COLUMBRETES. EXPEDICIÓN “Only girls 2016” . 01/07/2016
Voy a ser muy concreto, si me se permite la inseminación. Escribo esta crónica muy despacio, por si hay rubias entre las lectoras. De nada. Comenzamos…
Desde que regresé de Calahonda, apenas puedo dormir y no es por el calor sofocante que estamos sufriendo en Madrid. Lo de mis oídos me tiene bastante preocupado, porque, un parón, ahora, en plena temporada, con todo lo que tenemos por delante sería nefasto. Me mantiene despierto el dolor, no la preocupación, y es que, en el fondo, sé que la solución a mis dolencias está en un wasup. De manera que, escribo el mensaje y apenas en siete minutos aparece en la pantalla del móvil la solución. Unas pocas horas más tarde, estoy camino del hospital, buscando la consulta, y esperando que llegue mi turno. En apenas diez minutos, ya tengo un diagnóstico y un tratamiento que será más que eficaz.
Podría adornar mucho más mi relato, diciendo que, nada más cruzar el umbral de la puerta, me recibió ella, con su pelo moreno suspendido sobre la pálida belleza de su rostro, vestida con una bata blanca que apenas podía contener la exuberancia de sus curvas y me invitó a ponerme cómodo. Podría decir que el cálido tono de su voz me tranquilizó lo suficiente como para permitir que se inclinara sobre mi tembloroso pecho, y sintiendo los mechones de su cabello rozando mi hombro, apenas pudiera susurrar un “megauenlahostiaputa” cuando me metió el cacharro aquel por la nariz, que lo mismo, al salir, sacaría enganchados los chococrispis del desayuno.
En cualquier caso, el fin de semana, podré bucear, y eso, salva, de momento, el onlygirls 2016…
… El onlygirls 2016. Una de las Scubacrónicas que más quebraderos de cabeza me está dando mientras la escribo, y es que, con el tema de la mujer, como telón de fondo, resultará complicado un enfoque aséptico, evitando tópicos, sin que nadie, tras la lectura, encuentre tendencias machistas, me acusen de exponer los hechos con demasiada consideración o delicadeza, o sirva para que se apuntalen teorías descabelladas acerca de distinciones parciales o nepotismo procaz.
Lo que sí me gustaría decir, es que, pese a todo, esta scubacrónica se tiene que encuadrar dentro de un homenaje totalmente merecido a la mujer Scubagueto. Merecido porque quizás por estar empeñados en mantener fidelizados a lo “peor de cada casa”, hemos tenido buceando a nuestro lado un montón de mujeres que han demostrado ser una fuente inagotable de sentimientos, de valores, de ideas y de actitudes que, rindámonos a la evidencia, Maese Vicente, también vienen pegados a las tetas, tanto, como el rencor y las malas ideas, eso tampoco vamos a negarlo.
Ideas que surgen cada mañana, cada vez que apunto algo en mi sencillo cuaderno, que esconde algo más que corazón y carácter en su elaboración. Valores que reconozco cuando permití que me hiciesen una foto con una bata de esas que tienen la parte de atrás abierta y vas enseñando el culo porque alguien dejó de divertirse por acompañarme una noche en urgencias. Actitudes que agradecieron en público haber recibido una formación que ha servido para encauzar una carrera profesional. Sentimientos, grandes, a veces expresados en pequeños gestos, simplemente por considerar que fui la llave que sirvió para que descubriese un mundo nuevo. Esto, y más, es lo que ellas han demostrado. Esto, y mucho más, es el onlygirls.
Y ahora, pongámonos en situación.
Hoy, antes de empezar el viaje, estoy viendo a mi sobrino con sus amigos. Uno de ellos ha dicho “vamos a jugar un partido”, y en menos de lo que dura un jarrón en la casa del hermano mayor, han colocado unas piedras a modo de portería, han formado dos potentes equipos con tres Messis y dos Ronaldos cada uno y llevan expuestos al sol tres cuartos de hora pegando patadas al balón y disfrutando más Geppetto con una black&decker.
