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VILLARICOS. EXPEDICIÓN “Triple A” .14/10/2016

Octubre. Sí, octubre, mediados de octubre para ser exactos. Un mes en el que ya tendríamos que andar pensando en incorporar la rebequita al equipo de buceo, pero, que por los caprichos de la naturaleza, está siendo bastante cálido, lo cual, anima a la caterva Scubagueto a dar rienda suelta al ansiamasá y afiliarse a estos eventos. Otra cuestión es la de la temperatura del mar. Ha sido una año más raro que un coche de moros con la vaca vacía. Las temperaturas máximas del Mediterráneo las hemos encontrado en septiembre, y no agosto, como siempre. Por eso, a estas alturas aún disfrutamos de unos graditos de más en el agua. Para terminar de cerrar el tema, nos hemos topado con uno de esos períodos de calmas otoñales, así que, la naturaleza está combinando sus elementos para proporcionarnos una oportunidad de las que no se pueden dejar pasar. El destino elegido para alojarnos (lo del centro estaba más que claro) era San Juan de los Terreros, pero como esto de la innovación empieza a ser adictivo, nos dio por elegir, primero Villaricos, y, ante las dificultades para encontrar posada para todo el grupo, buscamos cobijo en Vera, en un hotelaco de cuatro estrellas, casi tantas como la Mahou y mucho más que las de los carnets de los alimoches de CMAS.

Con todo listo, en lugar de salir a primeras horas matinales, y por aquello de hacer piña, abogamos por reunir el mayor número de Scubaguetos/as posible en la Scubamovil a base de retrasar la hora de la partida, llevándola más allá de las inhumanas tres de la tarde. Mientras los tres que eran tres, como los tristes tigres que comían trigo en el trigal habían optado por apechugar en el narco-coche y se pusieron en camino. Continuamente nos van martilleando con mensajes de wasap y es que, esto de las redes sociales es algo bastante pernicioso. Con el Ex-hombre de negro, viajan Villa (que es tan feo que de pequeño le acunaban con palos de churrero) y Rubén, el de la “Pinchito”, que ha podido encontrar un huequecito en su recién estrenada vida de magnate de la construcción.

Precisamente, hoy, la disidencia de pensamiento paralelo y buceo único ha vuelto a utilizar el “cara libro” para liberar un poco de ponzoña, lo cual no es que nos importe demasiado, pero me parece un tanto insólito que el personal renuncie al contacto directo y al dialogo para resolver problemas y en su lugar opte por camuflar una vida paralela en “la nube”. De eso, precisamente, estaba hablando con Ángel, un profesional del asunto de la pantallita y las teclas, que me sugiere que los tiempos cambian, y que, progresivamente se han ido cambiado las reuniones de colegas por los “chats”, las conversaciones de barra o mesa por los grupos de wasap y las cuadrillas por los “followers”. Así que, no debería extrañarme que ahora nos vayan apareciendo los “haters”, que vienen a ser los amargados de toda la vida. Me parece a mí que esto del siglo XXI se me empieza a poner muy cuesta arriba.

Menos mal que, a unos pasos de distancia, probándose equipo, anda una de las nuevas adquisiciones. Irene es una sirena de las inasequibles al desaliento, contagiada por el ansiamasá y que últimamente se está apuntado a todas las escapadas. Siempre anima poder contar con la vitalidad de una chica que es guapa hasta bostezando y con un conocimiento tan abrumador sobre los usos y costumbres sociales de la vestimenta y de la moda que lo tendrá que poner a prueba durante la escapada, pero, no adelantemos acontecimientos. También ha llegado Iván, que tendría que haber venido con su máquina de discutir, pero un inoportuno resfriado (otro) ha vuelto a impedir que Laura pueda terminar su curso OWD.

