COLUMBRETES: expedición “Tiritona”. 18/03/16
El dedo anular de Sonia en extensión deja bien claro lo que opina sobre mis sugerencias en lo referente a la longitud de su corte de pelo. Ahora se piensa que es una estilista, ella, que nunca ha podido diferenciar mi barba de moderno de la de un sin techo. Por si esto fuera poco, sus berridos tan comprensivos como cariñosos me han hecho entender que es mucho mejor ir ahora a repostar combustible. De modo que, aquí estoy, llenando el depósito de la Scuba y dejando todo preparadito. Con misma mirada de decisión de los chimpancés pelando pipas, memorizo el número de surtidor, me acerco a la cajera y le digo – “la furgoneta plateada” – mientras señalo con el dedo.
Luego, hago uno de los “cubiqueitors” más esperado de la temporada: el de la Tiritona.
Uno de los más esperados porque hace dos años que la Tiritona no se hace en fechas de Tiritona y con condiciones de Tiritona. Y ya que hablamos de condiciones, resulta que, las previsiones van mejorando cada vez más. Bueno, eso ha sido hoy, porque ayer eran peores, pero antes de ayer, eran mucho mejores. El caso es que, la proximidad de la primavera, hace que el clima sea inestable, no como en la Tiritona original, en la que las condiciones eran pésimas desde el principio sin posibilidad de ningún cambio.
Con todo cargado, me dirijo al punto de reunión a recoger al resto de los “Devismanaútas” que ya están esperando, todos, menos uno, o varios. Mientras espero, me tomo un café con Dani y con Cris, para ir anticipando fechas de posibles “escapadas”, aunque, claro está, se hará lo que diga Cris, naturalmente. No sé porqué me suena de algo esto…
Finalmente, aparecen todos los que se vienen en la Scuba. Así que, a primera vista, volveremos a ser un coche “Sauron”, es decir, que iremos llenos de “orcos”. En teoría, desde primera hora de la mañana, Alex, Kike y Aarón ya andan por Valencia. Al parecer, el primero tiene una entrevista de trabajo, algo, que me resulta gratificante, en especial cuando en nuestro País tienes más posibilidades de ganar dinero echando la primitiva que echando curriculums.
A ver, así, como haciendo un resumen rápido: Por un lado tenemos a Carlos, Adrían (que es el responsable de salgamos tan tarde), David (que es tan torpe que se sacó el DNI a la tercera), Edu y Nacho, que es una de esas personas que a la primera impresión, puede caerte mal, pero que, si te tomas el tiempo suficiente para conocerlo, te caerá peor. Por otro lado los ya mencionados Aarón, Alex y kike. Eso suma ocho aguerridos muchachos, es decir, un “Only boys” sin prepararlo, sin reuniones, sin grupos de wasup sin nada de nada. Así, un only boys… ¡¡¡ Punto para los chicos !!!
Un “a ver si aprendemos chicas” más tarde, abandonamos Madrid por la R4 (mucho más barata que la A$4) hasta enlazar con la AP36 y un “ya suponía yo que lo vuestro no da para mucho más de uno al año”, ya estamos en la A3 con las luces buscando un lugar donde parar a cenar algo porque “un quizás hay que ir claudicando y reconociendo las cosas, que lo que no se puede, no se puede y además es imposible” tardará en digerirse.
La inhóspita hora de salida ha modificado todos los estándares conocidos y, debemos de innovar parando en el “Hotel Delamor” para saciar nuestro apetito a base de bocadillos de bacon con tranchetes. ¡ Joder ¡, nada de brasas, nada de panceta y encima tranchetes, que como todos sabemos son al queso lo que Paquirrín a las artes escénicas. Mi dieta mediterránea al garete. Esto no te lo perdono, Adrián.
Lejos de la hora deseada, ni por asomo a la hora adecuada pero por supuesto, a la hora prevista, nuestro pepino plateado aparca frente al Alí Babá. Es curioso, mandé por wasup uno de mis infalibles “croquis”, una descripción más que detallada y la localización GPS del lugar de embarque, pero el trío de Valencia anda más perdido que la “Veneno” en los mundos de “Yupi”. Cosas de las nuevas generaciones. Un consejo, para los que aún estáis a tiempo
¡¡¡ Huid insensatos !!!
