastante largas y no hay que dejar que el recio del orín se ensogue a los trajes. Allí está mi media naranja, organizando con mimo las bolsas que si Dios terminó la creación en seis días fue porque no tenía a Sonia al lado diciéndole en que sitio quería cada cosa. Antes de nada, hay que sacarla del traje seco, que tras varios forcejeos, cuando por fin se consigue, se le ha quedado el pelo que parecen los alambres del pan Bimbo. Luego, a cargar la Scuba y por aquello de innovar, en lugar de la inmediatez característica de estos regresos optamos por comer en Cartagena. Eso, a veces, implica riesgo, porque Luis entro al Burguer King, pidió un Mcmenú y salimos con una pizza del Domino`s. This is Murcia, my friend.

CABRACHOCARTAdemás un Burger también precisa de atención máxima porque con esto de optimizar recursos no me queda ni camisa ni polo alternativo y a poco que un poco de salsa haga chorrera… Que Sonia no es como la madre de los anuncios, que yo llego a casa con la camisa sucia y las dos hostias me las llevo.

En fin, que, tras comer, y tal y como teníamos previsto, hicimos la visita cultural del año en el A20 Neptuno, el buque de salvamento y rescate subacuático de la Armada Española. Para nosotros, buceadores/as es como viajar al origen de todo. Una más que grata experiencia, para mí, un privilegio, un honor.

Tras la visita, ahora sí, regreso a Madrid con parada en “los Chopos” y viendo ese sol que se oculta en las montañas y que veremos salir tras el Mascarat, la próxima semana, en Columbretes, pero eso, será otra historia.

 

Zona de inmersión. La experiencia nos dice algo que antes no sabíamos y que no podíamos aprender hasta haber tenido la experiencia.

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