ANGEL ALTEAVanesa ya lleva un tiempecito ayudando a Sonia en la preparación de equipos. Esta criatura, que está ávida de experimentar con todo lo que sea salir a bucear o esté untado con Nutella, tiene más peligro que un mono con una Gillette, y, oportunidades para desarrollar su carácter avasallador no le van a faltar durante el fin de semana. La última en llegar es Silvia, saliente de una guardia complicada y que por eso viene con peor humor que el Capitán Garfio con hemorroides. Encima que llega tarde, comenta que viene y, cito literalmente, con muchas ganas de un “pinchito”. Como es imposible no someterse a la voluntad de esta mujer cuando llega con el ceño fruncido, por aquello de facilitar un ambiente íntimo para satisfacer sus deseos, todos (incluso Sonia) abandonamos la tienda y dejamos espacio para la oportunidad y para que pasé lo que tenga que pasar. En estas, que me fijo bien y resulta que, Ángel, el duplo de la doctora, también viene en procesión. Yo siempre creí que el amor tenía que ser cosa de dos (si fuese cosa de uno se llamaría onanismo) y me extraña que mi tronco renuncie a unos minutos de pasional amancebamiento. Luego, entendí que lo que la Doctora demandaba era un refrigerio a base de tortilla y pan.

En fin, que con más retrasos que una poligonera en fiestas, cumpliendo con todos los trámites, llega la hora de iniciar nuestro viaje. Sonia, nos despide desde la puerta de Zona. Ha declinado la invitación a incorporarse al grupo y ha optado por quedarse en casa. Al parecer, el ajetreo de todos estos meses con cursos y escapadas continuadas ha supuesto un descalabro en la organización doméstica… Vamos, que ayer nos percatamos que teníamos que tomar la ensalada en la caja de guardar la máscara y eso quiere decir que alguien se tiene que quedar para poner el fregaplatos.

Sin problemas, dejamos atrás la encomienda de la orden de Santiago que fue Carabanchel y buscamos la rapidez de la R4 (mucho más barata que la A$4) para enlazar con la AP36 y fijar como primera parada La Jineta. Esta primera fase del viaje transcurre con normalidad. Las chicas (que son guerreras) han llegado con algo de cansancio. Silvia, por su vigilia supervisando las zonas de marisqueo de las chonis trasnochadoras. Vanesa por una clase de Bodycombat en plan agresivo y la que nos queda, Irene, porque, al parecer, celebrando con la “pandi” “guapi” de los “denim ”el “cumple” de una “compi” “gordibuena” “youtuber” y “believer” la noche del “juernes” casi se hace un “domnes”. Para que luego nos critiquen a los Scubaguetos por inventarnos todas esas palabras que nos han salido del “ciporronchio”. El caso es que como somos unos caballeros de los que nunca interrumpen a una mujer cuando está callada, llegamos en silencio a la Jineta con la intención de ir dándole fuelle al estómago, no sea que luego vengan las úlceras. Mi camarera favorita, la de ojos azules como la inmensidad del mar y tranquilos como el atardecer nos informa que los tres reyes magos ya han estado por allí, cuestión ya conocida, por aquello que os decía de las redes sociales.

Mis chicas, son de las que se pasan meses a dieta, se depilan y se llenan la cara de cremas, para estar monísimas en barcos en los que todos los chicos lucen barriguita, tienen pelos en todas partes menos en la cabeza, están casados o son “gays”. Por eso, me resulto inquietante que accedieran a comprar cajas de “Miguelitos”, para tener algo dulce que llevarse a la boca al día siguiente, en el intervalo en superficie. La atracción que ejercieron los pastelitos manchegos en el colectivo tuvo consecuencias inesperadas en el viaje. De momento, tanto Silvia como Irene le dieron un primer tiento a los hojaldres con la consecuencia de una eyaculación facial de azúcar glass. A los tres “Miguelitos” consumidos, ya teníamos todos más polvos blancos en la nariz que Pocholo en un after de Ibiza. No sé qué hubiera pasado si la benemérita nos detiene en ese momento. También os digo que hubiéramos sacado una pasta transportando materia Colombiana camuflada con tanta cobertura blanca como tenía la furgoneta, que por momentos me recordó al coche de “Airbag”, ver foto adjunta. Que no exagero, que parecía que éramos los encargados del merchandising de “Narcos”. Y, a ver, habeairbag-coca-desvariosvariosr algo, hubo, porque nada más terminar con la primera caja, nos encontramos enardecidos, como poseídos, y nos marcamos un repaso por lo más granado de la discografía “freak” del pop patrio de los ochenta. Temazos que aún resuenan en el maletero de la Scuba y que, muy probablemente, serán la banda sonora del 2017, pero, no adelantemos acontecimientos.