Nos acercamos por primera vez esta temporada a los cascos del Devismar. A su lado está Ximo (de Joaquín) que es capaz de sugerir premura en el embarque con la omnisciencia de una deidad, lo que significa que, aún no se ha coscado de lo que se le viene encima. Repartimos cabinas con el eficaz sistema del “pito pito gorgorito”, y vamos metiendo equipos y equipajes. También organizamos las guardias de la noche, empezando por Adrian, cuyo turno durará un tiempo establecido de más o menos hasta que se despierte Ximo (de Joaquín).
A las CINCO (con una rima así de gorda) de la mañana llegamos al cráter de la illa Grosa. Tan solo, amarrado en la uno, hay un barco de investigación. El resto del parque está vacío, sin un alma, sólo nosotros, y es que, disponer de un enorme espíritu aventurero no está reñido con ser gilipollas. Tras dejar el barco fondeado, me introduzco por el tambucho, y me tumbo, cansado y contento porque los excesos navideños no han hecho demasiado efecto en mi abdominal plegable. La luz del faro pasa con su cadencia por mi trocito de cielo, mi añorado trocito de cielo de Columbretes…
La paz se interrumpe temprano, con el sonido enérgico de la campana, más desagradable que ver comer a Carmen de Mairena con la boca abierta. Uno a uno (pero poco a poco) va apareciendo el puñado de Valientes. El primero, Carlos, que tiene peor cara que un “gitano mojao”, recordándonos sus horarios de ablaciones matutinas. Tras él, Alex (que es más feo que un camión por debajo) y el resto. Coordinando con eficacia sus neuronas logran preparar un delicioso café que me invita a desayunar el Colacao con leche de siempre. Los veo ahí, en la bañera de popa, ajenos a lo que están a punto de experimentar, entregándose con apetencia al ansia gumiosa de bollos del Mercadona. No es por nada, pero he probado drogas menos adictivas que los bollos del hacendado.
Luego con una inquietante desidia empiezan a montar equipos, con una total desorganización, que cuando terminan pienso en toda esa gente que aún sigue viva sólo porque a mí no me apetece ir a la cárcel. Con todo listo, vamos saltando al agua. De momento dos observaciones: la primera, que parece que hay mucha mejor visibilidad de lo esperado. La segunda que habría que ir pensando en instaurar el “me cago en la hostia” como unidad de medida de la temperatura del agua.
A ver, viendo la estela de bioluminiscencia que dejaba el catamarán anoche, y la gran cantidad de ctenóforos que hay por doquier, podemos adivinar que las aguas, siguen siendo invernales. Por eso, los primeros que se han lanzado, según les empieza a filtrar el agüilla por el pescuezo del semi seco, van sugiriendo a sus compañeros cierta celeridad en el proceso de entrada al agua. Voy a evitar reproducir los insultos, pero “cabronazo” fue lo más suave que mis castos oídos tuvieron que escuchar.
En fin, como tenemos asumido que la Tiritona es como las fiestas de un pueblo, que no es cuestión de divertirse, sino cuestión de sobrevivir, con la charla técnica asumida y con todos listos, empezamos el descenso, que sale, bueno, casi bien. Alex que como es un tipo aplicado se trajo los deberes hechos y ya venía resfriado de casa, tiene problemas para compensar. Eso hace que nos lleve más tiempo del previsto completar el descenso. Menos mal que la primera langosta del fin de semana y un mero curioso nos hicieron la espera más llevadera. Finalmente, nos ponemos en marcha, pero, con todos retrasados (me refiero al tiempo) no será posible llegar al Mascarat por lo que nos atrevemos con el “Marrón de Jorge” en su recorrido más largo. Las bogas campan por sus despechos, de vez en cuando cruzan por delante de nosotros a gran velocidad, bien para entrar en calor, bien para escapar de algún dentón que, de momento, no se deja ver. Poco a poco llegamos a la cresta de la boya tres, punto elegido para girar al este y buscar las “agujas” que prueban la existencia del tercer cráter. Las anemonas están recién levantadas, creo, porque es la primera vez que las veo recogidas en su tubo, incluso, en algunos ejemplares es visible el disco basal. Lo bueno es que los cangrejos peludos que antes se escondían entre sus tentáculos, ahora están a la vista. Otro regalo de Columbretes. Las más grandes de la especie aiptasia mutabilis ya están ocupadas por gambas (periclímenes) y en los extremos de las algas los nudibránquios, sobre todo felimari orsinii (los azules pequeñitos) campan por sus despechos en formación de orgía. Pero sin duda, los reyes del invierno son los crustáceos. Hay ermitaños, cigarras y langostas, enormes langostas que apenas pueden ocultar sus antenas en las grietas donde se refugian.