Por la tarde, pasé a la piscina y me fijé en mi sobrina. Estaba en la toalla con sus amigas. Una de ellas ha dicho “vamos a jugar a las princesas”. Llevan tres cuartos de hora expuestas al sol dirimiendo cuál de ellas es Rapunzel, que si Jazmín no juega por su pasado yihadista, que sí puede venir Blancanieves, pero si no trae a los enanitos, o que Pocahontas, a la “pisci”, no pasa con esas pintas de perro flauta, que esta es una comunidad de alta alcurnia. Antes de que sus madres las llamen para que suban a merendar, casi terminan pegándose patadas… entre ellas.
Ragnar Lodbrok, Alejandro Magno, Atila, Hernán Cortés, son conquistadores. Si buscas conquistadoras en internet, te aparece un grupo de cholitas peruanas. Julio Cesar gano batallas, Ramsés II ganó batallas, Napoleón ganó batallas. Todos tienen en su honor avenidas, templos, castillos y monumentos. Cleopatra se suicidó y Juana de arco Acabó bastante quemada. Una discoteca mantiene el recuerdo de la primera mientras que nadie sabe que el temazo tecno pop de los ochenta de los OMD se compuso en honor a la segunda.
Seis, tres, siete, siete, seis, uno, siete, ocho siete. Pudiera parecer el teléfono móvil de Zona, pero no, son los cruceros a columbretes que han tenido pleno de ocupación masculina en los últimos años.
Cuando hace DOS años escuché la propuesta de conseguir reunir a ocho mujeres en un crucero a Columbretes, sinceramente, me sorprendí… dudé. Veamos, a un “notas cualquiera” que le gruñe la neurona y se le antoja ir a bucear, pone un wasup y en algo menos de treinta minutos ya tiene a siete adictos al ansiamasá listos para la tiritona. Vanesa, cerebro y nudo aglutinador de este evento ha necesitado un grupo de wasup, tres mil setecientos mensajes, diecisiete reuniones, una intentona fallida y más de veinticuatro meses para lograr reunir (por los pelos) a ocho chicas que se atrevan con el Devismar en julio.
Y eso que tenían “lista en espera”… ¡ Ja !, a última hora andaban mendigando por levante alguna voluntaria, porque, Luis (el de Alma), estuvo hasta última hora con la maleta preparada, por si acaso.
Sí, lo reconozco, ya os voy advirtiendo que eso de completar todas las plazas para una escapada de fin de semana o crucero (lo sufro a diario) es complicado, muy complicado. Mucho menos si nos ponemos “tiquis miquis” con los requisitos previos. Las primeras deserciones tipo: no me han dado el día libre, tengo que ir al pueblo, me voy a trabajar a New York, me voy a casar, tengo un evento familiar, me viene muy mal las fechas u otras similarmente parecidas se van sucediendo, y, con cada excusa, se van tachando nombres de la lista, las famosas líneas rojas, que al final la hoja te vale como diseño para una falda del Desigual, pero eso hace que las opciones se vayan limitando.
Finalmente la cosa se quedó tal que así, y la alineación del Onlygirls 2016 fue la siguiente:
Sonia, que tenía el mes complicado, la semana crítica, y el día del juicio final en perspectiva continua, que sale desde casa. De los barrios bajos suben Vanesa (con ese bronceado y sin depilar, se parece a un kiwi), Isabel que con tanto spinning ayer se nos subió a una báscula y en lugar de pagar, le devolvieron monedas y Mer. Luis viene con Alma, imagino que para ser consciente del fin de semana que le espera en total libertad, que, por lo que nos ha explicado, consistirá en pasar los dos días debajo de un toldo. Blanca comenzará su periplo desde Valencia, añadiendo la experiencia de Columbretes al resto de actividades de asueto (como es profesora lleva de vacaciones desde marzo) y tiempo libre. El grupo lo cierran Silvia y Bea, dos chicas que cansadas de buscar un novio guapo, con clase o con nombre exótico se han conformado con dos calz…, pel…, tit… bueno con los dos primeros que no sabían que querían decir las siglas MYHYV.