Por fin llegamos al hotel. Allí nos encontramos con los tres hermanos Marx que, en plan insolidario total, ya estaban bajando a cenar. Nos acercamos a la recepción para ir cogiendo las habitaciones y hacer un poco de tiempo mientras van llegando los que quedan, más que nada, para tratar de cenar juntos. Tenemos la oportunidad de conversar con la recepcionista… veamos: Puedes hablar perfectamente el español, el inglés, el francés, el italiano, el chino o el bengalí, que cuando tienes que bucear en la Almería rústica y tratar con sus buenas gentes, no te sirve para nada saber tanto idioma, porque ellos tienen un código de comunicación autóctono, misterioso, milenario y desconocido. Creo que la forma de llegar a las habitaciones y los horarios se los sacamos por contexto. No tardan mucho en llegar Nieves y José, que no quiero decir nada, pero estos dos se pasaron muchos años hablando con una caja de zapatos porque ponía “Converse”. Justo a tiempo, ni tarde ni pronto, aparecen Benito y Leticia, que ya han tragado mucho agua de piscina y piensan que ha llegado el momento de terminar el curso de rescate en el mar. Ilusos.

¡Sorpresa!. Para cenar, por aquello de llegar separados, nos obligan a ir ocupando las mesas según estén colocadas, no nos dejan ni juntarlas ni nada de eso. Eso sí, poco ratón tiene que haber por la zona, ya que estamos cenando cuatro gatos. Lo de los Miguelitos ya está superando el umbral del dolor, así que, aprovechamos el ambiente acogedor para ir donando bollos a diestro y a siniestro, a ver si se terminan…

¡Joder!, ¿pero cuántas cajas han comprado estas chicas?.

Antes de abandonar el salón, pactamos la hora del desayuno que será muy prontito. Luego subimos al bar y nos sentamos todos juntos para compartir un lo que sea. Todos menos los tres tenores, que dicen que prefieren quedarse en la terracita, y que dicen que no están pasando frío, pero yo veo que con tanta capa de ropa como llevan encima, están empezando a perder la forma humana. Imagino que esta escapada va a ser como un puzle, de esos que se empiezan separando los bordes. Subo a la habitación. Enciendo la calefacción y la subo tanto que por un momento pienso que va a venir Satanás a presentarme una demanda por competencia desleal. La verdad es que ando destemplado, cosas del cansancio. Mañana todo irá mejor. Ahora, a dormir.

Amanece. Una ducha y a desayunar. El comedor está montado y lo único que tienes que pedir son los cafés. Hay una señora que habla así como con acento siberiano, alargando mucho las “erres” y que tiene una mala hostia considerable. Según Rubén, un tipo observador, hace tanto que no “frunje” que le está saliendo el salivazo en barra. Esta apreciación tan personal, es una de las primeras perlas de la literatura Valdemoreña que pudimos escuchar durante la escapada. Algunas, incompatibles con la decencia y el decoro, no serán reproducidas. Otras las iremos incorporando al relato, aunque, bueno, digamos que el inocuo “dabutín” de los sábados ya se ha dejado sentir, incluso, cuando el demonio de la estepa nos ha servido los cafés a la temperatura de fusión del acero.

Antes de salir con rumbo al centro, nos percatamos como Nacho (el ex-hombre de negro) omite las sugerencias del navegador de su Narco-car y castiga inmisericorde a una pobre columna que a nadie molestaba. Se ve que, ahora que está solo, se viene arriba y dice que a él no le dice nadie lo que tiene que hacer, porque, cuando está la de las orejitas rojas, es como una cuchara, que ni pincha ni corta. Luego, sí que sí, sale quemando rueda, haciendo las rotondas por el medio y quitándole las pegatinas a los tractores cuando los adelanta, todo, para llegar al centro el primero… “chunda pá hi”.