Al parecer, lo de avisar a media botella ya no se estila y en un momento determinado de la inmersión ya cuento con cuatro aspirantes a sorbete de oro. Esto, sumado al frío que van manifestando (alguno, más que movido, ya está borroso) nos sugiere que va siendo hora de terminar la inmersión, aunque no por el fondeo, precisamente.
Con cuidado de no dejarnos las falanges contra el casco, subimos a bordo donde nos espera un merecido caldo caliente. Ahora, es cuestión de deleitarse con la sinfonía del compresor mientras se combate el cencio que barre la cubierta. Según Ximo (de Joaquín), el viento, hoy, está “rolón” (como los desodorantes) y el barco está dando más vueltas que Jorge cuando le cambian las cosas de sitio en el Mercadona. Cada uno a su manera, vamos preparando la segunda inmersión. Esta vez, vamos a buscar la boya ocho, la de la pared del tabaco.
Descendemos más o menos bien y nos dirigimos por la pradera a buscar en fondeo de la uno. Ya sé que es un recorrido ramplón, uno de los más desfavorecidos del interior del cráter, pero, a veces, puedes encontrarte con sorpresas como la de… bueno, esta vez, no hubo suerte.
Regresamos al barco y me sorprende que casi hayamos llegado a los cincuenta minutos de inmersión. Subimos al barco. Viendo la cantidad de agua que desalojo por mi traje (que tendría que ser seco) creo que no fue una buena idea lo de pedirle a Carlos que me cerrara la cremallera. El resultado ha sido el mismo que con Paquito en cabo de Palos. Tampoco ha sido para tanto, viendo que entre el frío de dentro y el de fuera han salido todos con los pezones como para exprimir naranjas. Todos menos Edu, que va con su flamante Excel… Vamos, que ya sé cuál será mi próximo húmedo.
Pero, de momento, hay que ir haciendo hueco en la mesa para la ensalada y el pollo a la brasa. Hoy por hoy, veo más posibilidades que Pablo Iglesias cambie de ideología y se afilie al PP que cambie el menú del Devismar. Mientras las bandejas se van vaciando, hacemos un estudio pormenorizado de la forma de bucear de esta gente, concluyendo que hay tipos en el corredor de la muerte que son más optimistas con su futuro que yo con la progresión de este grupo de buceadores. Tras el postre, en el que hubo que jugarse las natillas de chocolate a la puñalada más certera, empezamos a llevar gente a la isla para hacer la visita.
Mira que lo advertimos: Hay que bajar con calzado adecuado y dinero (tres euros) para poder tomarnos un estimulante café Irlandés en la terraza del faro, tranquilamente, disfrutando de las vistas. Pero como estos andan justos de pasta (como los padres de Yoko Ono, que sólo pudieron comprar una vocal) veo que la posibilidad de tomar algo se esfuma. Y eso que nuestra guía se está empeñando en educarnos y explicarnos todo, que, como bióloga que es , a estas alturas ya habrá concluido que, de existir este grupo en el siglo XIX a Darwin no le hubiera costado tanto demostrar que el hombre viene del mono. Fauna, flora, historia… y estos preocupados por la cobertura del móvil. A ver, Hay que hacer como Forrest Gump, viajar, correr, experimentar pero no hace falta contarlo en facebook.
Regresamos al barco. Y se ponen a merendar. El frigorífico está lleno de cervezas y ya han agotado las existencias de nocilla (se llama nocilla por que llamarlo manteca de cacao sonaba a que engorda que lo flipas), panchitos, cortezas y, básicamente, todo lo que no esté bajo llave. Me fijo en la cara de Aarón, que parece que ha tenido un percance con la máscara y tiene la cara hinchada, que parece un gormiti de tierra.
Aprovechamos la tarde para ver lo que han grabado las cámaras. Ahí están todos, juntos… Nacho, que se está dejando perilla y tiene el bigote como el flequillo de un pony, Adrián que casi se ahoga hace un mes cuando en la piscina una chica bonita dijo que le gustaban los tipos audaces y él se quitó los manguitos… Los veo allí, tan formalitos, haciendo planes sobre la próxima escapada… No es por quejarme, pero prefiero volver a ver el resplandor doblada en español antes que ir a Altea con alguno de ellos.
Llega la cena. Ensalada y parrillada de pimientos verdes, chuletas y salchichas… ¿veis lo que os decía del menú?