Bueno, bueno, pues cuando llego con la Scubamovil a la tienda, ya andan todas reunidas, como los juegos de Geyper, mirándose con complicidad y esbozando una sonrisa de esas engañosas, como las galletas que en el envase parece que tienen pipas de chocolate y luego resulta que son pasas.
El Onlygirls…
Cargamos la furgoneta y callejeamos por el barrio hasta llegar a la R4, mucho más barata que la A$4, para llegar a la A40 y desde allí la carretera de Valencia. Un trayecto susceptible a que pueda pasar de todo. En mayoría de virtuosas doncellas he sido testigo de números de contorsionista dignos del Cirque du Soleil, revoluciones de gallinero que enmudecieron al más beligerante de los indignados o frases épicas, inmortales, fusionando los años de historia Sevilla, Granada y Murcia en una abrir de ojos y un cerrar elegante, eso sí, de pestañas. Este año, el discurso es retrospectivo, íntimo y personal, revelando que las disposiciones beligerantes y combativas de nuestra Alma (la rubia) están alimentadas por un anhelo infantil de ser militar y llamarse como la esposa del rey de Ítaca. Ahora no me extraña nada que lo que hace por el día lo deshaga por la noche.
A medio camino paramos para repostar y refrigerarnos. Punto donde se nos une Silvia, la que no tiene lados, sino bordes, y que tiene tan mal talante que en la primera cita siempre bosteza para que el chico se desanime al ver el diámetro de su boca. Conduce, supongo, Ángel, y digo supongo porque su rostro denota seguridad y cierta relajación. Si hubiese pilotado la “gine”, estaría sudoroso y más tenso que el monitor de natación de los Gremlims, porque, reconocerlo, aquí todos tenemos muchos huevos hasta que nos tenemos que montar en el coche con ella.
A estas horas, también, hemos confirmado el olvido de la cámara en Madrid, por lo que, esta aventura no tendrá registros subacuáticos.
Retomamos el camino y llegamos a Benicarló. Como tenemos comida, ya que Mer ha traído algo para picar, que vamos, podemos cenar los diez del barco y algún ocasional, como por ejemplo, el aforo completo del Vicente Calderón, decidimos colocar los equipos y lanzarnos a la aventura.
Llevo un par de semanas con el desgaste psicológico advirtiendo que el estado del mar es pésimo. Nada más alejado de la verdad, el mar está de lujo. Vamos a tener unos días óptimos para el buceo. Pero para eso, hay que llegar a Columbretes.
Jorge, tampoco está demasiado tranquilo, eso de tener tantas mujeres a bordo, y con ese perfil, genera inseguridades, porque, vamos, esto salta a la vista, las ocho son de esas que si te dicen “baja al camarote, que estaré desnuda y quiero que me hagas algo que no me hayan hecho nunca” ponte por lo peor y prepara una fideua haciendo el pino, como mínimo, es decir, que se las saben todas. La amenaza viene porque en el programa previsto, se contempla una “cata” de Gintonics, que han traído ginebra como para aprovisionar el “Arenal Sound” de Castellón, aderezo para el brebaje, con los que podríamos alimentar a King África durante un mes y ya tenemos guardado tanto hielo que parecemos un barco de los de “pesca radical”. Luego, hay una bolsa, que deja aflorar serpentinas y lentejuelas, que canta más que la hormiga atómica en una manifestación de Greenpeace. Viaje, cansancio, primer gintonic y la idiosincrasia femenina hace que tengan ya el carácter más inestable que Vanesa con tacones de aguja. Menos mal que los primeros golpes de mar, consiguen que se retiren a sus aposentos palaciegos. Es entonces cuando en el Devismar se apagan las luces y la cubierta queda iluminada por la pálida luz de la luna, el alboroto se convierte en una melodía basada en el rumor de las olas deslizándose por el casco del barco. Se hace la paz, se gana la tranquilidad, y la reflexión se hace verdad: La vida es como un pene, suave, relajada y tranquila. Es la mujer la que la pone dura.