CERIANTO TERREROSPor fin toca hablar de buceo, buceo del bueno, como el que se hace aquí. En el cuchitril ya está Rubén (el de Isla Negra) con las botellas en orden de combate y la barca alistada. Con la celeridad de siempre, organizamos equipos, preparamos ruta, repartimos Miguelitos (que parece que no se van a terminar nunca) y nos ponemos en marcha. La primera inmersión del día será en la catedral. La distancia al punto de buceo es más larga que el campo de Oliver y Benji, salgas desde donde salgas. Eso sí, el buceo merece la pena, sobre todo cuando te toca un día así, soleado, sin viento, sin olas y con una temperatura del agua, en superficie, ligeramente superior a los 22º. Fondeamos. Hay una ligera corriente, nada insuperable. Descendemos. El fondeo se junta a la piedra allá por los dieciocho metros, y es donde se acaba lo bueno y empieza lo mejor. La termoclina que hay rodeando el bajo, es bien visible. Cuando entras en ella, sientes los 15º de mínima, pero no importa. Rodeas el macizo de piedra buscando cualquiera de las dos amplias entradas que dan acceso a la gran bóveda. Allí, hay un enorme cerianto blanco en contraste con la negrura del lugar. Una sugerencia: si en lugar de encender la linterna, te quedas parado y a oscuras, cuando miras al exterior, el azul del mar parece mucho más intenso. Los juegos de luces de este lugar son más que sugerentes y no es difícil encontrarte con morenas, algún congrio y cigarras de mar. La salida pequeña esconde un espirógrafo con un tubo bastante largo, muy fotogénico y en el exterior, las anthias se iluminan con ese color naranja intenso tan característico. Entre las grietas, hay un cardumen de burritos listados y por fuera, los dent…inos patrullan incansablemente incordiando tanto a bogas como a castañuelas. Aquí, siempre, siempre, te vas a encontrar nudibránquios, sobre todo, cerca de la grieta que hace las veces de salida superior. Súbitamente, un enorme cardumen de salpas cruza la roca de lado a lado, con aparente tranquilidad. Pese a todo, los treinta y pico metros de esta inmersión, acaban pasando factura en forma de parada obligatoria, y, ya que estamos de curso… la hacemos la mar de entretenida.

En el barco, hidratación y a disfrutar del sol mientras regresamos a puerto comiendo Miguelitos. La barca de Isla Negra es muy funcional, cómoda, espaciosa, organizada, pero eso de que las chicas sean capaces de mear en la popa, en marcha, con las olas, de puntillas con el traje medio quitado y sujetando una toalla es como para convalidarlas cuarto de capoeira. Llegamos al puerto. Mientras descargamos y reponemos botellas, los Ángeles de Charli (que también eran tres) se las apañan para escaquearse y pirarse al bar, a tomar algo caliente, cosa, que imitamos el resto, aunque con una intención mucho más coligada. Llega la hora de plantear la ubicación de la segunda inmersión. Cuando tengo que decidir entre la calidad incuestionable del “Arco” o la innovación del “Chiribito” me surgen las dudas, como cuando pienso lo chungo que lo tendrían los perros para sobrevivir cuando no les ponían abrigos de esos tan ridículos. Es entonces cuando brotan sin control de mi garganta esas mágicas palabras aprendidas la noche anterior: “da koki pas pas, y ya está” que viene a ser como el hasta ahora imprescindible “a tomar pol culo”, y que por siempre precederán a todas esas decisiones cojonudas que se toman en esta actividad. De manera que… ¡a innovar!

cigarrakaEl chiribito son tres piedras mal colocadas, en medio de todo y cerca de nada, que esconden un tesoro en forma de pécio. Bueno, lo que queda de un pécio. Bueno, realmente son tres cuadernas, un cacho del timón y cuatro maderas descolocadas. Como está cerca de tierra, la visibilidad es ligeramente inferior a la de la catedral. Pero es una inmersión resultona, sobre todo, por las águilas de mar y las barracudas que vemos. El resto, morenas, congrios, castañuelas, bogas, pulpos… y otros sesenta minutos de inmersión que, pese a que alargamos el intervalo en superficie, terminan de nuevo de manera obligatoria en los tres metros. Completamos más ejercicios del curso de rescate y termino la inmersión haciendo fotos a la capucha de Irene,  que con esa cresta en color púrpura o carmesí (he aquí mi lado femenino brotando) tiene más estilo que los trajes de gala de los Power Rangers.