Tras la cena, hay una cálida sobremesa, imagino, porque nadie quiere salir afuera, en la que charlamos sobre temas diversos. Proponemos nuestra oferta económica en Columbretes (haces tres inmersiones, te regalamos otra y solo pagas cuatro) comparándola con la década dorada del comercio en Carabanchel, donde había promociones en las que, si apuntabas con una pistola al vendedor, te salía todo gratis. ¡Cuanto añoro esa época de mi vida en la que todas las mujeres que me gustaban tenían novio, pasaban de mi o eran heavys de espaldas!.
Prontito, que mañana hay que madrugar, abandono la asamblea, si bien, antes de ponerme los tapones en los oídos, el tiberio que viene de popa me hace suponer que estos chavales aún tienen cuerda para rato. Seguro que son de los que han salido más noches que el camión de la basura y que con el alcohol y el tabaco que se han tomado en el último año podrían hacer un viaje a maldivas o comprar una escudería de F1.
Me quedo dormido.
Si fuera cierto eso que la fe mueve montañas, yo no tendría que haber salido a las tres de la mañana por el tambucho del pañol para hacer pis. Eso sí… que cúmulo de sensaciones: La luna llena iluminando todo, la luz del faro, el batir de las olas en el mancolibre, la orina haciendo chiribitas al caer en el agua y esa emoción tan de la Tiritona de mear con miedo por si se forman carámbanos. Aunque yo no me enterado de lo de la lluvia ni de lo de los golpes de la boya, por lo visto. Ha sido una loche loca a la que, lógicamente, sigue una mañana en la que más de uno se ha despertado con la voz de Constantino Romero.
Tras el desayuno, volvemos a equiparnos. Esta vez sí que atacaremos el Mascarat. Descendemos y vamos a media agua buscando el pasillo entre las crestas. Una zona, por cierto, dominada por las grandes cigarras. Llegados al canal, notamos que la corriente nos va a condicionar un poco la vuelta. De todas formas llegamos. La visibilidad es bastante peor que ayer, eso sí, como estamos en la nueva estación la temperatura ha subido mucho, y eso se nota: si ayer sufrimos 14 invernales grados, hoy disfrutamos de 14 primaverales grados… vaya si se nota. De todas maneras el frío es algo que se siente según como andes vestido y yo, voy con seco, y bien cerrado.
El que no falta a la cita es nuestro mero, que sigue tan lustroso como siempre, y ya llevamos más de cuatro años de relación estable. Nos deja que hagamos unos cuantos vídeos antes de que llegue el momento de regresar. Justo en ese instante, Aarón, que cuando digo que no puede ser más “desastre” no sé si se lo toma como un insulto o como un reto, enfila pared al sur. Menos mal que su compañero anduvo al quite y la cosa se relajó, porque ya me veía otra vez haciendo trenecito con rapiña de octupus. Por cierto, las corvinas, se ve que como sin azul no tienen protagonismo, andan mustias entre las piedras.
Regresamos sin incidentes al barco, y nos vuelve a reconfortar el caldito que nos prepara nuestro capitán. La verdad, viene muy, pero que muy bien, a la hora de plantear la cuarta inmersión del fin de semana.
Tras dos horas de sinfonía metalera a cargo del compresor, saltamos de nuevo a las protegidas aguas de puerto Tofiño, para demostrar esa teoría de la termodinámica que dice que todo cuerpo sumergido en un líquido experimenta una sensación de fresquito según haga más o menos calor. En esta oportunidad, un poquito menos de calor. Una inmersión que empezó en la bruma y terminó en despiste, camino de un fondeo al que sobraba cuerda pero le faltaba barco.
Ascendemos. Recogemos. Recuperamos temperatura y descansamos hasta que llega la hora de la paella. Luego, una de esas siestas que me echo y que cuando despierto me nombran andaluz del año. Luego, descargar barco y estibar Scuba y conducir de vuelta a Madrid, con parada en “el Marino” para, esta vez sí, hacer las dieta mediterránea clásica: bocadillo de panceta a la brasa con queso manchego de la mancha.
Llegamos al punto de partida. Otra vez sin que parezca que los pasajeros hayan comprendido esa mínima diferencia de fuerza que hay entre dejar la puerta del coche mal cerrada o dar un portazo. Me despido de mis “chicos”, sin dejar de pensar que, seguramente, son tan cabrones que se pasarán la semana santa tirando chinchetas en las procesiones para ver a los nazarenos bailar capoeira.
En el horizonte, Altea, pero eso será otra historia, como lo del “only girls” que visto lo visto, yo no sé si ya…