Por fin, la luz del faro cruza por el salón. Estamos acercándonos a la Isla Grosa. Jorge, ha pasado todo el viaje aferrado al timón. Me recuerda a Luis en el Onlygirls 2015 cuando tuvo que volver con todas ellas. Ha hecho, el sólo, la guardia sobre los luceros, impasible el ademán. Jorge es un tipo muy majo. No ha querido despertarme, y es que, tras cuatro días de tratamiento de choque, el dolor, ha remitido un poco y me ha permitido dormir, aunque sea rendido por el cansancio.
El día empieza radiante, sin nubes, con un ligero oleaje que se va amansando y la Foradada mostrando gama de ocres, según el astro rey se despereza y escala a su cenit. Soltamos amarras y antes de que aparezcan por la puerta de los camarotes las tres neuronas excitadas por el olor del café (tres neuronas… son ocho mujeres… ya sé que el cálculo es optimista pero…) ya estamos amarrados en la boya 16. Por cierto, el Café que Jorge ha preparado con agua salada… alguna ya…
Isabel, ha dormido sola, porque Mer ha elegido que, aunque lo mejor para su espalda no sea lo de dormir en la bañera de popa, su tendencia al trash metal le aconsejó pernoctar lo más cerca posible de la borda, por si le daba por jugar al exorcista: Ella vomita y Vanesa la sermonea. Por otro lado, eso sí, la de Torrijos reconoce que tras haberse dado una sudada, está de lo más a gustito. Alma (Que lo único que tiene de princesa es el cuento) anda aún deliberando porqué si el barco tiene el volante detrás, navegamos hacia adelante. En estas, llego a la mesa cubierta ya de esos bollos del hacendado que son más adictivos que muchas drogas. Vanesa, por su parte, ya ha localizado (en un crucero de buceo, la Nutella es la respuesta. La pregunta es lo de menos) el bote de crema de cacao, sin duda una de las pocas cosas buenas que se sacaron de la segunda guerra mundial, y ya se mete en la boca cualquier cosa untada con. Las que se marean, se reúnen como los pollos de los halcones en los nidos, para recibir su dosis de “estrugerón”, que la máxima del crucero podría ser, “tú abre bien la boca, que estos ya te meterán algo”.
Tras la charla técnica, toca empezar a equiparse. Momento álgido del viaje. Siempre me ha parecido curioso que anden escondiéndose cuando llevan la ropa interior, si han estado todo el día solo con un bikini que cabría en un Kínder sorpresa. De todas maneras, he de reconocer, que hay que admirar la belleza de estas chicas, una belleza natural que consigue que sólo tengan dos manos, no como las chonis que tienen tres: la derecha, la izquierda y la de pintura. Y eso que en cubierta está Isabel (la del pelo como un chupachups de esparto) que pese a su empadronamiento toledano, aún se mantiene fiel a sus orígenes Carabancheleros, tanto, que duerme con sábana barriobajera. Mer se aproxima por el costado de babor. Si pensáis que el puenting es un deporte de riesgo es que no la habéis visto caminando por el barco. Silvia, que es la maldad en continua evolución, ha tenido tiempo para lanzar dardos recriminatorios, quizás no sea un problema causado por mi actitud, y sí sea un problema originado por su percepción. En cualquier caso, siguiendo las directrices que se postulan en el tratado “como hacer feliz a una mujer en 2.500.000 sencillos pasos” la solución a este dilema no es complicada, a ver, si yo estoy equivocado, me disculparé, pero, si se llegase a demostrar que la equivocación fue suya, me disculparé igual.