De nuevo otra navegación, cortita, esta vez, al puerto. Toca cambiarnos, dejar equipos colgados y salir disparados al hotel, para disfrutar de una buena comida (espero que esto no levante falsas expectativas) y de otras actividades igual de dichosas. Porque, lectores y lectoras, en el hotel, podías contratar por un módico precio un masaje de esos aceitosos con música tranquila. Y si quieres lo tienes, aunque tengas que lidiar otra vez con la barrera idiomática de la recepcionista. Terminada la sesión, el ansia ocupacional de las chicas parece no tener fin y salimos a jugar una pachanga de Pádel suicida. Los que habéis sobrevivido a los campeonatos mundial de Scubawaterpolo que celebramos anualmente en Egipto, sabréis a lo que me refiero. De momento, me pongo un pantalón que viene con tantas etiquetas que no sé si estreno chándal o enciclopedia. Luego, a la pista, a darle a una pelota con una especie de sartén sobrevalorada con agujeros evitando dejarte la nariz pegada a las paredes de cristal. En la cancha, el que parte el bacalao es Ángel, que como se educó a “paja seca y capullo remangao” (Rubén dixit, again) esto de los deportes enérgicos se le da a las mil maravillas. Una vez finalizado el juego, sin que fuera necesario considerar la zona como catastrófica ni lamentar daños personales, excepto algún orgullo, llega la hora de volver a las habitaciones y cenar algo de esa cocina fusión especializada en delicatessen como leche trilaminada, huevos impermeables o un rociado de caramelo líquido. Luego, nos vamos a tomar algo.

De nuevo los tres mosqueteros se nos han adelantado y ya están en un garito de esos de segurata con gafas de sol (de noche) en la puerta, coches de marca en el aparcamiento y rayas en los lavabos. Antes, pasamos por la playa para ver una súper luna que sale justo por el otro lado y hacernos unas fotos de esas de cuadrilla de la muerte. Luego, al pub. Me percato de que, ignorante de las normas del protocolo social, sigo vestido en plan deportista. Irene, dice que voy marcando tendencia, de manera, que, con chanclas, sin corbata y sin rolex, entro en el garito luciendo mi nuevo estilo urban casual. Que vamos, que entre el chándal, la riñonera y la barba, más de uno se me acercó para preguntarme donde pillar droga.

NUDIBRANQUI ALTEANo podemos alargar mucho lo de las copas, porque, llega el domingo, y las últimas inmersiones del fin de semana. De momento, de nuevo a desayunar. Luego, al centro. Hoy es domingo, luego, hemos pasado por sistema, del “dabutin” al “dabuten”. Rubén llega un poco justo ya que, tenía a Jordan colgado del aro, una definición que espero que nunca tenga que explicar en una crónica. Otra cosa que surge en estas conversaciones metafísicas es el motivo por el cual, desde que se inventaron la olla exprés y el bidé el sabor del cocido se ha visto afectado al igual que el sabor de un buen c… ¡¡¡ mira, por aquí viene Benito !!!

Villa, que es como Hulk (un viejo verde) secunda con toda esa sabiduría popular salmantina cada aseveración del de la zona alta, se entiende, de Valdemoro. Y así, transcurre ¡vaya brownie!, el desayuno, una de las setenta y cuatro comidas más importantes del día. Por fin llegamos al centro. Lo primero, encontrar los bártulos. ¡Ostias!, que ayer fuimos los últimos (y los únicos) en salir y hoy parece que anda todo cambiado de lugar, que al final, tendré que poner cámaras ocultas en los centros de buceo para ver cómo se desordenan los equipos. La parte opípara de la pipa del loro de la tuerca cicutrina, que engrana con el piñón de ataque de la barca se mueve, y eso quiere decir que nos vamos.

Nuestro destino es la inmersión conocida como “el Arco”. Una vez agarramos el fondeo, comienza el frenesí. Los tres cerditos bajan primero, luego, Benito y Leticia que esperan a José y a Nieves, Vanesa anda de guía con Irene y Ángel baja buscando su pizarra de objetivos, no digo nada más. Todos, descendemos por la pared sur y seguimos “left shoulder” hasta pasar bajo el gran arco. Hay un par de grandes rascacios, pero, lo de la termoclina ya escuece y hay quien reniega de la profundidad. Justo a la entrada de la cueva, se agrupan los peces pequeños. Entre ellos, circulan espet…inos y, de vez en cuando, un grupito de albacoras siembre el desconcierto en el desorganizado cardumen. Mientras, entro en la cavidad, y pienso que el resto de la inmersión va a ser en modo espectador pasivo. En la cuevita, lo de siempre, gambitas, cigarras, un rascacio y una miríada de salmonete real y corvinas. Cuando salgo, asciendo hasta la cornisa donde me encuentro con Nacho, Irene y Vanesa. Nos tumbamos en la roca y, simplemente, nos quedamos parados un rato viendo la vida correr ante nuestros ojos. Luego, de regreso al fondeo tras una inmersión de setenta minutos.

Regresamos al puerto. Parece que se ha levantado un poquito de viento. Tras reponer fuerzas (los puñeteros Miguelitos, que no se acaban) empezamos a montar equipos. Silvia, se queja de que su grifería no abre. Quizás porque la está cerrando. Como su botella tiene dos salidas, ha montado el regulador en la de la izquierda y claro, lo de abrir y cerrar cambia de sentido. Decide poner el coso de respirar en la derecha y vuelve a quejarse. No puede desmontarlo. La pregunta más habitual en estos casos es esa de: “¿has purgado?”. Ella me mira con esa mirada de suficiencia desbordante de rubia y me responde: “claro que sí, guapi”. En este momento, me fijo en que, la segunda etapa que está purgando no es la suya, sino la mía, la de mi equipo. Dos meteduras de pata que hacen que esté nominada para el collejón de oro 2016. Sin ningún otro incidente que reseñar, volvemos al mar, a buscar el innovador punto de Calaverde.

VILLA TERREROSSe llama Calaverde, porque el agua, es… verde. Bucearemos en los restos de una plataforma que servía para cargar y descargar minerales. Quedan unos hierros entrelazados, doblados, que refugian a serranos y poco más pero que, como inmersión, es de las que denominamos curiosas. Lo que hay es mucha holoturia, un bicho al que si le quitas el pellejo… es todo mierda. Seguimos un poco hasta mar abierto hasta que la base rocosa desaparece en la arena, es entonces, cuando hay que girar, porque, más allá, solo hay… ¿arena?, como pudieron comprobar los que siguieron a Vanesa en su busca desu nominación al collejón de oro 2016. Para ser una inmersión de las curiosas, nos entretuvo hasta más allá de los sesenta minutos. Casi al final, me encontré con Villa, líder todopoderoso de los antisociales, separado de sus socios, que ya se quedaron solo dos, como los Barón Rojo.

Terminamos las inmersiones. Ahora queda lo de siempre. Una duchita, un nosequé de queseyó pero fresquito por aquello de la hidratación y a recoger los trastos. Que hoy no sé lo que pasa, pero he vuelto del bar y sigue todo lo mío por los suelos. Mira que estoy diciendo un “alehop” tope de entusiasta, pero nada, el equipo no se mete solo en su bolsa.

¡ Como se nota que no ha venido Sonia !

El que también parece tener algún problemilla para meter equipos en el maletero es Nacho, a juzgar por la precisa instrucción que le está soltando Rubén y que, literalmente suena algo así como “sácamela, pero más pádentro”. Al final, tuvieron que recurrir al uso de la “taladrina” una movida de densidad justa que sirve para que no se gripe la herramienta de perforación cuando se hacen agujeros. La carga de inmersiones y los abundantes giros lingüísticos de la parte alta de Valdemoro me han dejado los oídos igual que si hubiera escuchado cantar a una cacatúa con sífilis, de manera que nos despedimos del bueno, del feo, del malo (cuando no está Bea), de Benito y de Leticia. De José y de Nieves no, porque se fueron a primera hora por aquello de la unificación de la familia o el control parental.

¡esos buceadores de una sola inmersión…!

Regresamos con tranquilidad, parando lo justo como para matar el gusanillo de media tarde hasta que llegamos a la Jineta. Esta vez, coincidimos con las aguerridas huestes del IMSERSO, que con esto de que lo primero que se pierde con la edad es la vergüenza andan en orden de combate que van a dejar los Chopos peor que el parquin de la Radikal un domingo. Esta vez, no hay Miguelitos ni naricillas de nieve. Sin más incidentes, llegamos de nuevo a Madrid, tras una escapada de las que no habrá que esforzarse mucho en recordar porque será complicada de olvidar.

Lo que nos queda por delante son las últimas de noviembre, pero eso, será otra historia.

 

Zona de inmersión. Beber en exceso es malo, fumar en exceso es malo, amar en exceso es arriesgado, bucear en exceso… Habla con nosotros

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