Bueno, concluimos los últimos detalles de la inmersión antes de que se cierren las cremalleras –va por ti, Luis – y de que “esos pechotes” queden oprimidos tras la capa de neopreno. Queda de manifiesto la sencillez de estas damas, que han optado por evitar esas prendas con escotes de esos que hacen promesas que luego las tetas no pueden cumplir.
Como fijamos la fecha para esta escapada coincidiendo con la final de la Eurocopa, estamos completamente solos, que a veces me siento como Will Smith en “soy leyenda”. Saltamos a un mar azul, con muy buena visibilidad y descendemos. Son todas alumnas mías, por lo que, no hay ninguna duda sobre su forma de bucear. No las deseo suerte, porque esto no es un casino, a ver, si te has formado en Zona de inMersión, tendrás un buen buceo, sino, que Dios te ayude.
Descendemos. Mis oídos responden, Vanesa, que es espartana, como las alpargatas, tampoco parece tener problemas. Navegamos entre rocas, a poca profundidad, hasta llegar a la esquina, entrando en esa pequeña cueva que sirve de refugio a las corvinas. Luego, pared a la izquierda, continuamos hasta llegar al arco. No es que haya mucha vida, pero sí que mantiene su carácter monumental. Tras evolucionar a la sombra de esta formación, seguimos inmersión tratando de alcanzar las barras del Peña. Un lugar que me recuerda lo que ha sido, pero sobre todo, lo que pronto, tiene que volver a ser… ¿lo has pillado? ¡¡¡ Ah !!! Y ya estás tardando en venir a los del ordenador… sí sí, lo digo por ti.
La vida se acumula en este punto. Aquí descansan meros, alguna raya y un cardumen enorme de bogas. Un atún enorme pasa como un meteoro plateado junto a Silvia, que ni lo ha olido. Tras las barras, pasamos por la pradera, sorprendiendo a los dent…inos en sus quehaceres diarios y regresamos al fondeo. Como vamos bien de consumo, nos damos una vueltecita antes de terminar el buceo tras setenta y dos minutos de Columbretes en pequeñas dosis.
Subimos al barco. Me urge la cosa esa de llenarme la oreja con “Boral” para tener controlada la infección. Un barco con Alma, Bea y Silvia, garantiza que vas a tener más cuidados médicos que un tamagochi. Por si fuera poco, viene Blanca, con su inseparable bolsa de exploradora, que seguro que dentro hay hasta un hospital de campaña. Esta Blanca es de ese tipo de mujer que supo fingir que era ingenua para no apabullar a los pretendientes. Desde mi decúbito lateral “behind the toalla” veo como estos súcubos sofisticados devoran las tapas que ha puesto Jorge mientras siguen con una sorprendente pasividad sin intentar acción punitiva alguna. Para entender esto, tendría que explicar que uno de los beneficios de completar el Onlygirls era llevar el grueso de las operaciones de mofa y escarnio, en especial, las que tenían como objetivo el patrón del barco y este humilde narrador, pero, tanta preparación, tanto “brainstorming” parece haberlas despistado de la idea original, tanto, que me da la impresión que están más perdidas que Punset en el sálvame.
Un cambio de posición para secarme el otro oído y ya noto avances importantes en cuestión de debate femenino. La una que dice que está harta de ser ese tipo de mujer que siempre se fija en hombres parecidos a insectos: gusano, capullo o mariposón. La otra que critica que no sé quién vaya de flor en flor mientras ella se tiene que contentar con ir de capullo en capullo. Sonia que dice que soy menos romántico que eructar un te quiero al oído y que no tenemos comunicación porque me paso el día hablando de mis cosas y no atiendo a sus mierdas. Tarde o temprano llega la sentencia lapidaria mítica de que “todos los hombres son iguales” que, pienso yo, decir eso es como tener 5000 resultados en una búsqueda de Google y no pasar de la primera página. Como venganza, a la que paso al salón, y con la intención de putear más, en lugar de quitar los IPhone, he quitado la corriente de los cargadores y ya me relamo intuyendo lo que voy a disfrutar con las caras de pánico que van a ir poniendo a medida que se quedan sin batería. Ante tanta hormona desatada, se me antojan dos soluciones, la primera, es que, dado que tengo el oído derecho malo, que no puedo escuchar nada, pedirle a Bea que consiga lo mismo con el izquierdo. La segunda, hacer una discreta huida hacía proa y adormecerme con el sonido del compresor.
Una vez terminamos con la carga de botellas y se vuelven a escuchar los suaves graznidos de las parejas de halcón, el coro de patos de mar y el gruñido del aquelarre de valkirias que tenemos a popa, planteamos la segunda inmersión que se ejecutará desde el fondeo número 15.
Sigo con las recomendaciones de Raúl, que se habrá recorrido este punto buscando, probablemente, el arco de la Foradada, y descendemos sobre un desplome de rocas tapizadas con algas pardas. Continuamos hasta una enorme piedra con forma de pico, que nos sirve como punto de referencia para iniciar la vuelta. Hasta aquí, meros, un par de esquivas rayas, corvinas y, curiosamente, un montón de abades. Regresamos dejando el veril a nuestra izquierda, bordeando la termoclina dejando para otra época la visita a las langostas. En este recorrido, conviene mirar al azul, ya que, no es complicado que aparezcan medregales, den…inos, túnidos o el tímido pez luna. La inmersión, podría haber terminado cuando encontramos el fondeo, pero, con esa intuición masculina que me caracteriza, decido sobrepasar este punto, acompañado por Vanesa, hasta encontrar el cardumen de espetón que con rapidez comienza a dar vueltas a nuestro alrededor. Como siempre, Neptuno premiando a los audaces. Tras sesenta y tres minutos de inmersión, ascendemos, nos quitamos los equipos y estudiamos si es mejor, ir al cráter, o quedarnos aquí a comer. Votamos y, la democracia vuelve a triunfar haciendo lo que a Jorge le sale de los c…
Tras el secado de orejas, viene el gran momento de saborear la selecta carta del Devismar. Si hay algo que caracteriza estos cruceros es la tensión que mantiene Jorge con la elaboración de los menús. Te pasas las inmersiones tratando de adivinar que nos preparará para comer o para cenar, que te pones más nervioso que Marco en el Sorpresa Sorpresa. Antes de comer, y, como parte de las operaciones de combate de la ofensiva masculina, hemos mojado pero sin amor ni cariño a unas cuantas y la campana aún tiene que escocer en la cabecita de otra.
A las seis de la tarde, nos acercamos a la isla para hacer la visita. Como siempre un placer, que dura hasta que vemos como llegan a nuestro lado los canis adinerados del barco ese que tiene el reggaetón a todo volumen, con sus chavales, tontos de escupir a los aviones, y sus chavalas que, aparte de estar tan maquilladas que te dan ganas de escribir “lávame” en la frente, tienen tanta silicona en el cuerpo que si se mueren ahora, no sabríamos si enterrarlas o tirarlas a un contenedor amarillo. El punto álgido que confirma mis teorías sobre forzar la selección natural con ejecuciones sumarias o esterilizaciones masivas llega cuando nos encontramos a una chiquilla meditando en inglés en mitad de la zona restringida de la reserva, y que, sacando de sus adentros toda esa gracia ni-ni y verborrea poligonal, en lugar de disculparse cuando fue reprendida por los guardias, se quejó amargamente de la interrupción de su proceso astral de abstracción.
Por aquello de hacer ejercicio, me planteo la posibilidad de regresar al catamarán a nado. Algo en lo que, me solía acompañar Vanesa (que sigue siendo lo más masculino que hay en Zona) porque lo que son las otras… bueno cada una es como es y ya bastante desgracia tiene.
Lo que pasa es que, nada más empezar mi entrenamiento, una medusa, se posa grácilmente sobre mi hombro, dejándome un tatuaje que aún hoy luzco con orgullo. Jorge, cercado en su propia barquita, no tiene más remedio que colaborar con el enemigo, haciendo caso a sus infames peticiones de pasarme por encima o hacer olas para joderme vivo.
Tras la cena, discretamente, me retiro a mi tambucho, dejando atrás a Silvia y su, no lo dudo, sensacional oferta de gin-tonics surtidos. La ventana se cierra, el silencio se hace y la noche avanza entre los gritos de las pardelas únicamente acallados por las risas de las Valkirias en su Vingolf de popa.
Por la mañana, encuentro a Jorge elaborando el café. En la bañera, en suelo y en borda, yacen los cuerpos de las desdichadas que osaron a probar las trescientas veinte combinaciones que preparó la del curro en Fuenlabrada. Bea, que va como Massiel de acampada en La Rioja, es la primera en aparecer, Mer, que tampoco ha dormido en su cuarto esta noche, tiene la cara como una esponja para los callos. Vanesa está en proa, despatarrada como una iguana, y, sintiéndolo mucho, cariño, la vida no es cuento de hadas, si pierdes una chancla pasada la media noche, no eres una princesa, eso es que te has emborrachado. De todas maneras, son tantos momentos buceando juntos, que, puedo asimilar perfectamente, que la dignidad se les escapó a todas ellas cualquiera de las veces que intentaron hacer pis en la popa de una neumática tratando de usar una toalla como telón.
La primera inmersión del día será en el Mascarat. Nos dejamos llevar por el mar hasta los límites de la decencia y escapamos a la inquisidora mirada del servicio de vigilancia iniciando la inmersión y llegando al canal. La idea, es llegar al Cremaet, pero, justo antes de llegar al cortado, veo a Sonia con el cinturón de lastre en la mano. La mezcla de alcohol y rigidez del plástico han funcionado y anda con más dolores que el sparring de Chuck Norris. Decido volver grupas y buscar a mi mero. Hoy tiene ganas de juego y se acerca hasta golpear el chaleco con su morro. Enfrascado totalmente con su compañía me hallaba, cuando escuché el sonajero de Sonia a volumen brutal. Eso, sin duda, es que quiere algo, pero nada bueno. Su sugerencia de regresar es aceptada de inmediato, más bien, diría yo, que acatada con disciplina y tras encontrar el fondeo, la dejamos que ascienda mientras Alma, Vanesa y Bea me acompañan a ver si caen los caballitos de mar. Esta inmersión se nos marchará a los ochenta y un minutitos.
Sin nada destacable durante el intervalo en superficie, comenzamos la segunda inmersión, que, esta vez, sí que nos lleva al Cremaet. Una inmersión que resultó ser un espectáculo de colores azules en los que se diluían los dent…inos, los espet…inos, las corvinas y un trio de medregales enormes, que Silvia no pudo ver, posiblemente porque está acostumbrada a ver cosas más pequeñas.
Con Jorge, eso de la tranquilidad no existe y, cuando termino de guardar mi equipo, las Columbretes ya están atrás, en el horizonte. Abuso del tiempo de cocción del arroz haciendo la primera siesta de la tarde, para, según terminamos la paella, degustar una segunda siesta de esas de las que me he despertado y no tengo ni puta idea de qué día es ni de como narices he llegado hasta aquí.
Llegamos a puerto. Entregamos a Silvia, entregamos a Blanca y llevo de vuelta al resto hasta llegar a Madrid. Devolvemos a Bea, negociamos con Luis para que se quede con Alma y despedimos a Vanesa y a Mer. El Onlygirls 2016 ha terminado.
Jorge, compañero, hemos ganado.
El reto para el Onlygirls 2017 está lanzado, pero no sé yo si… porque no veo posibilidades, no sé… poca capacidad de organización, nulo poder de convocatoria, escasa imaginación… en fin, que supongo que será otra historia. O no.